Hubo que sacar mucho barro de zapatillas, calcetines, pantalón, camisetas y chubasquero. El agua se empeñaba en coger tono marrón. No había manera de terminar, tal ha sido la mierda que se había ido pegando durante la etapa. Cosas que ya sabemos tiene el mountain bike, ¿o es que no hacemos esto porque queremos? Pues eso.
La tarde tuvo su rato junto a la chimenea, pero se ve que somos gente de ciudad: acabamos dejando la estancia llena de humo y sin haber sido capaces de mantenerla encendida. Vinieron un par de chicos que están hospedados en otra de las casas y que andan construyendo un puente por la zona (según nos dijo el padre del dueño de la casa) y nos enseñaron a… ¡poner en marcha la campana extractora de humo de la cocina! Se ve que teníamos humareda.
La unica opción para cenar era el restaurante de enfrente, un lugar de comida típica a base de cerdo fundamentalmente. Fuimos con recomendación y precio amigo y nos metimos entre pecho y espalda un surtido de carnes porcinas. En los entrantes había de todo, mejor ni pensar lo que llegó a entrar al buche. De vuelta a la casa, calefacción a tope y al sobre. Qué gusto.
El día ha amanecido tranquilo. Bueno, más o menos, porque una sinfonía de ladridos ha terminado con la paz a las seis y cuarto de la mañana, pero ya andábamos medio despiertos a esa hora y no ha sido demasiado problema. Eso sí, un fresco de pelar allá fuera. Y otra sorpresita, bajar a desayunar y encontrarte con cinco hombrones del ejército ataviados con sus vestimentas de camuflaje. Eso sí, muy limpios fregando sus cositas de desayuno. Resulta que eran los que andaban con lo del puente.
¿La etapa de hoy? Cerca de 1.400 metros de desnivel acumulado en poco más de 45 kilómetros ya dicen cómo ha sido el asunto. Sube-baja para regalar, lo que unido a unos cuantos caminitos imposibles en subida y otros pocos imposibles en bajada nos ha regalado una media de velocidad muy baja, de poco más de diez kilómetros a la hora. Por algo la etapa era corta en distancia.
Nada más salir comienza la fiesta cuesta arriba, esta vez entre eucaliptos para salir a una zona, otra más, de aerogeneradores. Arriba buenas vistas con Portimao y su estuario al fondo. Llegamos a un paraje de terrazas ahora solo cubiertas de hierba y suponemos que antaño cultivadas. A partir de aquí sigue predominando el cielo abierto con muy poco arbolado. Sin embargo, los alcornoques empiezan poco a poco a dejarse ver en zonas más umbrías. Un bonito sendero entre ellos nos baja en un santiamén a Monchique.
La plaza estaba animada. Allí hemos repuesto líquidos antes de continuar la exigente subida al Alto de La Picota. Hemos llegado hasta su cumbre para lo que ha habido que portear la bici por entre unas grandes piedras. La vista espectacular desde el puesto de observación en la cumbre. Además, un anuncio de venta inmobiliaria con una rubia sonriente de dientes blancos inmaculados. Cosas de la publicidad.
La ruta ha seguido por más zonas de eucalipto o con arbustos bajos. Un nuevo bajadón nos ha conducido hasta unas termas abandonadas de lo más curioso. Unas construcciones en ruinas y un par de chorros de agua termal, aunque no muy caliente, la verdad. El sendero de bajada nos ha hecho vadear tres veces el río: piececitos a remojo. Así nos entretenemos,ya veis.
La última subida del día nos ha regalado en su parte final unos toboganes estilo montaña rusa ya con Silves asomando a lo lejos. Un buen remate para tanto sube-baja, desde luego.
Hoy nos juntamos con el resto de la tropa. De ser pareja pasamos a octeto. Risas aseguradas para estos tres días que restan. Será una nueva experiencia. Lo pasaremos bien, seguro.
Distancia recorrida: 47,6 km. Desnivel acumulado: 1.399 m. Tiempo de pedaleo: 4h 36min.
< < Etapa anterior | Etapa siguiente >>>
Enlaces con material complementario
- Enlace a datos de la etapa en Garmin
- Todas las crónicas de la ruta publicadas hasta ahora
- Mapa con las fotografías geoposicionadas