El viernes me subí con la bici hasta Pagomakurre, uno de los lugares habituales por los que ascender al Gorbea, y ayer sábado hasta el monte Serantes. A éste último subo casi todas las semanas. A Pagomakurre hacia casi un año que no subía. Estos dos lugares tienen ahora algo en común: una potente pista bien encementada para goce y disfrute de automovilistas.
La subida a Pagomakurre es relativamente larga. Empiezas a algo más de 100 metros para llegar al final a algo menos de los 900. La del Serantes es mucho más corta ya que sólo son 450 metros desde abajo en Santurtzi hasta la cima. En la subida a Pagomakurre el desfile de vehículos es tremendo. A medida que iba subiendo no hacía más que pensar: joder, ¿dónde se van a meter todos estos coches? Y sí, claro que caben. Todos apelotonados donde termina la pista. Allí están todos los todoterrenos ecológicos, allí están todos los mendigoizales.
Pero esto es progreso, no cabe duda. La pista encementada permite mejorar el acceso. Allá arriba en el Serantes hay una vista estupenda: la ría del Nervión, la costa hacia Cantabria, los Montes de Triano, Sollube y Jata bien destacados, Oiz o incluso Gorbea al fondo. Y en este monte urbano encuentras de todo: aitatxus y amatxus con sus niños, jubilados, prejubilados y postjubilados, montañeros que suben a toda hostia, gente que va a pasear, domingueros con sus tarteras de tortilla de patata y pimientos verdes… Monte masificado, ¿cómo no iba a ser así? Monte socializado.
Somos muchas las personas que pisamos el Gran Bilbao. Así que, ¿hacia dónde ir? Pues levantas la mirada y eliges monte. Aquí nunca vas solo. El otro día me preguntaba un amigo si no me agobia ir solo con la bici. Al margen de que a veces quede con otra gente, aquí nunca te sientes solo. Esa sensación es para Los Ancares y cuatro sitios más. Aquí la soledad en el monte hace tiempo que desapareció. Los montes son urbanos y no sé si por eso les colocan encima la placa de parque natural o reserva de la biosfera. La sociedad ataca y defiende. Allí en el monte están quienes ensucian y quienes limpian, quienes degradan y quienes preservan, quienes consumen y quienes producen. Así de contradictorio. Así porque quizá no pueda ser de otra forma.
Yo sigo subiendo con mi bici a montes urbanos porque desde el garaje de mi casa, cuando cojo la bici, es lo que tengo a mi alrededor. Alguna vez, eso sí, he creído sentirme cerca de un monte olvidado de su urbanidad por esta zona: quizá en el Valle de Carranza, pero poco más.
La civilización ha encementado las pistas. Ahora ya no hay baches, ya no hay piedra, ya no hay roderas peligrosas. Estamos encementando el monte. Y claro, hasta cierto lugar, ese terreno facilita que personas con ciertas minusvalías puedan acceder, que gente que vive en sus caseríos llegue a sus viviendas con mayor seguridad y en menos tiempo. Progreso, eso es progreso, ¿no? Va a ser que sí. Y, junto a ello, los montes se urbanizan. Me incluyo porque yo ahora soy de ciudad. De pequeño era de pueblo y vivía con vacas. Ahora soy de ciudad y yo también contribuyo a la urbanización de los montes.
Lleno de contradicciones, seguiré con mi bici. Oiré cómo un todoterreno viene por detrás y me adelanta, al igual que yo adelanto a la gente que va andando. Venimos al monte, somos urbanitas y allá vamos, todos a una. Y seguiré viendo cómo el todoterreno llega arriba, al parking de Pagomakurre, y querrá dejar su bólido pegado junto a la prohibición de «hasta aquí has llegado con tu coche, de aquí no puedes pasar». Lo dejará allá pegado a la señal de prohibido aparcar, infringiendo la norma. Él sabrá por qué lo hace. Es lo que haría en la ciudad, ¿no?
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1 comentario
Que buena foto de un hermoso lugar, la primera.
Saludos Santiagueños