Disculpen la ausencia, me fui a otro mundo, alejado del europeo. Al volver y tomar directamente contacto con la realidad profesional en la que me muevo -en este caso, unas clases de postgrado- otra vez lo he vuelto a sentir. He vuelto a no sentirme a gusto con un grupo de gente joven delante. David suele quejarse mucho, pero quiero pensar que no por ello podemos renunciar a crear necesidades.
En algún otro sitio ya lo he dicho: el mejor predictor de éxito de cualquier cosa que se entrega no está en quien lo ofrece sino en las actitudes de quien lo demanda. Y esto, meridianamente creo, pasa con la información. Me explico.
Si no percibes nada importante alrededor del recurso información, difícilmente vas a percibir que hay algo que te puede aportar personal o profesionalmente. Claro que acudimos a los beneficios de manejar información como recurso que diferencia a quien consigue mejores resultados. Pero no dejan de ser explicaciones teóricas. Cuando volvía en el coche (cada vez me parece un sitio más útil para pensar) pensaba que no son tanto los conceptos como las emociones lo que hacen que alguien consuma con ganas algo. Si queremos que la gente comprenda de qué va esto de gestionr información y por qué es importante dedicarle un tiempo, tenemos que llegar a ella sobre todo emocionalmente.
Me parece que me estoy liando, pero es que cuando después de una clase no te quedas a gusto, te pasan estas cosas. Buscas causas, remedios, relaciones, antecedentes…
No obstante, menos mal que saqué una cosa clara del asunto. En la gestión de la información (y una clase de un postgrado es una experiencia de manejo de información muy especial que algún día quizá me pare a desmenuzar), la clave no está en quien emite sino en quien recibe. ¿Discutible? Vale, pero no hay que olvidar el mismo input de información obtiene muy diferentes resultados en quien lo recibe. Así que mejor le damos vueltas a cómo son esas personas que están enfrente. Tendré que recurrir a los amigos del marketing para recibir un curso acelerado sobre cómo crear necesidades. Lo necesito, valga la redundancia.
7 comentarios
¡No te pide nada el cuerpo! Si he entendido bien, pretendes que tus jóvenes alumnos se interesen por la información y, aún más, se emocionen con tan abstruso tema.
La forma clásica de conseguir que un estudiante ponga interés en unos contenidos es someterle a un examen al final del trimestre. Tú quieres mas: venderles la asignatura hasta el punto que que se conviertan en informófilos.
Seguiré con gran interés la aventura, mi querido Don Quijote.
Hoooolaaaa. Volvemos al diálogo y el contraste, lo cual me encanta.
No se si te puedo ayudar, pero para mi la clave está en el concepto «crear» necesidades.
Humildemente pienso que las necesidades no se crean, en todo caso se pueden descubrir para poner delante el instrumento adecuado para satisfacerlas.
Es la vieja discusión en el mundo comercial, pero que al fin y al cabo se puede traspasar a otros ámbitos, casi todo es vender, aunque sean ideas.
Y claro, … ahí en donde das en la llaga, porque la necesidad interesa al mundo de lo subjetivo, a lo sentimental (Si se puede denominar así), a lo que tiene que ver con la emoción, como dice nuestro querido Alorza, …
Yo no me siento capaz de crear una emoción, … pero no se me da mal hacerlas aflorar y creo que cada vez más, nuestra labor en los cursos es trabajar con lo emocional.
Y sigo a mi rollo (No me llameis pesado), pero tal vez volvemos a lo que para mi es una de las la claves del problema, nuestras necesidades están cambiando y no tengo muy claro que sea para acabar potenciando nuestro ser ni individual ni social, … me asusta la falta de emoción que percibo en muchas ocasiones, la falta de espíritu rebelde, revolucionario o rompedor que veo en nuestros formandos, ansiosos por adecuarse lo antes posible a una sociedad que ni siquiera cuestionan, … no sé, … ¿Me estaré haciendo viejo y conservador?, ¡Qué miedo!
Bueno a mi una palabra que me gusta mucho y a la que achaco muchos de los males que veo a mi alrededor es la de entusiasmo, en este caso, falta de entusiasmo. Cuando me preguntan por algún estudiante bueno para proponerle alguna práctica o trabajo el grado de entusiasmo puntua en mi escala muy, muy alto.
Además creo que el entusiasmo está más relacionado con una forma de ser o estar en el mundo que con la aparición de una necesidad concreta. Por lo que igual nos estamos confudiendo de tratamiento…
Creo que esto está relacionado con la caida de las ideologías en el siglo XX. La gente ya no tiene fe suficiente como para participar en «construcciones» sociales que puedan cambiar el mundo y, consecuentemente, su situación. ¿El nihilismo lleva a la apatía? (espero que no haya ningún seguidor de Nietzsche por aquí), o quizás por esos es tan importante tener líderes casi casi mitificados en la organización (en la época de las redes!!) que creen una especie de ideología o credo en la que las personas puedan volver a creer para salir de su letargo y dar lo mejor de si mismas. (algún día sería interesante hablar sobre liderazgo porque el tema, pienso, tiene tela)
Pues para mí, tiene más tela el asunto del entusiasmo que el del liderazgo. Veo que tú remites la causa de la falta de entusiasmo a factores sociopolíticos. Si hay que hacerte caso, en tiempos pasados el entusiasmo era mayor y ahora se halla en peligro de extinción. Yo lo dudo.
