Nadie a estas alturas de partido es tan ingenuo como para pensar que la industria 4.0 no hará peligrar muchos, muchísimos empleos. Ha pasado, pasa y seguirá pasando. Y no hay que mirar solo a los robots cuya presencia crece exponencialmente en los talleres. Fíjate en el caso de Amazon Go, esta tienda en la que no hace falta nadie para cobrarte porque la monitorización del cliente es tal que «ya sabemos lo que estás haciendo». Facebook en un plano, Amazon en otro: el negocio es el mismo. Saben lo que hacemos. Perdón, que voy del hilo.
Decía lo de Amazon Go porque la tecnología en ese caso eliminará ciertos puestos de trabajo. Pero… la historia, según este artículo de McKinsey, viene al rescate: What can history teach us about technology and jobs? La historia nos dice que el empleo neto crece con cada gran avance tecnológico. En un podcast en el que conversan Richard Cooper, un profesor de economía internacional de la Universidad de Harvard y Susan Lund, socia de McKinsey Global Institute, nos explican que la historia jugará a nuestro favor, como ya lo hizo en el pasado:
For all of those reasons, higher incomes, greater demand, supplementary activities to the activity that’s being focused on, we’ve discovered that total employment has increased over the years in spite of concerns, roughly once a generation, about the loss of jobs created by new technology.
Claro que para mí la pregunta ahora mismo es: ¿sirve la historia pasada para predecir el futuro?, ¿no estamos ante un seísmo de tal magnitud que las lógicas precedentes van a resultar inservibles para entender el futuro? Porque la tecnología empieza a adentrarse, con la inteligencia artificial a la cabeza, en lugares antes imposibles. Ahora resulta que los procesos industriales pueden no necesitar apenas personas: su repetitividad predispone mejor al robot que su réplica humana. Y los robots no son tontos, los carga de inteligencia el humano que los programa. ¿No son inteligentes? Vale, retiro lo dicho: los carga de la capacidad de decidir en función de miles de variables del entorno.
Susan Lund nos explica con la demanda y el precio del famoso modelo T de Ford que las cosas irán bien. ¿De verdad se puede explicar lo que está sucediendo mirando a lo que ocurrió con el modelo T a principios del siglo XX? Claro, eso es la historia, pero ¿no hemos llegado al fin de la historia?
The Ford Model T is a good example of what Professor Cooper described. Over a six-year period, the number of Model Ts produced per worker tripled from eight to 21. So, that’s productivity. But at the same time, the price of a Model T dropped by more than half, from $950 per car in 1909 to $440 in 1915. As a result, demand to purchase automobiles just soared. And so, rather than declining, employment in the automotive industry soared and the number of people employed went up. It was because consumers demanded more of the goods.
No importa, está bien encontrar estos artículos en positivo para autoconvencernos de que esta vez será igual, que pasará lo mismo. La tecnología al servicio del progreso, como toda la vida, ¿no? ¿De verdad?
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6 comentarios
Un tema interesante.
Una novedad en la historia es que el tipo de trabajo que ahora se reemplaza es tambien intelectual y eso dejaría menos margen para la reconversion profesional.
Por otro lado la tecnología simplifica por lo que tb empodera y capacita, e.g. si la arquitectura se convierte en un videojuego, y el resultado cumple con todas las normativas y estandares por defecto, cualquiera podrá supervisar ese proceso, sin ser experto, cualquiera podrá hacer arquitectura. La tecnologia reduce la dificultad y por tanto la barrera de entrada a muchos trabajos. Esto sería (quizás, ni siquiera estoy seguro) malo para el trabajador de la arquitectura, y bueno para su cliente tradicional.
Uno de los retos que se abren es el de la interfaz ser humano máquina, màs concretamemente la interfaz entre la inteligencia artificial y la màquina, que tampoco es evidente. Hace poco saltaba la noticia de que los sistemas de IA de facebook estarian desarrollando un lenguaje propio para comunicarse entre ellos, muchonmas eficaz pero completamente incomprensible e intrazable por el ser humano.
Y hay una perspectiva más, tb interesante que ea que los.saltos tecnologicos generarian unos beneficios mayores que serian sificientes para garantizar todas las necesidades de la sociedad sin necesidad de ingresos por trabajo. Este último punto se alinea con las voces que argumentamos en favir de la Renta Basica Universal.
Un abrazo Julen, hace ya mucho que no coincidimos.
Aspaldikoooo, Diego.
