En el fondo es como si el altruismo pudiera resultar incluso una táctica -en su sentido analítico y racional- adecuada para conseguir que las micropymes sean más resilientes. Richard Sennett se agarra a otro tipo de altruismo, a ese que «sale de dentro», de las conversaciones con nuestro otro yo y por el que los actos suceden «porque sí». Ayudar sin recibir nada a cambio es algo que aparentemente va contra la lógica de los negocios. Pero no tanto.
En los negocios, por ejemplo, existen las comisiones. Nada parece ser gratis. Hay que regular las transacciones. Si te llevas un proyecto gracias a mi intervención, puedo pedirte un peaje: págame determinada comisión. Pero esto es ver un proceso solo a corto plazo. Si mañana ocurre al contrario, es probable que tú me exijas, de igual forma, la comisión. Ojo por ojo y diente por diente.
La consecuencia de este tipo de intercambios también nos la aporta Sennett, citando al sociólogo frances Marcel Mauss: los vínculos sociales de ese tipo de intercambio son muy débiles. La desconfianza rige la transacción. En cambio, el altruismo provoca otro tipo de vínculo más fuerte. Aunque, insisto, en realidad no es tanto altruismo como la lógica del largo plazo: hoy por ti, mañana por mí. Si hoy te ayudo en el fondo estoy esperando, lo explicite o no, que mañana quizá tú me puedas ayudar. La deuda moral que se establece entra en juego.
Lo que trato de argumentar es que entre pequeñas unidades no tiene mucho sentido la lógica transaccional de los negocios tradicionales. Las reglas de mercado que funcionan mediante contratos (que son, a fin de cuentas, evidencias de la desconfianza) no son un modelo que sirva en el plano de lo micro. El cambio de escala es un cambio de reglas. Jugar con las reglas de los mercados tradicionales es reproducir la desconfianza.
¿Por qué usar modelos más altruistas entre micropymes? Porque la incertidumbre es menor. Es mucho más complejo evaluar la «buena fe» de una gran compañía, sujeta a un entramado enorme de intereses, que la de un pequeño proyecto donde la mejor evaluación es la que obtienes mirando a los ojos a quienes lo protagonizan. Cuando en empresa abierta hablamos de la dimensión humana de las empresas, estamos abrazando un modelo que huye de la desconfianza para instalarse en intercambios altruistas en gran parte.
Por eso también, la regulación mediante normas debería elaborarse a posteriori tras haber pasado por situaciones que lo requieran. No creo que convenga la regulación previa porque cuanta más se desarrolle menos «confianza» se genera entre las partes. Vale, las normas pueden generar un campo de juego compartido. Pero cuando entramos dentro de él, la regulación externa a veces se come el encanto del acuerdo mutuo entre personas.
Y sí, soy consciente de que hablo de escala micro. En lo macro las pautas de juego entre humanos se modifican.
4 comentarios
[…] Es en ese terreno que se intuye cada vez con más claridad, en el que la cooperación al desarrollo se irá transformando en una función social de algo que, por su parte, tampoco puede ser llamado escuetamente empresa, pues no es un simple maximizador del beneficio monetario o una función económica, sino un articulador social cada vez más abierto a todas las escalas. […]
Totalmente de acuerdo contigo, Además el hecho de ayudar a alguien produce una profunda satisfacción personal y quien recibe esa ayuda confía en poder devolver el favor, lo cual crea una relación que difícilmente se da cuanto se formaliza como un intercambio comercial.
Un saludo, Angel.
Pues sí, lo «comercial» tiene sus limitaciones. Así que hay que buscar otros caminos 😉
[…] Es en ese terreno que se intuye cada vez con más claridad, en el que la cooperación al desarrollo se irá transformando en una función social de algo que, por su parte, tampoco puede ser llamado escuetamente empresa, pues no es un simple maximizador del beneficio monetario o una función económica, sino un articulador social cada vez más abierto a todas las escalas. […]