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Industria e Internet: el porqué de un desencuentro – Consultoría artesana en red

"Grrrr"  "Muu"En 2014 tenemos un mundo que no se puede entender si citar Internet. Aquella tecnología que los militares idearon hace ya unas décadas hoy se ha convertido en algo intrínseco a nuestra sociedad. Más que nunca se hace realidad la afirmación de Lawrence Lessig: «no hay interruptor que te desconecte de Internet«. Aunque no quieras, estás. La tecnología se diluye por el uso, existe pero no se nota, la usamos aunque no entendamos cómo funciona por dentro.

La industria ha vivido, en general, unas últimas décadas muy convulsas en nuestro primer mundo. Afectada por una permanente exigencia de competitividad pareció enfadarse con los humanos. Aquellas declaraciones tan de moda de que el capital humano era el principal con que contaban las empresas se quedó en nada cuando los números no salieron. La cuenta de resultados veía cómo los «costes de personal» eran excesivos. Así que, disfrazado de globalización, se externalizó producción a países más pobres. Para que no molestara tanto en nuestras conciencias los llamamos países de bajo coste: LCC.

Internet vivió una primera etapa básicamente tecnológica. Cosa de expertos. Se le llamó 1.0. Y después, con la extensión en su uso, dijimos que lo 2.0 suponía el uso masivo por parte de la gente. La industria miró para otro lado y pensó que eso no era asunto suyo. Porque en su gestión lo que se usaba eran otras tecnologías, fueran de fabricación (CAD-CAM-CAE), o para resolver asuntos del manajemén (ERP, CRM y demás parafernalia). Vamos, que la empresa industrial a lo suyo, en busca de la eficiencia operativa y a ver si acertaba en desarrollar una buena relación con sus clientes.

La explosión de Internet en realidad no ocurrió con la web 2.0. Llego después, de la mano de las redes sociales. Sí, Facebook y Twitter son los auténticos fenómenos de masas. A cualquier equipo directivo de una empresa industrial seria todo esto le suena a «perder el tiempo». El marketing industrial, la comunicación con clientes o cualquier otro aspecto «serio» no pasa -hasta ahora- por fenómenos de masas. No, la inmensa mayoría de empresas industriales son B2B, lo cual supone toda una declaración de intenciones. Déjame de líos con el Facebook o el Twitter, que bastantes problemas tengo ya.

Asociada Internet a las redes sociales, el equipo directivo al que aludía en el párrafo anterior va a decir: espera, que me bajo en la siguiente estación. Claro que es ley de vida el relevo generacional y llegará el choque de trenes. Pero como los nuevos no tienen todavía galones es evidente que andan ahora mismo perdiendo la batalla.

Sin embargo, las predicciones hablan de una nueva explosión (según parece estamos a las puertas), la que tiene que ver con la Internet de las Cosas. Al hablar de «cosas» el asunto cambia. La empresa industrial vuelve a su zona de confort. ¿O sea que vamos a hablar de productos? Vamos, ¿de esas «cosas» que nosotros fabricamos? Pero dicho esto de nuevo otro palo: sí, hablamos de cosas, pero las capas de información que se añaden a los productos transforman ese producto en un servicio. O sea, que si decides apostar por la Internet de las cosas, ya vas pensando en transformarte, de alguna forma, en empresa de servicios.

Si en la Internet de las redes sociales y la comunicación tenías que hablar con la dirección de marketing y con el mundillo comercial, ahora con la Internet de las cosas puede que tengas que hablar con los de ingeniería y fabricación. Y en ambos casos entenderte, como puedas, con la gente de sistemas de información. Pero en realidad lo que hay que revisar es el modelo de negocio. Y eso implica a la empresa en su globalidad, sea mirando a través de su equipo directivo al completo, de su gerencia o de toda la plantilla.

La Internet de las cosas promete mucho. Como siempre han prometido las tecnologías. Hay estudios –General Electric a la cabeza– que nos explican los brutales saltos en competitividad a los que podríamos llegar. Vale. Pero la industria necesita repensarse. La manufactura avanzada no va solo de tecnologías y de herramientas, va de concepto de producto/servicio, de una nueva relación con el cliente y con la propia ciudadanía. De ahí que el desencuentro entre Internet e Industria sea lógico.

Dicho todo lo anterior, no queda otra que arrimar el hombro para hacer evolucionar nuestra industria. El reshoring parece, al menos en Estados Unidos, una realidad. Pero la industria del siglo XXI tiene que repensar su relación con las personas que trabajan en ella y tiene que modificar su relación con la ciudadanía. Por supuesto, clientes, mercado, excelencia, calidad, lean management y lo que queráis. Pero hablamos de un reposicionamiento de la industria frente a la ciudadanía. Lo queramos o no, conformamos una sociedad que hemos caído de lleno en la compra low cost. ¿Por qué? Unos necesitaron seguir con cuentas de resultados con ganancias y otros decidimos mirar para otro lado al comprar. Porque -me incluyo- cada cual tenemos nuestra parte de responsabilidad.

Quiero pensar que Internet ayudará a repensar la industria. Pero estamos jugando casi en campo quemado. Los precedentes no ayudan. Sin embargo, insisto: no queda otra, hay que arrimar el hombro y volver a hablar de industria, empleo, innovación y compromiso con la ciudadanía. En ello andamos.

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