Tienes dos opciones: mirar el camino o mirar al Teide. No hay manera. La vista se escapa hacia esa mole que blanquea con las nieves recientes. Después de cada curva la mirada lo buscará de nuevo. A veces entre la niebla, a veces contra ese azul inmenso y diáfano. Pero no hay forma de evitarlo. Es tan descomunal que atrapa la atención. Da igual que sean cien o mil veces. Lo sigues mirando.
La ruta circula a partes iguales entre la carretera de las Cañadas y una pista que serpentea entre los pinares por su vertiente norte. Da tiempo para verlo e intuirlo de muy diferentes formas. Allí al final de la ceniza volcánica, más lejos tras las ramas de los árboles, por las llanuras siempre omnipresente. Así que pedaleas pero solo se trata de un acto secundario. El camino es camino pero tan solo es la disculpa para poder decir que has compartido su compañía durante cinco horas. Tú te vas, él se queda. El Teide.
2 comentarios
Envidia!!!!!
[…] Ayer fue día de terminar preparativos y embalar la bici. Primera experiencia de facturarla en el avión. Claro que para lo del embalaje me ayudó Aitor, un estupendo mecánico de Ciclos Maestre que bien podría formar parte del club de los Ezequieles. Y aquí en Tenerife al llegar, otro estupendo amigo, José Carlos Hernández, fundador de la Red de Innovación Social de Canarias, que se ha acercado con su furgoneta tuneada hasta el aeropuerto para llevarme a La Esperanza, camino del Teide, desde donde empezaré a pedalear mañana. Vendrán recuerdos de una estupenda ruta circular que hice allá por enero de 2014. […]