Gilles Lipovetsky escribió junto a Jean Serroy La pantalla global. Decía allí que la era hipermoderna se caracteriza, entre otras cosas, por la omnipresencia de la pantalla. Hace años progresamos con el cine y la televisión, pero en la actualidad asistimos a una lujuria de formatos. La realidad pasa por ella, sea virtual, aumentada o deprimente. La pantalla es el arma para captar la atención y la guerra es inmisericorde. Toda ella, claro está, sucede bajo la exigencia del guion que solicita captar la atención del público objetivo, sea como sea.
Los disturbios por las protestas ante la decisión del Tribunal Supremo en el caso del procés son también cuota de pantalla. Hay otra pelea para conseguir audiencia y los grandes medios de comunicación no escatiman esfuerzos. Sus reporteros se entremezclan entre las dos líneas y van pertrechados con sus cascos y sus identificaciones en color fluorescente: son la mano de obra necesaria para alimentar las pantallas.
Desde hace ya un cierto tiempo ha quedado claro que conseguir que las noticias capten atención del público pasa por buenos guiones: la realidad guionizada, lo que viene a ser el reality show, vamos. Hay que buscar las imágenes que impacten en la sensibilidad de la ciudadanía de a pie. ¿Un niño en brazos?, ¿una mujer mayor zarandeada y tirada por los suelos?, ¿una bengala?, ¿un coche ardiendo?, ¿una furgoneta de las fuerzas del orden atropellando a una persona?, ¿sangre? Por supuesto, el guion para intentar pelear por la audiencia exige todo esto y mucho más.
La teatralización en algunas cadenas incluye música de fondo. Te trasladan a una película en la que el caos se acompaña de la melodía adecuada, con la tensión precisa. Tienen que hacerte sentir el dramatismo del momento. Son las reglas del juego: el share es el share y por eso los accionistas de la cadena confiarán en nosotros. Somos los ganadores de la guerra de pantallas. Las hostias en directo las vieron tantos millones de espectadores. Ganamos.
Un policía se acerca a un reportero y le dice: mire, mire, cuídese que nos lanzan cánicas con tirachinas. Tome nota, tome nota. Otro no puede aguantarse y cuando dispara su arma explota y grita: ¡Toma, hijo de puta! Y en breves segundos se retracta. Perdón, perdón, perdón. Sabe que su conducta va a aparecer en alguna pantalla. Eso sí, quizá haga falta encontrar la pantalla alternativa porque, según quién escriba el guion, esa parte de contenido no ayuda. O sí, quién sabe. Puede que todo dependa del share. El accionista manda.
Esclavos de las audiencias, la batalla es en gran parte mediática. Las pantallas dictan sentencia: ¿lo has visto? ¿Era verdad?, ¿era mentira? Las fake news hacen su agosto en las redes sociales. Fuego a discreción. Te voy a contar lo que quieres de la forma en que yo quiero y a ver si eres capaz de distinguir ficción de realidad. Te voy a engañar y lo sabes. No puedes hacer nada. ¿Apagar la pantalla? ¿Es la solución? No podemos, no hay escapatoria. Las imágenes son la realidad, una de las realidades, guionizada y con la combinación perfecta de dramatismo e historias de gente de bien. Los expertos del comportamiento humano ya lo investigaron.
Esta hipertrofia de realidad, que diría Lipovetsky, nos ha conducido a la mentira. Solo lo que ves con tus propios ojos parece que es verdaderamente real. Lo demás, la cadena de televisión en busca de share, la red social en busca de vender tus datos o la reportera con el casco son parte de la ficción. Christian Salmon decía en Storytelling que para explicar a los americanos la realidad ya tenían El Ala Oeste de la Casa Blanca. Aquí, para que entendamos qué está pasando ya tenemos cientos de versiones de ficción. La realidad, eso sí, es la gente en la cárcel. Eso no se lo quita nadie.
6 comentarios
Corolario: solo se salva TV3 que ayer en el horario más caliente nos pone una de humor, mientras esas TV de ficción nos daban las hostias en directo.
La realidad? Los presos? Claro, y Torra diciendo: «Apreteu»
No extraería yo ese corolario de lo que he escrito, aunque estás en tu derecho, evidentemente. Mi reflexión iba en la línea de que hay que ver las imágenes de los dos lados, pero esos dos lados se han multiplicado en tantas y tantas pantallas que cuesta distinguir qué es verdad y qué es fake. Estoy convencido de que hoy la batalla también se juega ahí.
