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Cambados, capital del albariño. Vale, a un abstemio como yo no le dice mucho, pero, por si acaso, lo digo. La semana que viene hay fiestorro en el pueblo y que sepáis que se lleva a cabo desde 1953. Ya habrán trasegado litros y litros de caldos desde entonces. Pues eso, Fiesta Declarada de Interés Turístico Internacional.
Al margen de cuestiones etílicas, hay que contar también que el pueblo está ligado a otra vía del Camino de Santiago (ya he perdido la cuenta de las que hay), en este caso, la Ruta Traslatio o Ruta Xacobea del Mar de Arousa y Río Ulla. La tradición dice que una barca trajo los restos del apóstol Santiago hasta aquí. O sea, tira millas, que ya tenemos otra ruta habilitada para llegar hasta la tumba más famosa de todas las tumbas por esta parte del mundo. Hace tiempo que he perdido la cuenta de las vías del Camino que conducen a Santiago. Va a ser difícil dar un paso sin toparse con una.
Estamos en plenas Rías Bajas. Ahí enfrente asoma la isla de La Toja, que en realidad son dos: la Toja Pequeña y la Toja en sí. La economía, además de la que se aprovecha de las viñas, tiene que ver con el mar y la ría. El pueblo se agrupa en torno a tres barrios: el señorial de Fefiñáns, el comercial de Cambados y el marinero de Santo Tomé. Hasta aquí la información cultural.
Por la tarde se acercó de visita un amigo de Sanxenxo al que conocí con motivo de la tesis doctoral sobre la Orbea Oiz. Estuvimos charlando de todo un poco mientras la tarde se iba caldeando. Nada que ver esta temperatura con la que hemos encontrado en las Rías Altas. La ropa se secó en apenas un par de horas, colgada, como estaba, en el balcón de la habitación del hotel. Primer día de la ruta en el que se puede decir que hacia calor calor.
Luego de la foto de rigor para compartir con los colegas del grupo de WhatsApp que tenemos en torno a la Oiz y las tortillas de patata, nos tocó buscar lugar donde cenar. Oh, oh, restaurantes con la reserva al completo. Pues va a ser que estamos en zona turística, ¿no? Quizá también ayudara el que hubiera procesión por el puerto con gaiteros, banda de música y varios pasos. Se veía animación. Al final, encontramos donde cenar, claro está.
Hoy ha sido la última etapa con Alberto. Se le echará de menos. Tenía autobús a las cuatro de la tarde desde Vigo, nuestro final de etapa de hoy. Aunque había diseñado una etapa algo más corta que las anteriores y con solo mil metros de desnivel acumulado, por si acaso hemos minimizado paradas para asegurar que llegábamos a Vigo con antelación suficiente. Todo ha ido según lo previsto.
Los primeros veinte kilómetros han sido estupendos, muchos de ellos pegados a la ría, con la isla de La Toja al otro lado. Un sendero iba jugando entre los eucaliptos y las zonas de marisma, a veces incluso pisando zonas que quedaban pedaleables gracias a la marea baja. Los dos hemos coincidido: está entre lo mejor de la ruta hasta ahora.
El siguiente tramo, por carretera, no tenía más sentido que el de empalmar en Pontevedra con el Camino Portugués, que vamos a seguir hasta el final. Lo que no sabíamos es la multitud que nos íbamos a encontrar en él. Santo diossssss, cómo están las vías de peregrinación a Santiago. ¡¡Abarrotás!!
Paramos en un alto para fotografiar la ría de Pontevedra. Otra más a la buchaca.
Pedaleando por el Camino de Santiago, los kilómetros pasaban despacio. Con tanta gente, tienes la sensación de ir molestando con la bici. Gran parte del camino es lo bastante estrecho como para que deban hacerte hueco y apartarse. Ni mucho menos nadie nos ha puesto mala cara, pero la realidad es que o vas muy despacio o vas a molestar/asustar. En un descuido, como si el estado natural del camino fuera la soledad, aprovecho para hacer una foto.
Tras unos cuantos rampones, accedemos al camino que llanea a cota 150 y que nos dejará en Vigo. No sólo está transitado por peregrinos, sino por gente local que anda de paseo dominguero matutino. Abajo la ría y el enorme puente que la cruza. Ha sido un tramo aéreo entretenido.
Como decía, la ruta con la compañía de Alberto llega a su fin. Muy amables, en el hotel en el que me alojaba no han tenido inconveniente para que se duchara y pudiera recoger sus cosas para ir luego tranquilamente hacia la estación de autobuses. Ha limpiado un poco su bici que, por cierto, ha aguantado hasta el final. Los ruidos en el pedalier siguen ahí y seguro que tendrá que cambiar piezas, pero ha llegado con dignidad hasta esta última etapa.
Toca despedida. Seguimos en contacto. Que disfrutes del hogar… y de la nieta 😉
Yo cumplo con mis rutinas: ducha, colada y a buscar un sitio para comer algo, que ya está bien entrada la tarde. Pues nada, escribo este post delante de un plato de poke con atún macerado con trufa, mango, aguacate, edamame, sésamo, crispy onion y salsa Tasty Oli sobre una base de arroz. A vuestra salud. Mañana contamos más cosas.
Kilómetros totales hasta esta etapa: 804,04.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 12.971.
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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.
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