Entre las escritoras del género negro a nivel estatal, tenía pendiente a Berna González Harbour. Además de otros libros, esta periodista con amplia trayectoria a sus espaldas, ha publicado ya cuatro novelas protagonizadas por María Ruiz, una comisaria lista, hiperactiva e insistente que se mueve no precisamente dentro de los cauces «oficiales» de investigación que su cargo haría suponer. En esta tercera entrega de la serie, Las lágrimas de Claire Jones, la tenemos destinada en Soria, donde solo queda un caso por cerrar que viene de muchos años atrás. Pero no será ese el motivo alrededor del cual gira la novela (aunque le dedica algunas páginas), sino otro que ocurre en Santander y que le asignan a un compañero al que ella tiene en gran estima.
Un cadáver dentro de un maletero en una zona portuaria abandonada es el punto de partida. Desde este epicentro irán emergiendo una serie de pruebas que nos acercan a la labor de los cuáqueros en España. La autora nos hace esta mención en los agradecimientos finales:
Una larga entrevista a Ramón Gaya me puso sobre la pista de la labor de las damas cuáqueras en los campos de refugiados españoles en el sur de Francia. […]
Más tarde, y gracias a la comunidad cuáquera de Madrid, también pude leer una investigación de Howard E. Kershner en Siddarth Mehta Ediciones, un libro que reivindica el papel de una organización que ayudó al que tuvo hambre en España con una actividad silenciada después por el régimen. Los cuáqueros ganaron el Nobel de la Paz en 1947 por su labor, pero en España aún no han tenido reconocimiento.
La fabulosa librera Paz Gil me descubrió el campo de prisioneros republicanos que albergó La Magdalena en territorios de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Casi todo esto es muy desconocido y fue inspirador para mí.
Pues bien, la trama nos sumerge entre policías corruptos y una historia que va y viene en el tiempo para entender por qué aquel cadáver quedó olvidado en un maletero de un coche. Las conexiones con los cuáqueros comienzan a aparecer y de ahí Claire Jones y otros Jones cuyas lápidas tienen su hueco en un cementerio protestante de Santander.
María Ruiz no trabaja sola. Junto a ella se conforma un equipo un tanto peculiar. La comisaria lleva a batuta, pero necesita más ojos. Sus colegas no son solo profesionales de la policía. También está presente la prensa, con dos personajes muy dispares y que juegan un rol muy importante en las pesquisas. De fondo, otro miembro del equipo, Tomás, es el contrapunto: en coma en un hospital de Ávila, pero también parte de la trama y del equipo.
La novela se lee muy fácil. Tiene ritmo y se agradece. Desde el principio te metes en la trama. La policía de Santander, eso sí, necesita un lavado de cara. Anímate a leer la novela. Yo ya estoy con la siguiente, la cuarta de la serie de María Ruiz, la comisaría creada por Berna González Harbour.
Nota.- La imagen destacada del post representa un símbolo usado habitualmente por los cuáqueros.
1 comentario
He leído unas cuantas de Berna González Harbour y me han gustado.