Ahora bien, en sí, un hecho irrefutable es que una serie de políticos están encarcelados debido a la sentencia del TS. Ahí es complicado modificar el guion, aunque desde luego no hay que menospreciar la capacidad de quienes mueven los hilos de la comunicación. Castells tiene un libro, Comunicación y poder, que me parece fundamental para que dejemos de creer en lo que vemos por la tele. Hace ya tiempo que ni TV3 ni la Sexta ni RTVE emiten «realidad». Esa dejó de existir a manos de la necesidad de influir en las audiencias. Otro caso aparte es la polarización a la que juegan las fake news «profesionalizadas» y cómo usan las redes sociales. Eso sí que tiene tela.
Hoy he estado viendo a Ferreras en Al Rojo Vivo. Quizá hayan repetido 20 veces ciertas escenas. Ellos eligen unas (sus razones tendrán) y crean opinión. Bueno, o lo intentan. En cambio, si no quieres quedarte solo con esa versión, tienes que ir a otros sitios. Y que vayas a unos y otros no garantiza, conste, que sepas más del asunto. Solo que tienes más versiones. Insisto, tienes que mirar más sitios si quieres ver cómo un grupo de personas vuelve a colocar un contenedor en su sitio o cómo un policía grita: ¡Toma, hijo de puta! Para ver a Torra diciendo «Apreteu» tengo muchos medios. Necesito ver los otros.
Complicada la realidad, ya ves que la vemos bien diferente tú y yo.
Y que veamos una imagen no quiere decir que sea «la» verdad… porque no dejamos de «ver algo» pasado por «el filtro de alguien».
Al final es difícil saber qué es verdad y qué no. O lo ves en directo y con tus ojos o cualquiera se atreve a asegurar que eso que sale por la pantalla es «la verdad». Creo que hace tiempo que este concepto ha desaparecido de la escena.
La verdad es que es muy complicado determinar «la verdad» a través de otros ojos, como son la televisión, de primeras se me ocurre lo que dice Julen, ver e informarte a través de otros puntos de vista, siempre procuro. Aunque os propongo algo más arriesgado: Dado que el conocimiento de la misma nos va ha ser imposible, ¿por qué no construimos una nueva? Al fin y al cabo es lo que hacemos. Pero lo importante es cómo la construimos. A bote pronto se me ocurre:
-Informarme de varios medios.
-Empatizar con los diferentes actores y trasmisores de la noticia. Entender sus razones y porqué actúan o lo cuentan así, no quiere decir que comparta su opinión.
-Y lo más novedoso que propongo es tomar una actitud activa y positiva ante todas las posibilidades de interpretación, aquella que sea mejor para todos los actores, por ejemplo; minimizar atribuciones de odio hacia el otro, evitar las valoraciones con exceso de emoción, ningunear la manipulaciones de miedo, etc.
Como espectadores activos construimos una realidad que es mucho más positiva para todos, mucho más compleja y me atrevo a decir que más aproximada a la realidad.
Si se os ocurre algo más esté encantado de escuchar vuestras herramientas de interpretación.
Aquí un enlace de un artículo que leí hace poco de José Miguel Valle.
https://espaciosumanocero.blogspot.com/2019/10/el-buenismo-o-la-ridiculizacion-de-la.html?fbclid=IwAR2fP4KCLFleE1FwaOK2_TETIyfZxAfdklRf9QhJ-fBEW5gq98PWMGbM0oc
Saludos.
Desde luego que en la actualidad hay que esforzarse para distinguir la realidad. Claro que si, como parece evidente, nos colocamos en una postura constructivista, resulta que no puede ser de otra manera. La realidad no está ahí sino que la construimos con nuestros relatos. Esto con el despliegue de las redes sociales en Internet se ha vuelto puro delirio. Las fake news están diseñadas por gente que sabe de sesgos y de comportamiento humano. Y nos las cuelan, vaya si nos las cuelan.
Se agradece la propuesta porque hay que eliminar visceralidad y tomar distancia sin olvidar que no solo de racionalidad vive el hombre. En fin, en menudo charco nos hemos metido.