05 Pontedeume – Playa de Barrañan #KostaMTB – Consultoría artesana en red

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A la hora acordada estábamos en la tienda para recoger las bicis. A Alberto le han tenido que hacer una ñapa para poder continuar. En mi caso, además de ajustar el cambio, me han colocado pastillas nuevas en los frenos de disco, aunque no entiendo muy bien por qué han durado tan poco las que puse no hará ni cuatro meses. En fin, que bicis saneadas hasta donde ha sido posible. A Alberto le tocará más adelante buscar una solución definitiva a su pedalier y también al basculante. Me da que harán falta piezas nuevas.

Guardadas las bicis, había que elegir sitio para cenar. Al final optamos por un restaurante familiar. Estuvo bien. Comida sencilla, con buena materia prima. Eso sí, apostamos por el producto local para asegurar el pedido: pimientos del Padrón, mejillones, rape y lenguado. Y luego a la camita pronto, que la diana suena cada día a las seis y media.

Por Pontedeume pasa el Camino Inglés, que es el que comunica Ferrol con Santiago de Compostela. Son solo 118 kilómetros que recorrían quienes arribaban a Ferrol en barco para alcanzar la tumba del Apóstol Santiago. De ahí que Pontedeume cuente, cómo no, con su correspondiente albergue de peregrinos. Pero si el pueblo se llama como se llama es, por supuesto, debido al puente por el que se accede. Parece que hubo primero uno gótico del siglo XIV, con nada más y nada menos que 68 arcos. Contaba, además, con dos torres, capilla y hasta hospital para peregrinos. Sus 850 metros daban para mucho. El actual, del siglo XIX, se ha quedado en 15 arcos, pero no hay duda de que mantiene su prestancia.

El caso es que a primera hora, a eso de las siete de la mañana, se veía ambiente para desayunar en un bar que nos quedaba justo frente al hotel. Si otros días hay que preguntar para saber qué bar abre a primera hora, aquí nada de eso. Para las seis y media ya estaba abierto y con clientela abundante sentada en la terraza. Peregrinos, por supuesto.

Chispeaba algo y hacía un poco de fresco. Si ya tenía buena ración de achaques físicos, hoy se le ha unido una alergia que me tiene bajo mínimos: mocos, lagrimeo y garganta algo irritada. Así que entre el día gris, el relente y mi alergia, he sufrido lo mío para terminar la etapa¹.

Tras los paisajes espectaculares y relativamente solitarios que hemos recorrido días atrás, hoy entramos en zonas que, por tramos, están mucho más urbanizadas. La costa aquí es más amable y Ferrol, Betanzos o A Coruña y sus alrededores proporcionan otro punto de vista respecto a lo que representan las Rías Altas. Pontedeume, además, cuenta con mucha historia a sus espaldas y un importante patrimonio arquitectónico. Mucho tiene que ver con los Andrade, una de las familias más poderosas de la nobleza gallega, que fueron, por lo que se ve, los amos del pueblo durante cuatro siglos, a partir del XIV. Pues eso, que un torreón aquí, unas murallas por si se mosquean los vecinos y me pone un buen castillo allá en lo alto.

Hoy tocaba atravesar dos grandes rías, la de Ares y la propia de A Coruña capital. Bueno, para ser fiel a la realidad, habría que decir que también atravesamos la ría de Betanzos, que viene a unirse con la de Ares. Nosotros la hemos cruzado por su Ponte do Pedrido, una estructura de hormigón armado como Dios manda inaugurada en 1943 por el caudillo de la época, faltaría más. Por inauguración de pantanos y puentes iba a ser. Además, le quedaba a tiro de piedra de su lugar natal de nacimiento. Venga, que lo inauguramos de un momento.

Tras una primera parte de la etapa por carretera hemos cogido un sendero a la salida de Sada. La mala suerte ha querido que, al echar pie a tierra para soltarme de los pedales, no me he dado cuenta de que el suelo no era tal, sino un buen ramillete de zarzas y helechos. Me he caído y no había forma de salir de aquella cárcel. Ha tenido su gracia. Menos mal que Alberto venía por detrás y me ha ayudado a desenzarzarme. Al final, han sido unas risas. Que todas las caídas sean así.

Más adelante hemos pedaleado por otro tramo muy bonito: la costa de Dexo-Serantes. A veces por senderos estrechos repletos de vegetación y a veces por pistas más cómodas, hemos llegado hasta Seixo Branco y luego por carretera hasta el faro de Mera, desde donde por fin se ve enfrente A Coruña, con su torre de Hércules destacada en el horizonte.

A Coruña, como ya sabía, la hemos podido disfrutar a través de un fantástico carril bici que bordea toda la costa. Digo «fantástico» al menos para quienes venimos de paso. Otra cosa será la infraestructura en el centro de la ciudad. Tras unos cuantos kilómetros por carril bici, la Torre de Hércules nos ha recibido majestuosa. Ahí es nada: data del siglo I d.C. (ampliado, eso sí, en el XVIII). Es el único faro romano que se conserva y el más antiguo en funcionamiento del mundo. Hay que ver cómo eran estos romanos. Qué tíos. Hoy a su alrededor se ubica un parque escultórico que invita a pasear con tranquilidad.

Siguiendo la línea de costa desde la entrada en la ciudad recorremos más de 15 kilómetros por A Coruña. Continuamos por el carril bici que nos conduce hacia unas instalaciones industriales y dejamos atrás el puerto exterior para llegar hasta la playa de Alba. Allí luce una central térmica. Cosas del progreso. No sé exactamente qué tipo de vertido es el que echa al mar, pero la espuma que se forma alrededor no da buena pinta. Eso sí, la playa al lado luce bandera azul. Ya ves.

No queda ya mucho para alcanzar nuestro destino del día, en la playa de Barrañán. He quedado con unos amigos a quienes había enviado un mensaje antes para organizarnos. Finalmente, se vendrán a la playa de Barrañán a pasar la tarde con nosotros. El caso es que, al llegar, nuestros amigos ya están esperándonos. Ducha, colada, estiramientos y post con la crónica del día. Mañana más, que hoy tenemos obligaciones con las amistades. Alberto se va a dar su correspondiente chapuzón. En el apartamento que hemos alquilado me toca el sofá cama. Los niños somos así.