Ya está. Ha sido una experiencia muy diferente de la del verano pasado. Después de las lluvias del invierno, la primavera sobrecoge en su verdor. Echo la vista atrás para quedarme con diez recuerdos y los escribo para que no escapen tan fácil.
- La romería de Nuestra Señora de la Coronada en Calañas. La primera vez que tomo contacto con un evento así: fervor popular, fiesta, alegría, antropología en vivo. Una romería de pueblo, en el mejor de los sentidos. La gente apiñada en las callejuelas que rodean la iglesia de Calañas para traer de vuelta a la virgen.
- Las minas de San Telmo. Por extrañas, por diferentes. Paisaje arrancado a fuerza de modificar las entrañas de la tierra. Juegos de colores imposibles, intensos, llamativos. Y, claro, la otra parte de la moneda: el abandono, la decrepitud, el olvido.
- La fuerza del Guadalquivir desbordado. Desde 1963 no recordaban algo parecido. La vega inundada, aunque nuestro recorrido coloque un mes de distancia con las inundaciones. Las huellas son evidentes, con un terreno que extraña tanta agua en tan poco tiempo.
- La humildad de las tostadas con aceite y sal. La sencillez del pan frente a la repostería elaborada. Y la lógica consecuencia económica. ¿Cuánto le debo del café con leche y la tostada? Va a ser 1,50 euros, señor.
- Los senderos de la Sierra de Aracena. Caminos tradicionales que se esconden del asfalto y serpentean pegados a arroyos y bosques humanizados. Empedrados algunos para dejar constancia de que fue una raza inteligente la que los diseñó y los hizo realidad.
- La dehesa al amanecer que explota el verde de la primavera. Verde inmenso y exultante por el primer sol de la mañana. Para qué explicar más: sólo hay que estar allí.
- El Cordel de la Mesta. De lado a lado esta cañada extiende su manto verde oscuro, colonizada por jaras y arbustillos. Arisca para el hombre, amable para ovejas y perros. Ahí sigue, esperando que alguien a siga pisando para que no desaparezca. Son los caminos de la trashumancia. Mientras, el pastor se pregunta qué hacen los humanos con sus bicis por donde se mueven sus ovejas.
- La entrada en Cazalla de la Sierra. Una vía verde que deja a los pies de un sendero que sube, escondido, al pueblo. Y allá arriba, de repente, la iglesia se recorta en el cielo con el pueblo por debajo. Mientras, un burro colorea la escena.
- Los animales domesticados. Amansados por el hombre, quedan a su servicio. Modelados para ser instrumento de sus dueños, con un destino predeterminado. Sacrificio y utilidad.
- Los vadeos imposibles. Arroyos que vuelto orgullosos a ser lo que fueron, alegres de devolver agua a sus cauces. Cruzarlos supone tomar contacto con un agua fresca, potente, ágil; agua que se evade cada día más de la vida cotidiana, pero que esta primavera fluye alborozada.
3 comentarios
Qué bonica la Divina Pastora.
Zorionak txapelduna!!!
[…] la Semana Santa de 2010. Hoy de nuevo por estas tierras del norte andaluz. En el recuerdo fotos y texto de aquellos días. Socializa este […]