Como ya he comentado días atrás, mañana vamos para el Mediterráneo a pedalear junto a su costa. Comenzamos en Murcia y de allí hacia el mar, para tenerlo como compañía hasta Málaga, desde donde rodaremos hacia Gibraltar por la serranía. Todo ello solo con una mochila a la espalda. O sea, con lo mínimo imprescindible.
Esta filosofía me encanta. El límite es la mochila. Y no precisamente una grande, claro está. En cierta forma es como un pequeño reto «5S«: hay que planificar bien para llevar solo lo estrictamente necesario. La gran ventaja de llevar solo una mochila es que puedes meterte a hacer senderos o zonas más complicadas por el monte. Incluso si hay que portear la bici de vez en cuando, no importa. No es lo mismo levantar una bici con alforjas que sin ellas, obviamente.
En los viajes siempre aprendes algo nuevo y con el tiempo el equipaje se ha ido reduciendo. La sensación de que puedes vivir solo con eso que llevas a cuestas es curiosa. Porque en nuestra vida habitual mira que vamos sobrados. Al menos hablo por mí. En cambio, cuando pedaleamos por pistas y senderos o por carreteras olvidadas, lo que va en la mochila es todo lo que necesitamos.
¿Ropa? Sí, otra muda para cambiarse después de la ducha diaria al finalizar la etapa. ¿Cacharrería? El móvil, el GPS, una batería adicional y nada más. ¿Higiene? Pues sí, claro, pero mucho también sabemos que lo encontraremos por el camino allá donde durmamos. ¿Repuesto y kit de reparación para la bici? Lo estrictamente necesario para salir del paso. Y no mucho más. Bueno, sí, un libro. Me suele gustar llevar algún «librito» encima. Esta vez le toca al colega Byung Chul-Han: La sociedad del cansancio.
Viajar con lo imprescindible quiere decir, eso sí, dormir en hoteles, casas rurales o un establecimiento del estilo. A estas edades uno necesita descanso reparador. Además, me gusta incluir algún balneario o spa en el viaje por aquello del masaje y de detener un poco el tiempo. Las tardes son para pasear, descansar y escribir los posts. Una rutina constante: madrugar, preparar las cosas, el desayuno, pedalear, disfrutar de los paisajes y los caminos, terminar a la hora de comer, ducha, comida tranquila, algo de descanso, paseo, post, conversación con la familia…
Dos semanas a un ritmo constante, suave suave. Mañana autobús a Murcia. El domingo, sonrisa en los labios. No me la pienso quitar de encima.
9 comentarios
Estoy seguro que, al menos en el momento del día en que viaje contigo leyendo el post de la etapa, también se me dibujará una sonrisa en los labios. A disfrutarrrr!!!
Ya habrá ocasión de dar pedales. Apunta que para el verano estamos pensando una Bilbao-Bilbao pasando por Los Ancares en León. Lo típico de Bilbao, vamos. Iremos recorriendo de este a oeste primero y luego al revés la Cordillera Cantábrica.
Si, ya se que lo que voy a decir no se puede decir, que las cosas hay que hacerlas pero… ¡¡Que envidia!!
Sana ¡eh!
Aurrera!!
Aquí seguimos, Josu, cada loco con su tema :-)))
El truco para preparar el equipaje en este tipo de viajes está en dejar a un lado los «ysis». Dar respuesta a preguntas como «¿Y si llueve?», «¿Y si me pongo malo?», etc. nos lleva a maletas enormes. Y al final te das cuenta de que con dos mudas, un par de camisetas y un poco de dinero se llega al fin del mundo con dignidad 😉
Heeeyyyy, encantado de verte por aquí. ¿Todo bien ahí junto al Mediterráneo? En junio andaré por esa zona…
Llevas razón, al final el tiempo te va demostrando que demasiados «porsiacasos» son la perdición jejeje
Ah, suerte con el pedaleo. No, ya no estoy en Alicante. Ahora vivo en Londres. ¡Me vine buscando el sol! 😉
Bueenoooo, pues disfruta del smog 😉
Qué envidia. Disfrutarlo