Hoy lo he vuelto a experimentar: el miedo que hemos provocado en la gente para decidir. Primero, porque en una empresa, sólo han sido unos los que han decidido. Esto trae la sencilla consecuencia de que hemos despersonalizado a la gente. En la mayor parte de las ocasiones han perdido -en el ámbito de trabajo- la capacidad de decidir. Además, en el caso de que lo hagan, mantienen el medio de las represalias si las decisiones no son las correctas.
Pero es que, además, hemos creado ambientes de trabajo donde se ha hecho lo posible para que no haga falta decidir. El sistema asume una buena parte de ineficiencia y convive con ella. El sistema ya sabe que no todos deciden. Hemos puesto poka-yokes, inspecciones de diverso tipo, filtros de todo color y pelaje. Todo para que el humano, que se puede equivocar, no nos derrumbe el tinglado de la satisfacción del cliente.
Decidir es algo que hacemos todos de forma natural ante un montón de situaciones. No es fácil eliminarte la capacidad de decidir. Hacen falta muchos años y una constancia considerable para hacer desaparecer esa capacidad innata.
Aquí nadie tiene la paciencia para esperar a modelos agrícolas de gestión (siembras, creas condiciones, esperas y obtienes resultados). Ni que lo diga Stephen Covey -interesante su concepto de «lídera agricultor» en Preparando el futuro, pp.63-64- ni que lo diga Koldo Saratxaga de Irizar -su huerto de tomates en el libro que ha publicado con Luxio Urgate, Sinfonía o jazz, pp. 97-105- ni que lo diga Hubert Landier -genial comparación entre el cultivo del trigo y el arroz, en Hacia la empresa inteligente, pp.213-215. Aquí hacen falta resultados y si para eso es mejor eliminar tu capacidad de decisión, asunto resuelto.
De ahí que cuando queremos recuperar a los monstruos que hemos creado (perdón, quizá exagero) cuesta tanto. De entrada, por si acaso, una persona «desdecisional» me dirá que no; que, por si acaso, no; luego, ya verá. Son los frutos de una forma de hacer las cosas que ha sido, me temo, demasiado extendida. De ahí que la gente no se fíe, ¿cómo se van a fiar?