Tremendas las imágenes de los altercados de los taxistas contra Uber ayer en Francia. Parece que los ánimos están muy caldeados. La bronca no es sino la consecuencia lógica de que no hay normas que regulen (o prohíban) la actividad de Uber y la de los VTC (vehículos de turismo con chófer profesional). Como quiere que lógicamente sí la hay para quienes trabajan con su taxi, la bronca, como digo, es lo que tenía que ser. Si encima pasa el tiempo y la Administración no es capaz de mover ficha a corto plazo, los ánimos van a peor. Y la bronca, descomunal.
Uber evidencia, desde mi punto de vista, el lado salvaje de esa cosa llamada economía colaborativa. Desde luego que la podemos seguir llamando colaborativa, porque consigue que la parte que se siente agraviada colabore a la hora de bloquear carreteras, reventar servicios, quemar neumáticos o volcar vehículos. Hay que colaborar entre unos cuantos para todas estas acciones. Bueno, vale, no está el asunto para bromas. ¿Es Uber un ejemplo del lado más oscuro de esta supuesta economía colaborativa?
La realidad nos lo muestra con tozudez. Esto de que cualquiera que disponga de un recurso ocioso -un vehículo en esta caso- pueda usarlo para sacarse una pasta tiene su lado peligroso. Hace saltar por los aires la regulación de todo un sector. Lo que pasa es lo que tiene que pasar. Si emerge masivamente una nueva competencia dispuesta a ofrecer precio más barato, normal que el sector del taxi arme la de San Quintín. Y no nos engañemos, no es la ciudadanía organizada para prestar servicios. Son unos tipos listos que se están forrando.
Uber dice que «se lleva a cabo un proceso de selección riguroso para verificar que cada conductor está asegurado y legalmente calificado para conducir» pero es evidente que le interesa que cuanta más oferta exista, mejor. Hay quien dice que lo que los taxistas no son capaces de ver es que ha aterrizado un servicio que presta mejores condiciones. Vale, pero siendo realistas, la variable fundamental para que triunfe seguro que es el precio. Con muchísima gente puteada por la crisis, si ofreces más barato, low cost que te crió, forever and ever. Uber ganará la partida de calle.
A mí en gran parte esto de Uber me parece un negocio sucio. Mientras, por si acaso, Travis Kalanick, Garrett Camp y Ryan Graves, fundadores del chiringuito, ya están en la lista Forbes de multimillonarios. Listos los chavales (son de los más jóvenes de la lista) a la hora de ofrecer dinero a cualquier persona de a pie. ¿No quieres ganar dinero con tu coche? ¿No te vendría mal un ingreso extra? Pues aquí lo tienes. Un tanto para ti y un tanto para mí. Tú te sales con unas cuantas migajas más de sueldo al mes y yo poco a poco me hago multimillonario y entro en la lista de Forbes. Mientras, eso sí, ándate con ojo porque los taxistas descerebrados te pueden quemar vivo. Ya, negocio redondo. Bronca en la calle, dinero para los fundadores.
Desde luego, que no queda otra que la regulación. Mientras no la haya, la guerra va a ir a peor. Y lo de economía colaborativa, ya veis, comienza a tener minutos de prime time en la tele para que todo el mundo entienda de qué va: coches reventados y bronca con detenidos. Todo muy colaborativo y muy cool. Si además Courtney Love sale en la foto porque le afecta la bronca y la sube a Instagram, mejor que mejor. Estos taxistas son unos animales. La ciudadanía en cambio evidencia paz y amor, con un dinerito mediante. Ya la tenemos montada. De aquí, me temo, no va a salir nada bueno. Quién me iba a decir que acabaría pidiendo en este blog más regulación, yo que me las doy de crítico de la hiperregulación en que vivimos. Daré unas cuantas pedaladas más de castigo 😉
De todas formas, ya dije hace un año que esto pintaba mal.
22 comentarios
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Parece que en México va por el mismo camino http://es.gizmodo.com/mas-problemas-para-uber-en-mexico-queretaro-los-declar-1713488175
Me da, Iván, que esto va a ser pan nuestro de cada día. Hasta que no haya una regulación seguirán las broncas. Y habrá que esperar a ver qué tipo de regulación se aprueba para ver si esto acaba o va a más. Complicado asunto, desde luego.
