Coincidí el pasado viernes por la mañana con Venan Llona en la presentación del caso de Reiner, dentro de las sesiones que desde Arbela se encarga de organizar el equipo de Hobest. Venan, al terminar, me decía que si aquello que habíamos estado escuchando podía calificarse de caso de éxito y si era normal que mereciera el premio Toribio Echevarria a la mejor empresa tecnológica al haber puesto en marcha Reiner Microtek, dedicada a la microinyección de plástico. Pues no lo sé, pero en varias ocasiones se habló de Reiner como una empresa «normal», una definición curiosa, desde luego.
Normal en este caso supone que la empresa va bien. De hecho, aseguraban no haber estado nunca como hasta ahora desde que se fundó allá por el año 1928. Conforman un grupo con varias empresas, pero de un tamaño más bien contenido. Cuentan en él incluso con una planta en Polonia. O sea, que pequeños pero también afrontando el reto de la internacionalización. Y con la citada empresa de base tecnológica, además. Vamos, que son pequeños, se han internacionalizado, apuestan por el valor añadido que ofrecen ciertas tecnologías de vanguardia… y, según decían, con humildad. Va a ser que es una normalidad que destaca hoy en día al compararse con la cantidad de casos «anormales» que conocemos día sí y día también.
Sin embargo, en las cerca de tres horas que estuve allí en la sala multimedia de la sede de la dipu en Obispo Orueta, creí comprender que había más razones para que una empresa «normal» esté en su mejor momento cuando a su alrededor la crisis galopa desafiante. Al menos, de las conversaciones de la mañana, extraigo cuatro aspectos a destacar.
En primer lugar, una potente orientación al mercado. Algo «normal» en cualquier empresa pero que en la típica empresa industrial de por aquí a veces se echa en falta. Reiner manifestaba en varios momentos de la presentación la importancia que asignaban a ser «importantes para nuestros clientes». Esto se traducía en una permanente búsqueda de valor, en probar con producto propio (con sus bolas para parques infantiles o en el sector sanitario), en centrarse en determinados nichos de mercado, en profundizar en ciertas tecnologías y no en otras. En definitiva, Reiner como empresa volcada hacia el mercado, con una visión global pero con actuación muy focalizada.
Después citaría su modelo de internacionalización «contenida». Escuchar a su gerente explicar cómo se instalaron en Polonia fue estupendo. Siendo pequeños buscaron partners, pero no encontraron ninguno a su medida. Así que hubo que buscar a una persona. Sí a una persona, solo a una. Y que primero aprendiera castellano y luego sobre el estilo y las tecnologías de Reiner. Y compraron una máquina, ¡solo una máquina! Es decir, nada de grandes inversiones. Había que estar en Polonia por motivos sobre todo logísticos. Y se pudo hacer poco a poco, con «cariño», como nos explicaban.
En tercer lugar hay que reseñar la constancia que ha demostrado. ¿En qué? En no tirar la toalla cuando todo parece pintar negro. En su momento, allá por 2002, una hoja Excel dijo que la empresa no era viable. Pero hubo una apuesta y un proceso de participación, de cesión en la capacidad de decidir para que la gente asumiera pequeños saltos de responsabilidad, sin mayores estridencias. En vez de grandes proyectos con los que salir en portada de la prensa color salmón, el trabajo fue más callado y en la sombra, con las clásicas tensiones de una empresa familiar, pero apostando por seguir produciendo desde aquí y cambiando las formas.
Por último, un aspecto crucial: no fabricar para saturar recursos. Un mal muy extendido cuando cuentas con instalaciones que han requerido fuertes inversiones económicas es el de, sea como sea, saturarlas. Que no falte trabajo, da igual los márgenes que deje. Pues bien, Reiner puede ser un caso muy claro de cómo luchar contra esta epidemia. Como decíamos antes, hubo que buscar nichos, productos, tecnologías. No era cuestión de fabricar para perder dinero, así que decidieron, por ejemplo, concentrarse en automoción, fabricando una serie de piezas para la suspensión y con fuerte orientación a ser proveedores de primer nivel para el mercado europeo. Pero nada de fabricar «de todo» para que las máquinas no paren.
Así que, como me decía Venan, allí no había para nada tecnologías de información y comunicación. Ni una alusión a Internet, ni a la web social o las redes sociales. Nada de nada. Hay otros mundos y están aquí. Son mundos pegados a ciertas prácticas empresariales, que se hacen competitivos a partir de unas estrechas relaciones con sus clientes, haciendo bien las cosas y con un enfoque humilde, contenido, eliminando controles internos y dando confianza a la gente. Nada del otro mundo. Una empresa normal. A lo mejor es lo que necesitamos, empresas normales y no tanto bombo y platillo que demasiadas veces hace que se presuma de aquello de lo que, en el fondo, se carece.
7 comentarios
Doy fe. Ocurrió tal cual lo has narrado y coincido al 100% en tus apreciaciones. Tal vez mis expectativas estaban demasiado elevadas esperando un «algo» de innovación que no vi, y precisamente de eso se trataba, de que una empresa «normal» también puede innovar.
Yo, de mayor, quiero ser normal? No lo se, es muy aburrido.
Venan.
Hay otros mundos, Venan, hay otros mundos 😉
Tendríamos que preguntarnos qué es lo normal y lo anormal…
Yo, como Venan, también coincido con tus comentarios, Julen. Realmente fue una presentación sencilla donde el factor sorpresa era que no había estridencias ni grandes descubrmientos. Javier Igarza desde un tono muy humilde fue narrando las vicisitudes de Reiner en los últimos 10 años siendo consciente de que la esencia del proyecto ha tenido que ver con la apuesta que en su día hicieron de creer en el proyecto y en las personas que lo conforman.
En ocasiones tengo la sensación de que cuando las personas se acercan a los encuentros arbela vienen con la pretensión de encontrar claves que les ayuden a mejorar su quehacer cotidiano. Y mi esperanza es que cuando se van lo hagan con el convencimiento que «eso» que están buscando fuera ya lo tienen dentro de sus propias orgqanizaciones. Solo falta que puedan verlo.
Un placer Julen coincidir el otro día contigo.
Felices vacaciones
Pues va a resultar que es tan sencillo como apostar y creérselo 😉
Creo que das en el clavo, Borja. En efecto, como en el chiste del borracho, andamos buscando la llave donde los potentes focos de las sacrosantas Escuelas de Negocios proyectan su luz (líderes carismáticos, metodologías complejas -sólo para iniciados-, historias épicas…) sin reparar en que está (la llave) mucho más cerca de nosotros, en el potencial -no desplegado, cuando no claramente reprimido- de todas las personas que tenemos en la organización y en las redes que sean capaces de crear. Aunque todos hablemos del «trabajo del conocimiento», creo que seguimos sin entender lo que es…
Gracias a ambos y felices vacaciones!
Pues sí, debe ser eso, que es más simple que lo que tratan de explicarnos en la ortodoxia de las escuelas de negocios. Quizá sentándonos con la gente y hablando francamente se obtienen más resultados que no por la aplicación de complejas técnicas de management. Claro que complicar la vida en la empresa quizá vivimos muchos… donde hasta tendría que incluirme yo mismo, me temo.