En general -sé del riesgo de generalizar- creo que las empresas han desarrollado un lenguaje épico. Retos y metas que conquistas sobre la base de grandes batallas por la competitividad donde el enemigo no merece ni agua. Claro, exagero, pero no me diréis que no es lo que predomina. Conviene excitar la motivación por el logro en la tropa para que sintonicen con la ambición de ser líderes, conquistar un mercado o alcanzar la excelencia. Pero a veces la calidad no va acompañada de calidez.
Esa épica va asociada a una gestión de escasez. Allá arriba en la cima solo hay sitio para unos pocos… si es que no es solo uno quien puede ocupar el lugar. Por tanto, en la carrera hacia el triunfo hay que ir derrotando contrincantes. Testosterona ante todo para alcanzar la cumbre. La humildad es para apocados.
En cambio, de un cierto tiempo a esta parte, muchas sociedades tratan de poner en valor todo un nuevo sentido de economía colaborativa. Frente a la única lógica del «tú o yo» surge la esperanza del «tú y yo». Sin embargo en más de una ocasión esta nueva lógica también es perversa por cuanto «tú y yo» (fusiones empresariales) termina en «hay que hacer la cuenta de cuánta gente nos sobra». La competitividad moderna requiere sacrificar en el altar del éxito unas cuantas vidas profesionales. No queda otra, según parece.
Sacrificio, esfuerzo y sudor no son valores negativos. No lo son si no los exaltamos como única vía para medrar. Porque eliminado el placer de hacer las cosas porque nos gustan, solo queda entrar en un territorio donde o me das recompensa o va a trabajar tu tía. Todo esto, para liarlo más aún, anda hoy revuelto por las toneladas de couchins y procesos de desarrollo personal que pueblan la arena empresarial y que tratan de convencernos de que somos responsables de nuestro éxito.
Yo de vez en cuando me paro a hablar de diversión, de pasarlo bien y de hacer las cosas porque sí. Ahora lo llaman gamification, creo. Pero eso conduce a perder la sacrosanta referencia de la eficiencia. Si algo gusta lo último que esperas es que te corten el rollo porque deja de ser competitivo. A ver, o una cosa o la otra, pero las dos a la vez va a resultar que se convierten en oxímoron. Pues no, la lógica moderna dice que no. Cultiva tu pasión y haz de ella tu medio de sustento, pero no te pases, que si te gusta mucho luego en vez de que te paguen, vas a ser tú quien deba pagar por ello.
No sé, siempre ando dándole vueltas a este imposible trabalenguas. No hay manera de resolverlo. A mí me sobra sentido épico en las empresas. Prefiero algo más light, donde no haga falta recurrir a la sangre y a las arengas para conquistar esa posición que el enemigo nos ha usurpado. Es un lenguaje del que suelo huir pero que sigo encontrando en multitud de reflexiones estratégicas o en videos corporativos o en memorias sesudamente escritas. Definitivamente, debo ser un blando.
5 comentarios
Hum, ¿seguro que hacer las cosas por gusto es «jueguificación»? ¿Y acaso ese engendro no es competitivismo también? Aunque sea contra ti mismo,…
A mí lo que no me gustan son las dialécticas. Ni la épica ni la «flowerpower». La primera, más o menos como tú, no la trago, pero la segunda, «no me la trago».
¿Por qué … leñe … no poner las cosas claras, negro sobre blanco, y dejarse de zarandajas? La dialéctica resalta conceptos a costa de ocultar otros.
Las empresas, en su conceptualización tradicional, tienen un marcado carácter «militarista». Somos un ejército, con sus generales y sus soldados rasos, que van a la batalla contra un enemigo. El lenguaje, las formas, la organización, los métodos… seguro que hay más de una tésis universitaria al respecto.
La cuestión es que probablemente antaño (en la época de la competitividad basada en la «mano de obra») tuviese cierto sentido. Pero al igual que las guerras de hoy no son como las guerras de antaño, el entorno de los negocios no es como el de entonces. La organización no puede ser la misma. Creatividad, conocimiento, implicación… no se pueden gestionar de la misma forma que el esfuerzo o el «meter horas».
Sin embargo, seguimos compitiendo en los mercados. Porque al final hay que vender, si quieres cobrar. Y hay que vender a un comprador que va a elegir entre sus opciones disponibles… la que mejor le venga (incluyendo el factor precio).
Yo no creo que sea un oxímoron. Pero sí un «santo grial» difícil de alcanzar…
[…] dilema al zurrón de este mundo paradójico. Diviértete pero sin que se te olvide el esfuerzo. Lírica frente a épica. Sentir y gozar frente a esa ardua labor de cada mañana cuando hay pedidos pendientes que entregar […]
[…] dilema al zurrón de este mundo paradójico. Diviértete pero sin que se te olvide el esfuerzo. Lírica frente a épica. Sentir y gozar frente a esa ardua labor de cada mañana cuando hay pedidos pendientes que entregar […]
[…] forma de pensar y hacer. Hay que reivindicar con fuerza esa otra forma de gestionar, alejada de la épica empresarial, de ganar, de tumbar adversarios, de belicismos. No, no quiero […]