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El taxi es un sector donde la administración, para que que todos «coman», limita los coches disponibles, aunque sea a costa de que los usuarios paguen más y no siempre encuentren uno, por ejemplo, de noche, o un día de lluvia…
Cuando se limitan en exceso las licencias, ocurren cosas surrealistas como que una licencia de taxi en Nueva York se vendiese por 1 millón de dólares.
También las aerolíneas funcionaban con un sistema parecido en USA, en el que se limitaba las aerolíneas que podían operar una ruta para garantizar que todas tenían una rentabilidad razonable… Que era bastante más que razonable (a juzgar por la vida que llevaban las tripulaciones y los beneficios que daban las aerolíneas). Esto funcionó así hasta que se liberalizó el mercado. Entonces las compañías dejaron de competir en servicio (porque antes el precio estaba fijado por el gobierno) y empezaron a compertir en precio, que es lo que les pedían los usuarios. Después llegaron la compañías de bajo costo, que rompieron el mercado… Y el transporte en avión, dejó de ser un lujo para masificarse.
El taxi lo tiene peor, porque los coches son bastante más baratos de adquirir y más fáciles de conducir que los aviones, así que casi cualquiera puede dedicarse a ello.
A diferencia de los aviones, los taxis no competían ni siquiera en servicio. Es un sector que se ha dormido muchos años haciendo lo mismo, el dinero se invertía en comprar la licencia, no en mejorar el servicio. Era como comprar una oposición.
Salvo contadas excepciones de taxistas que van en coches de alta gama, vestidos elegantes, que hablan idiomas y que dan un servicio preferencial… y que por la misma regulación, no pueden sacar ventaja de ello, porque el que llega a la parada tiene que coger el primer taxi, y no el que le gustaría. Tampoco pueden cobrar más, a pesar de dar más. Y suerte tienen si consiguen que los hoteles les llamen a ellos por dar mejor imagen a sus clientes.
Parece lógico pedir al que se dedique al transporte de pasajeros que tenga un seguro adecuado (aunque creo que cualquier seguro cubre al pasajero) y pague impuestos (fácil si es a través de una plataforma como Uber), pero si el gobierno no lo prohibe -habría que ver cómo lo consigue- u obliga a cobrar un precio igual al del taxi, entonces el futuro del sector está muy negro.
A corto plazo seguro que va a estar muy mal la cosa, y que van a producirse problemas en el servicio. A larga, creo que estos meneos ayudan a que los sectores se profesionalicen y se hagan las cosas bien. Vivir de una protección artificial del estado, en un mundo hipercomunidado, donde poner en contacto oferta y demanda es cada vez más sencillo, ya no es viable. Y tampoco creo que sea deseable.
Lo lamento mucho por los taxistas que pagaron una fortuna por su licencia, porque seguramente ya no valga casi nada. También lo lamento mucho por los millones de españoles que compraron una casa en lo alto de la burbuja. Alguien ganó mucho vendiendo en el momento justo. Y al que compró, le queda por delante una larga y dura travesía por el desierto.
Pues sí, muy de acuerdo con lo que comentas. La cuestión ahora es que… ¡la guerra está desatada! Y yo también pienso como tú, a corto plazo las cosas se van a poner feas. Habrá que esperar acontecimientos para ver cómo se regula todo esta inflación de servicio que podría ser que cada cual fuera un taxista en potencia 😉
com de costum, llegir a @juleniturbe fa que pensis més enllà… avui, sobre Uber i economica col·laborativa http://t.co/g8Yl0pFygU
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Muy vinos dias amig@s ! http://t.co/nbm8FMCbDH http://t.co/pQTT7ZvWBG
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Uber no es economía colaborativa, es economía on-demand (o bajo pedido) creo que es algo que debería dejarse muy claro. En Uber no se está compartiendo absolutamente nada, ni se está haciendo un uso eficiente de ningún recurso. El conductor de Uber hace un trayecto expresamente para llevar al pasajero de un punto A a un punto B y cobra por ello. Ni siquiera pasaba por allí, como sería el caso de trayectos con Blablacar.
¡Por favor, hablemos con propiedad!
Creo que dices bien, Rubén. Eso sí, la idea de utilizar un recurso ocioso (un coche) abre la puerta a nuevas maneras de compartir transporte. Junto al transporte colectivo gestionado desde lo público (pero privatizado en la inmensa mayoría de casos) ahora podemos pensar en un «transporte colectivo ciudadano». Claro que esto es otra historia. Sí, cada vez es más evidente: Uber no es economía colaborativa aunque abra la puerta a nuevas formas de actividad económica.