Por una parte, la propensión al entusiasmo (y al desaliento) es un componente de personalidad, que varía interpersonalmente.
Por otra parte, existen personas capaces de generar entusiasmo a su alrededor (y de provocar un gran vacío cuando desaparecen).
Nota al margen: entusiasmo en griego clásico sería algo así como «Dios en mí». Cuando estamos entusiasmados, estamos en comunión con la divinidad.
Creo que no te falta razón Alorza, precisamente ahora estoy leyendo un libro titulado «La Tabla Rasa» de Steven Pinker que entra de lleno en el debate sobre si es más importante la Naturaleza (los genes) o la Cultura (la sociedad etc.) a la hora de conformar la conducta (no se si el término es el más correcto, miedo me da cuando ando entre psicólogos utilizar estas palabras)
Supongo que Alorza se decanta por la primera (está claro que siempre hay un componente de las dos pero bueno es una forma de decir cual tiene más peso)Yo como siempre no lo tengo claro
Nota al margen: me da mal rollo lo de la «comunión divina» para mi el entusiasmo es más o menos lo que dice la rae en sus dos primeras acepciones: «Exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por algo que lo admire o cautive» o «Adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño»
Buffff.
Volvemos fuertes del verano, eh?.
Emoción, entusiasmo, necesidades, propensiones, comunidad con la divinidad, exaltación, fogosidad, adhesión, … ¿Cómo se mide todo esto?.
Desde mi punto de vista, queridos amigos, la genética (Naturaleza) proporciona las potencialidades para que la sociedad (Cultura), escriba en la «Tabula Rasa».
Es decir, por poner un ejemplo sencillo: Con una sola pierna nunca seré campeón del mundo de los 100 metros lisos, pero con las dos piernas, un cuerpo «normal» y un buen entrenamiento se puede llegar al menos a luchar por estar cerca.
El mejor cuerpo del mundo sin un entrenamiento bien dirigido nunca llegará.
Estoy de acuerdo con Alorza en que si se trata de entusiasmo, estamos en un tema muy individualizado, que varía interpersonalmente y de difícil generalización conceptual.
Tal vez la cantidad latente de entusiasmo que existe en nuestra sociedad se mantiene y lo que ocurre realmente es que se distribuye de modos diferentes, … tal vez el objeto común de entusiasmo en el siglo pasado ha variado respecto al XXI,… quizá no sabemos detectar dónde se dirige ahora el entusiasmo de la gente y por eso no tenemos capacidad de cubrir necesidades en lo que ofrecemos.
Quizá el buen análisis es buscar los nuevos objetos de entusiasmo social, las Operaciones Triunfo de nuestra cultura o los Fernandos Alonsos de nuestro ser cultural, … tal vez así podamos dar lo que se necesita, … o tal vez es que nuestro sistema educativo es innecesario, porque es incapaz de entusiasmar y hay que revolucionar todo, …
Tal vez la información que socializamos no es la que interesa y entusiasma, tal vez incluso alguno de los canales no es el adecuado (Hace años oía a un importante responsable de Recursos Humanos de una empresa de Servicos a nivel internacional, que el futuro de muchos servicios no estaba en los ordenadores sino en la televisión, que si nos fijamos en todas las casas hay una o más, lo cual no ocurre aún con los ordenadores e internet).
En fín, no se si todo ésto ayuda a la reflexión del problema planteado en el post que proponía Julen, espero que sí o al menos lo intento… y espero también que al menos os «entusiasme» un poquito, ……
No fallas por mucho, Davis. He leído «La Tábula Rasa» y algunos otros libros de Pinker, entre ellos, el inmejorable «El instinto del lenguaje» y soy cercano a su punto de vista. Ni él ni yo mantenemos que sea más importante la Naturaleza que la Cultura a la hora de conformar la conducta, pero sí que cada una actúa de una forma diferente y que sus influencias pueden ser, hasta cierto punto, deslindadas. Pero no es éste el tema del post.
En todo caso, la investigación respalda que cada persona manifiesta un perfil de personalidad relativamente independiente del contexto. Ese perfil puede ser más o menos entusiasmado y más o menos entusiasmante. Lo difícil es tratar de generar entusiasmo en un grupo completo, incluso aunque lo hagamos tratando de atender a cada persona del grupo de manera personalizada.
He dicho difícil, no imposible, y ahí está el empeño de Juulen.