La idea ha sido comenzar con una etapa llevadera para que las piernas se vayan acostumbrando a esta nueva rutina. En vez de recorrer el «lado oscuro» de la Cicloextremeña por las sierras del norte, nos hemos decidido por una variante mucho más relajada que evita ese exigente tramo. Empezamos bien, como cobardes, vamos. Va a ser que somos señores con una cierta edad y tenemos que cuidarnos, claro. Así que hemos salido suave suave, sin prisa, dejando que pasaran los kilómetros con la intención de disfrutar de esta primera etapa. Como siempre, mochila a la espalda y a pedalear, que para eso hemos venido.
La tarde noche en Aldeanueva del Camino nos permitió darnos cuenta de que, efectivamente, estamos en la Vía de la Plata. El bar que elegimos para cenar algo estaba copado por una buena cuadrilla de guiris, peregrinos todos, que charlaban animados contándose sus experiencias. Fuera, mientras tanto, un tiempo desapacible invitaba a pensar que mejor nos abrigamos bien.
Las primeras pedaladas de nuestra ruta por Extremadura enseguida nos han colocado sobre la Vía de la Plata, eso sí, en sentido inverso, camino de lo que un día fue la ciudad romana de Cáparra. De ella solo queda su arco y poco más. Como siempre pasa con este tipo de ruinas, hay que echar mano de la imaginación para reubicar en el lugar actual aquello que tuvo vida hace cerca de dos mil años. Hay que ver cómo eran los romanos. Vaya tíos, siempre con sus termas, sus togas, su buen vivir… Bueno, si no eras esclavo, claro. Pero si te tocaba ejercer de patricio, asunto resuelto: a vivir como los dioses mandan. Venga, a repasar cómo se organizaban los romanos, que no todo es dar pedales 😉
Los primeros 15 kilómetros han pasado en un visto y no visto, con una ligera bajada y por carreteras muy tranquilas. Sí, Verano Azul. Pero esto es mountainbai y enseguida nos hemos metido por una pista que evidenciaba que ha llovido lo suyo estos últimos días. Primer vadeo imposible por el camino de piedras dispuesto al efecto y primer bautismo: a mojarse los piececitos. Siempre es igual, la primera vez da un poco de respeto, luego se acabaron los miramientos. El remojón, eso sí, te deja los pies bien fríos para el resto de la etapa.
Por la zona se mueve el río Alagón, uno de los principales afluentes del Tajo. Después de Cáparra tocaba cruzarlo antes de llegar a Guijo de Granadilla por un señor puente que salva el primero de los embalses que nos metemos entre pecho y espalda. Muy cerca, otros dos embalses que también vamos a bordear: el de Ahigal y el de Gabriel y Galán, que baña el pueblo donde hacemos final de etapa, La Pesga. Ya veis, hoy sesión continua de pantanos aprovechando que el Alagón pasaba por aquí. Que sí, Extremadura, la comunidad autónoma con más kilómetros de costa, ya os lo decía ayer. Franco se puso las botas a inauguraciones por aquí, no hay duda.
En Guijo de Granadilla hemos parado a tomar algo. Un Cola-Cao bien rico que ha entrado de maravilla. Revisión a las redes sociales y tira millas. Ahigal está casi al lado y a su salida se bordea el pantano por una pista muy agradable que nos ha hecho cruzar sobre el arroyo Palomero en un tramo encementado con un par de palmos de agua. Tras salir a Cerezo se termina la etapa por carretera tras una pequeña subida que ofrecía vistas a la Peña de Francia y a un considerable mar de olivos.
La Pesga es un pueblecito de poco más de mil habitantes situado al norte de la comarca de Trasierra – Tierras de Granadilla. Hablar de él es hablar del embalse de Gabriel y Galán, debajo de cuyas aguas queda el puente antiguo, hoy ninguneado por otro más moderno, que es la vía de comunicación oficial hacia Las Hurdes. Nosotros, sin embargo, no lo cruzaremos porque, aunque sí que seguiremos ruta hacia Las Hurdes, lo haremos por Casar de Palomero. Lo de llamarlo «Gabriel y Galán» no es porque fueran dos fulanos, sino que tiene que ver con un poeta salmantino apellidado así y que murió joven en Guijo de Granadilla, a los 34 años, a principios del siglo XX. El pobre José María parece que se fue al otro barrio debido a una apendicitis aguda. Qué tiempos.
Aquí cerca quedan Las Batuecas y, cómo no, la Peña de Francia, adonde he subido un par de veces en bici en otros viajes. Las vistas desde el pueblo tienen su cosa. Predomina el olivo lo que cuadricula el paisaje con su disposición organizada sobre el terreno. Sin embargo, a medida que elevas la vista hacia las cumbres el paisaje es diferente. Por contra, abajo el pantano provee otro tipo de imágenes. Y bajo las aguas la carpa royal, el lucio, la boga, el barbo o el black-bass esperan tener la suficiente buena suerte como para no picar en el anzuelo de los pescadores.
Un poco después de la una ya estábamos en el pueblo, previo paseo en bici por una pista recreativa que bordea el pantano. Estamos hospedados en los Apartamentos Almazara. No había mucho donde elegir. Tras unos trámites burocráticos que ni para sacarte el certificado digital de la FNMT, estamos como dos señoritos, cada cual con su habitación y la colada repartida por donde se puede.
Os dejo, que toca siesta. Yo no quería pero zzz… zz…zzzz. Mañana viene etapa más dura. Hay que guardar energía.
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