Mañana empezamos a pedalear. Mi compañero de fatigas, Alberto, convaleciente de una operación de menisco. Cuídate. Fran, con sus obligaciones familiares. Ángel va a aprovechar para pasar unos días en la isla de Malta. Así que otra vez a pedalear en solitario. Sí, me gusta (también). Con estos cinco días que se me han abierto en el calendario, a dar pedales. Lo que toca. Porque el jueves día ocho hay que estar de vuelta para empujar silla de ruedas. Dejamos por unos días los proyectos de 5S (que ahora van en estéreo, físicas y digitales), la planificación de actividades de doctorado y una reflexión estratégica en la que ando implicado. Cambiamos el chip y ahí vamos, derechos a la meseta de Castilla La Mancha. Eso sí, sin ánimo alguno de pelear contra molinos, sino a disfrutar lo que se pueda.
Nunca me había animado a pedalear una ruta #rssuave en esta época del año. Ya iba siendo hora, a mis 52 añitos, ¿no? Las previsiones son un poco extrañas porque no dan mucho frío y sí lluvia, sobre todo para el domingo. Habrá que andar con ojo porque si el terreno es arcilloso, la fiesta con el barro puede ser animada. Ya recuerdo unos tramos por la Alcarria hace unos años recorriendo el Camino del Cid que tuvieron su gracia. Por no hablar del Camino Mozárabe, ¡vaya fiesta de agua y caminos destrozados!
Aquí estoy, en Puerto Lápice. Suena a referencia quijotesca, ¿verdad? En esta ruta por la que voy a pedalear, inventada a partir de un libro que serpentea entre el delirio y la realidad, Puerto Lápice es una referencia ineludible. Cada pueblo de La Mancha reivindica, claro está, su quijoticidad, valga el palabro. Por aquí anduvo Don Quijote en sus dos primeras salidas y por aquí le armaron caballero. ¿Cómo no, entonces, defender la quijoticidad de este lugar? Así que «oficialmente» ya tenemos venta que da fe de que sí, de que aquí se le armó caballero. Faltaría más. La fe sigue ocupando un lugar destacado en la naturaleza humana. Y que no falte.
Leyendo sobre la ruta, he localizado una bonita colección de artículos de Julio Llamazares que se publicaron en El País el año pasado. Son buena lectura para relativizar la forma en que rodar por estas tierras. Todo tiene un motivo quijotesco, real o inventado, provenga de quien no hacía sino leer novelas de caballerías o de quien se suponía proporcionaba cordura a la historia. Pero ya se sabe que poco a poco el fiel escudero se deslizó también por la pendiente de la ensoñación.
En el hotelito en el que estoy hospedado, a las afueras del pueblo, todo lleva el aroma típico de La Mancha: muebles, puertas, ventanas, baldosas, decoración. Como una especie de parque temático condenado a ser siempre así por el paso de los años hasta la eternidad.
En fin, mañana empezamos ruta. Os dejo, que hay que cenar.