¿De verdad necesitamos tanta información?

Hubo una época en que mantenía la tensión por no acumular. Como quiera que me engatusó la metodología de las 5S, dedicaba tiempo a que mi entorno fuera minimalista. Recuerdo ciertas épocas profesionales en las que «menos era más«. Menos objetos sobre la mesa, menos papeles, menos información guardada. Menos también lo asociaba a salud mental. Una especie de descarga constante para dejar los niveles de inventario en niveles bajos. Pero ahora ya no es así. Bueno, no lo es tanto como entonces.

He sucumbido al volumen. Acepto como lógica la abundancia de información. Escribo y explico en talleres y proyectos que vivimos en la lógica de la abundancia. La información y el conocimiento son recursos que brillan por su volumen. Un torrente que nos puede ayudar a ser eficientes. Lo acepto como consustancial a los tiempos en que vivimos. Esto ha explotado y ni tú ni yo podemos hacer nada. Esconder la cabeza bajo tierra no impide que continúe el fuego de artillería allá arriba: más y más información.

Luego también me doy cuenta, en cambio, de que mucha gente con cargos de responsabilidad toma decisiones no tanto sobre una base racional de información sino mediante métodos mucho más intuitivos. Cómo se decide depende del momento. Puede haber presión o aspectos emocionales que obligan a apartarse de las lógicas de balancear aspectos positivos y negativos. Las personas seguimos portando cierto misterio a nuestro alrededor y no siempre es fácil comprender por qué alguien acaba decidiendo lo que decide.

Manejar información es invertir en organizarla: etiquetar, categorizar, compartir, priorizar. Somos amateurs que jugamos a profesionales de la información. Tenemos las herramientas y las competencias. Si además tienes sensibilidad ante el hecho de que la información es la principal materia prima con que trabajamos, todo parece claro: hay que aplicarse en la gestión organizada de volúmenes considerables de información.

Pero, ¿de verdad nos hace falta tanta información y tanta gestión? Tengo claro que manejar más fuentes supone mayor tensión. El tiempo se comprime. No hay tiempo porque simplemente quiero manejar más volumen de información. Y como la densidad informativa aumenta, mi percepción es que el tiempo se escapa. De ahí que, en mi caso por ejemplo, acabe poniendo barreras en la agenda.

No tengo claro si no debiera empezar a abandonar ciertas fuentes. A veces me engaño y me digo «pero si no molestan». Están ahí y si no las leo no pasa nada. Si algo gordo sucede, seguro que me entero por terceras partes. No sé, acabo de preparar una propuesta cuyo título dice: Eficiencia y productividad personal en el manejo de información. Y en cuanto la he enviado al cliente me he quedado pensando si no hemos montado un tinglado artificial de locura colectiva donde «menos ha dejado de ser más» para darse la vuelta y convertirse en «más es menos». Disculpad la pequeña neura; seguro que para mañana se me ha pasado.