Hay ocasiones en las que mi discurso pudiera parecer que se inclina solo por un modelo de empresa, líquida, pequeña, muy centrada en la persona, ágil. Y por supuesto que se inclina por este tipo de empresa. Pero eso no me impide reconocer la lógica necesidad de que también existan empresas grandes. Grande, de más de 3 personas me refiero. Claro que hacen falta empresones. Son otra opción. Que no sean santo de mi devoción no supone que no reconozca que deban existir.
Comento lo anterior porque a veces hay quien me dice que vivo en un mundo irreal por pretender desarrollar este modelo de empresa abierta que en gran medida sale fuera del estándar. Y suelo contestar que no hay problema, que la inmensa mayoría de las empresas tienden a crecer, a facturar más y más, a buscar más y más beneficios. Así que no pasa nada porque un mindundi en una esquina no haga más que decir que otro modelo de empresa es posible. No nos vamos a cargar el sistema, no hay que preocuparse.
También reconozco que el modelo de empresita con que funcionamos quienes vivimos en los diversos barrios de la artesanía no es para todos los gustos. Hay mucha gente que no quiere líos, sino cumplir con el puesto de trabajo que tenga asignado. Lógico, normal. Eso sí, si la situación se vuelve complicada y te descubres despotricando con excesiva frecuencia de tus jefes, que sepas que hay opción. Pero no obligación. Ninguna.
Así que esto de las pequeñas empresas abiertas y muy «humanas» no trata de competir con otro modelo de empresa «de toda a vida». Sin más, plantea una alternativa… que cada vez es más posible por la forma en que podemos desarrollar vínculos con otras personas sin la interfaz empresa. Esto es lo que ha cambiado. No siempre hace falta una empresa, su CIF y su plantilla, para acometer trabajos. Trabajos que nosotros llamamos proyectos.
Pero las grandes empresas hacen falta. No hay que menospreciarlas porque son una manera en que plasmar ambiciones colectivas. Representan una forma de entender la sociedad y de transformarla. Eso sí, al crecer ocultan en su seno -por simple cuestión de estadística- más y más conductas irregulares. La mano izquierda puede perfectamente no saber qué hace la mano derecha. La responsabilidad social corporativa cabalga a lomos de vete tú a saber qué prácticas concretas.
Desde luego que este no es un artículo de loa a la gran empresa. Es sencillamente un artículo que reconoce que hay otros modelos empresariales diferentes a los que planteamos aquí que son tan necesarios como cualquier otro. Sin embargo, conviene poner coto a su poder e inculcar en su seno comportamientos éticos. El volumen provoca pérdida de transparencia. Por eso hay que ser más exigente con esas grandes instituciones. Las corporaciones multinacionales son entidades que definen el tiempo presente, para lo bueno y para lo malo. Ahí están y tienen que existir.
6 comentarios
Cómo me gusta leerte, destilas ese sentido que suele ser una de las primeras víctimas en las grandes empresas (el sentido común)…
Para temas básicos como el dar de comer a tantos millones de individuos, desplazarnos en transporte( tierra, mar, aire) o temas energéticos parece claro que nuestras sociedades necesitan casi siempre de gigantescas corporaciones, es lo que toca , aunque siempre se pueden encontrar alternativas ¿ o no? 🙂
[…] es sólo, como señala Julen, que el volumen provoque pérdida de transparencia. La escala independiza a los gestores del […]
[…] comentó Julen eso de que “También las grandes empresas hacen falta“, en contraposición a otro modelo de empresas, las pequeñas, las medianas, etc. Porque es […]
[…] comento ante la evidente crisis actual en muchas de nuestras instituciones. La empresa, sobre todo la empresa grande, dominada por la especulación financiera, corre el riesgo de convertirse en un monstruo nocivo […]
[…] es sólo, como señala Julen, que el volumen provoque pérdida de transparencia. La escala independiza a los gestores del […]