Por primera vez desde que comenzamos la ruta notamos cierta sensación de calor en Valverde del Fresno a primera hora de la tarde. Sin embargo, paseando a eso de las seis convenía evitar el viento y la sombra. Al sol se estaba estupendo, pero en algunos sitios pegaba un relente que animaba a una retirada estratégica.
No he pasado la mejor de las noches durmiendo. Cenamos una pizza de considerable tamaño y creo que afectó a mi sueño. Además hacía mucho calor en la habitación. Lo uno con lo otro, además de un susto con el móvil (pensé que se me había muerto), creo que me desvelaron. En fin, a lo que vamos, la cicloextremeña.
Primer día en que salgo sin perneras y ¡hasta he acabado en manga corta! A disfrutar mientras se pueda, oye. Todavía no había salido el sol, pero el cielo azul y la previsión de alcanzar los 20 grados ya animaban a ir de corto. La ruta enseguida nos ha introducido en la dehesa con lo que ello implica: ganado diverso, vallas y muretes de piedra, cancelas y algún que otro perro cabrón. En cierto momento el camino nos ha enfrentado a un Prohibido el paso, propiedad privada, con su cancela de rigor. Así que ha habido que improvisar ruta para enlazar con el track un kilómetro más adelante, siguiendo un arroyo entre piedras. Es la primera vez vez que tenemos un incidente en la ruta.
Cilleros es el pueblo más al sur que forma parte de la Sierra de Gata y el primer pueblo al que llegábamos en la etapa. Eso era a los 25 kilómetros; así que ha tocado avituallamiento líquido. A partir de ahí primero carretera, luego pistas enormes para uso agrícola y ganadero con rectas interminables y finalmente otra vez carretera nos han llevado hasta Zarza la Mayor. Los tramos de dehesa están bonitos pero otros resultaban quizá algo monótonos.
A partir de Zarza la Mayor se accede al GR del Parque Internacional del Tajo y por él se transita prácticamente hasta Alcántara. La pista es entretenida con subebajas continuos, algunos con rampas duras aunque muy cortas. Incluso se coge algún pequeño tramo de sendero. El sol apretaba y, como decía antes, hemos acabado en manga corta.
Toda la zona está repleta de grandes moles de granito repartidas entre la dehesa. Por eso no ha sido extraño encontrarnos con un fantástico menhir, el de Cabezo. Sus proporciones lo atestiguan: 4,65 metros de altura y 1,20 de diámetro máximo con un peso que supera las 12 toneladas. Hemos tomado las fotos de rigor para dar fe de semejante mole y seguido ruta, para acercarnos al Tajo antes de terminar la etapa en Alcántara.
Y es que, tras un par de etapas pegados a los montes y sierras extremeñas, hoy la ruta nos ha llevado como fin de fiesta de nuevo al todopoderoso Tajo y sus embalses. Hemos terminado el día en Alcántara, junto al embalse de José María Oriol, que en realidad es más conocido como «embalse de Alcántara«. El personaje que le da nombre, no obstante, se las trae. Y es que este hombre nacido en Santurtzi fue ¡alcalde de Bilbao! durante un breve periodo, entre 1939 y 1941, además de jefe provincial de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) desde 1937 a 1941 y procurador de las Cortes franquistas en seis legislaturas. Y no acaba ahí su currículum. Ale, a la wikipedia para saber más de sus contubernios con Juan de Borbón y con Franco. Una joya de chaval, Medalla de Honor al Fomento de la Invención, como Dios manda.
Pero si Alcántara se conoce en el mundo es por su puente romano, de esto no hay duda. Y por ahí hemos pasado. Fue obra del arquitecto Cayo Julio Lacer en los años 103 y 104 d.c., en tiempos del emperador Trajano. Sí, está documentado mediante una inscripción en el mismo puente y aguanta el paso del tiempo. Ciertamente se pone uno a pensar y queda sobrecogido por el hecho de que una construcción así haya llegado hasta nuestros días (con las evidentes reconstrucciones debidas a las guerras y esas cosas de humanos belicosos, claro está). No se trataba de una obra mayor del imperio, sino que fue costeado por un grupo de doce municipios y sirvió en su momento para comunicar pueblos que quedaban a un lado y a otro del río. Vamos, que es curioso que semejante monumentalidad de puente fuese realmente una vía secundaria de los romanos. Nada de una autopista; era una simple comarcal. Eso sí, se quedó a gusto el colega Cayo Julio Lacer. Ya puestos, no nos vamos a andar con tonterías; me traigo unos esclavos que me curren bien y lo dejamos niquelado. Lo que no sabía el colega Cayo Julio Lacer es que le iban a enchufar una presa bestial con hormigón a toneladas a escasos metros de su puente para sujetar las aguas embalsadas. Está bien para comparar estilos constructivos, no hay duda.
Volviendo a la ruta, hemos hecho la entrada en plan campeones, no por la carretera sino por el camino empedrado que da acceso al pueblo desde el puente. Tras casi 90 kilómetros de ruta, ha resultado ser un buen regalo final. El de la bachata dominicana se lo ha subido como un campeón; hay que alimentarlo más con este tipo de cuestas. En el fondo lo agradece. Bueno, que se me va la pinza. Termino con un par de detalles del alojamiento.
Estamos alojados en una casa de turismo rural, La Cañada. No hemos tenido el mejor de los recibimiento, la verdad. Empatía inexistente con quienes llegamos en bici, información a cuenta gotas respecto al pueblo y lugares donde cenar, ni registro con DNI ni recibo ni factura ni nada de nada. Ale, ya lo he dicho. Mañana más y mejor. De momento a disfrutar de Alcántara, que tiene amplio patrimonio cultural y religioso que ofrecer, no hay duda.
Relive ‘Morning Ride’
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