Bicicletas: ¿artesanía o producción masiva personalizada?

Trek, el fabricante americano de bicicletas, ofrece a día de hoy a través de su configurador la posibilidad de que personalices al máximo tu próxima compra. A partir de la elección del cuadro entre varios disponibles puedes adaptar a tu gusto el color de la pintura, la transmisión, los componentes y otros accesorios. A ello hay que añadir la posibilidad de que aparezca el texto que quieras -con tres tipos diferentes de letra- en el tubo superior del cuadro, cerca de la tija del sillín.

El asunto no es nuevo. La personalización, el producto único y exclusivo, ese que va a diferenciarte del resto de mortales, al alcance de la mano. Tu bici será tuya porque así la elegiste. Pero, claro, tú aciertas y tú te equivocas.

No cabe duda de que los avances de la industria 4.0, la progresiva incorporación de sistemas ciberfísicos en las fábricas, va a permitir la producción en lotes únicos. El pedido ya no viene desde planificación sino que es el cliente quien definitivamente lanza la orden de fabricación. Los procesos en fábrica tendrán que adaptarse a los caprichos de cada uno de los clientes. Por muy horteras que parezcan los colores elegidos o por muy extraña que suene la combinación de componentes. El cliente manda y quiere su bicicleta.

Supongo que antes de realizar el pedido -no precisamente barato, claro está- el cliente tendrá el detalle de contrastarlo con un profesional. O no, quién sabe. En este mundo de la bicicleta son multitud quienes creen que saben más que los fabricantes o que los distribuidores. Lo amateur se entremezcla con lo profesional en un tótum revolútum donde todo se confunde avasallado por la evolución constante de componentes y opciones. Que cada cual decida.

Trek ofrece, al igual que sucede en coches y en otros fabricantes de bicicletas, un configurador. Cierto que va más allá. Que puedes elegir pintura y hasta un texto para hacer que la bici sea tuya y solo tuya. Importa que el cliente sienta que tiene el control. Da igual si sabe o no lo suficiente de ese producto. Da igual la lógica o la ilógica de la adquisición. Lo que importa es sentir el poder de que cada cual puede mandar la orden de fabricación al taller.

El artesano ve cómo la fabricación masiva personalizada se le acerca. El fin del trayecto es común: un producto, un cliente. Las vías por las que discurren ambas opciones son, en cambio, radicalmente diferentes. El artesano con su capacidad manual y su alma colocada en el producto. La producción masiva personalizada con su marketing brutal y sus inversiones millonarias para flexibilizar la manufactura y llegar al lote único. Dos opciones.