Sí que hace tiempo que no nos vemos. Estos tres últimos años a cuenta de mi doctorado he andado un poco fuera del mundo, pero ya salimos de la cueva otra vez. A ver si coincidimos por ahí. Gracias por darte una vuelta por aquí.
Mira que es tema complejo este del «progreso» que nos trae la tecnología. Ahora mismo desde luego lo que se nos abre es una incertidumbre bestial: ¿cómo va a impactar en nuestra vidas?, ¿en lo profesional? Difícil la respuesta. En mi caso, procuro leer y buscar referencias que inspiren, pero creo que no llego a ser capaz de posicionarme con claridad. La palabra que mejor define mi punto de vista es la paradoja. Veo una cosa y su contraria, a la vez, unidas por vínculos que retuercen la capacidad humana de explicar lo que acontece. Quizá por eso es tan interesante el momento actual. Sea en la arquitectura, en la psicología o en cualquier otra profesión, todo parece a punto de saltar por los aires. Todo lo que conocimos y que nos sirvió para explicar el mundo en que vivimos. En fin, seguiremos atentos a la pantalla.
Un abrazo, Diego.
Lo cierto es que no lo sabremos/sabrán hasta que haya pasado. ¿Será éste «otro de esos casos donde la tecnología acabó creando empleo»? ¿O será, como dices, «el fin de la historia»?
Cuando hago esta reflexión, yo suelo aludir a la metáfora de las aguas que van subiendo de nivel. Cuando se anegan las costas… sí, la gente puede trasladarse al interior (aunque es probable que muchos perezcan). Si las aguas siguen subiendo, el anterior «terreno seguro» pasa a ser la nueva costa anegada. Y sí, puedes seguir trasladándote al interior. Pero si las aguas siguen subiendo…
Cada cambio tecnológico ha «arrasado» un sector. Primero fue la agricultura. Y sí, mucha gente dejó los pueblos para ir a las ciudades, y vivir de la industria (no sin sufrimiento y sin problemas). Luego va la industria y sí, quizás la gente pueda vivir en los servicios. Pero la tecnología es como el caballo de Atila… sector que «conquista», sector que queda inutilizado para ser fuente de trabajo masivo. Es un proceso acumulativo. Si a eso le añadimos la explosión demográfica (no son los mismos problemas para mil millones de personas que para siete mil millones de personas), el desarrollo exponencial de la tecnología, etc…
En fin. Whatever will be, will be.
Creo que lo diferente ahora, Raúl, es que la lógica ha cambiado. Me temo que la inteligencia artificial es un concepto que cambia las reglas del juego. Diego en otro comentario introduce la noción de renta básica universal. Quizá haya que hablar de ella en un futuro donde no hace falta que todo el mundo trabaje porque no tiene sentido. Y esto sí que es un cambio de paradigma, ¿no? En algún momento habrá de dejar de subir hacia el monte por el nivel de las aguas aprieta cada vez más. Arriba cada vez queda menos espacio 😉
Me encanta este debate.
Además del fin de la relación entre el trabajo y la productividad, provocado en primer lugar por las máquinas y la Inteligencia Artificial conectada después, hay otros factores que también deberíamos sumar a la ecuación como, por ejemplo, la financiarización de la economía.
La producción de bienes y servicios basados en economía de escala, que hemos conocido a lo largo de buena parte del siglo XX se han basado, en buena medida, en la economía especulativa y la acumulación de deuda. Está por ver si este modelo de economía resucita como el ave Phenix o termina agotándose.
En cualquier caso, intuyo que nos esperan profundos cambios en la relación que mantenemos con el trabajo.
Un abrazo
Yo también creo, Asier, que aquí hay dos planos. Uno tiene que ver con una confianza hasta cierto punto desmedida en los avances tecnológicos. Pero el otro tiene que ver, por decirlo quizá un poco a lo bestia, con qué queremos ser como humanidad. En este segundo plano hay que hablar de lo que el trabajo representa, pero también de qué tipo de trabajo. Hoy conviven diferentes maneras de entenderlo. Por supuesto que me sé influido por gente como Sennett, Bauman, Beck, Byung-Chul Han, Lipovetsky y compañía. Claro, eso me coloca con un cierto punto de vista pesimista, pero es que en mi pequeña capacidad para analizar estos últimos 20-30 años en los que he «trabajado», creo que no hay progreso del que hablar desde la segunda de las perspectivas. Desde la primera, todo lo que se quiera, pero al final importa el mensaje, no gritarlo cada vez más alto.