Parece que una decisión compartida en origen con las personas afectadas es siempre la mejor opción para que se asuma. Sentirla como propia es el mejor camino para que no haya discrepancias. Difícil contradecir esta afirmación. O no. Porque cuando la incertidumbre gana enteros, cada vez más vamos a tener que recular y modificar decisiones. Si la frecuencia con la que hay que decidir aumenta, la toma de decisiones colegidas puede volverse un camino tortuoso y desmotivante en sí mismo. Por lento y poco operativo, entre otras cosas.
Participar no es un concepto absoluto sino que está vinculado al grado en que los asuntos nos afectan e interesan. Es decir, es contingente. Además, las partes implicadas pueden tener un conocimiento muy diferente de los entresijos de la cuestión. Y para complicarlo aún más, en los contactos directos entre las personas que debieran participar se producen dinámicas de influencia mutua imprevisibles. A veces uno hasta piensa que serían mejor métodos cartesianos donde todas las personas tuvieran parecida oportunidad de expresar sus puntos de vista.
Todo lo anterior viene a cuento de recolocar en su justo punto la participación, sea institucional (promovida por una empresa o por alguna Administración Pública) o procedente de la ciudadanía. Cierto que parece lógico asegurar unos mínimos para salvaguardar la «calidad participativa» de la toma de decisiones y de su puesta en marcha. Pero a partir de ahí hay que jugar en un continuo que va desde mínimo a máximo, buscando puntos medios que se van desplazando según temas, momentos y personas implicadas.
No nos conviene magnificar el concepto de participación. ¿Por qué? Porque puede estar afectado de afasia semántica: de tanto usarlo ya no dice nada… y cuando lo dice puede significar cosas bien diferentes. En la actualidad hay un proceso en curso impulsado desde Gobierno Vasco para elaborar un Libro Blanco de Democracia y Participación Ciudadana en Euskadi. Se intenta movilizar a un buen número de agentes para llegar a consensos que alimenten en origen un trabajo comprometido. Objetivo loable a la vez que casi imposible que cumplir. Pero hay que insistir… ¡con cautela!
A veces tengo la sensación de que existe una peligrosa corriente de sobreparticipación. El peligro tiene que ver con que los diseños erróneos de estos procesos hunden su credibilidad («sale el tiro por la culata») y con que es muy habitual naufragar en la búsqueda de acuerdos terminológicos. No hay que olvidar que el mundo se cambia haciendo. También pensando, vale. Pero hay que «hacer» y cada caso está bien que se plantee cómo podría ser enriquecido mediante dinámicas participativas. Pero…
Pero dicho eso, la cuestión está en la justa dosis. Sí, aquí sí que nos la jugamos. Porque poner caramelos en la boca y luego quitarlos es lo peor que nos puede pasar. Las expectativas de las personas dibujan panoramas complicados que hay que abordar. ¿Se trata de decidir con igual responsabilidad por cada una de las partes? ¿O me estás consultando y luego tú decides? Hay que afinar.
Dicho lo anterior, sigue siendo motivo de trabajo. No queda otra: tenemos que profundizar en las dinámicas participativas. Pero no conviene perder el sentido crítico con unos procesos que muchas veces acaban cansando y desorientando.
20 comentarios
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Los peligros de la sobreparticipación
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Efectivamente, tenemos todavía mucho que aprender sobre participación. La cuestión es cuándo, cómo, con quiénes y para qué. Lo difícil, acertar ;-).
Gracias por la difusión, Julen.
Quizá, Iñaki, acabamos por descubrir que cada caso presenta suficientes matices como para no poder aplicar «un modelo de participación». Lo digo porque al final hay que enganchar con intereses de las personas y ahí todo se complica… para bien 🙂
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Una reflexión muy necesaria para seguir madurando en nuestros modos de participación. Y si la clave está en las justas dosis, ¿tal vez las encontremos a través de modelos híbridos?
Peña-López, I. (2011) “A hybrid model of direct-representative democracy” In ICTlogy, #95, August 2011. Barcelona: ICTlogy.
Retrieved month dd, yyyy from http://ictlogy.net/review/?p=3812
Gracias por la referencia, Xavi. Supongo que sí, que es vía modelos «híbridos» donde hay que encontrar las claves. Eso sí, cada caso con un diferente grado de «hibridación», me temo.
Peligros de la sobreparticipación http://t.co/Ff1iN2jks9 x @juleniturbe
El mundo se cambia haciendo. También pensando, pero hay que “hacer”
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El mundo se cambia haciendo. También pensando, pero…
Els perills de la sobreparticipació, segons @juleniturbe http://t.co/6OJBnUWlAs #management
Este es un tema que, ya sabes, me interesa mucho.
No creo que exista el problema de la «sobreparticipación». Es como decir que una democracia tiene el problema de ser demasiado democrática. No hay «demasiados» en ese campo. Es un conjunto finito, y cuanto más mejor.
Una cosa es la cantidad, y otra la calidad. El fallo que tenemos es de calidad. El prefijo «sobre» sugiere que hay un exceso, y eso yo no lo veo en ningún sitio.
Que se invite a la gente a opinar es solo una parte de la historia, y si se queda ahí, no es «participación», sino «postureo participativo». Ahí es donde está el fallo (casi sistémico) que tenemos. En fin, desde mi punto de vista no hay una «corriente de sobreparticipación» como dices sino, más bien, de «falsa participación», o si quieres mejor, de «sub-participación genuina».
Otro tema es cómo articulamos esos modelos participativos, los que van en serio, para que sean eficientes con el escalado. Ahí hay retos operativos muy gordos 🙁
Pues no creas, a veces tengo la impresión de que hay una corriente por «abrir» procesos participativos, como una especie de nuevo mantra que todo lo va a curar. Aunque estoy de acuerdo en que seguramente son iniciativas muchas de ellas viciadas en forma/fondo. Y ahí sí que estoy contigo en que la calidad falla. Pero no descarto que estemos en un periodo claramente inflacionario de participación.
Que pena perderme la jornada de Donosti… Comparto contigo Julen que lo importante es «hacer». Learning by doing… Está bien y es necesario reflexionar, consultar, analizar etc. pero yo entiendo la participación como acción. Como dice el Amalio el «posturo participativo» no es lo mío si lo que realmente se quiere es PARTICIPAR!
Pues sí, Ana, se trata de hacer. Aunque con su dosis justa de pensar 😉
Coincido en el fondo de tu crítica, creo, pero estoy con Amalio en que no sobra participación, todo lo contrario, faltan experiencias participativas y calidad participativa. También de acuerdo contigo en que detrás de la palabrita hay de todo. Por cierto, yo he sido felicitada por mi participación en ese proceso que nombras y no recuerdo haber hecho nada más que recibir mails… ¿?? espero que toda la participación cuantificada no sea como la mía… Un abrazo y gracias por pensar siempre un poco más allá de lo correcto.
Izaskun, igual que ha pasado con «innovación» y luego con «innvoación social» nos puede pasar con «participación». Ande o no ande, caballo grande. Y si es lo que se lleva ahora, leña al mono. Por eso mis precauciones con una extensión deformadora del palabro 😉
Enhorabuena por la felicitación que te han dado jajajajaja