Volvemos a nuestros martes de reseñas de novela negra. Esta semana pasada ha sido mi primer contacto con la obra de Louise Penny, quien, si por algo es conocida, es por su serie de Armand Gamache, el «jefe de la división de Homicidios más prestigiosa de Canadá: la de la Sûreté du Québec». Hasta la fecha esta prolífica autora ha publicado ni más ni menos que 17 novelas con Gamache como protagonista. Yo me he estrenado con la que ocupa el número seis de la serie: Enterrad a los muertos.
Debo decir que me ha costado un poco hacerme con la trama, hundida en cuestiones históricas. No obstante, la novela me ha recordado, no sé muy bien por qué, a la intriga propia de los clásicos de Agatha Christie. Enterrad a los muertos escarba en torno al lugar en el que supuestamente está enterrado Samuel de Champlain. Este personaje está considerado el «padre de la Nueva Francia» y al se debe la fundación de la ciudad de Quebec allá por 1608. Así pues, el asunto tiene su recorrido.
La novela navega a través de dos cauces y, además, nos presenta a un protagonista afectado por algo que aconteció en una obra anterior de la serie. Gamache sufre las secuelas de un caso previo y está oficialmente de baja, pero esto no impide que participe en las investigaciones del asesinato de un hombre que, según parece, vivía obsesionado con encontrar el sitio exacto del enterramiento en Samuel de Champlain. Todo ello en medio del ambiente de los carnavales en Quebec. O sea, frío, nieve y más frío.
Gamache respiró hondo y exhaló. El aliento se le congeló en cuanto salió de su boca. No dijo nada. No le correspondía a él formar al agente en la etiqueta necesaria con los recién fallecidos y el respeto que se debía mostrar en su presencia. No podía enseñarle la empatía que se precisa para ver a la víctima y también al asesino como personas. No se atrapaba a un homicida con cinismo y sarcasmo, con humor negro y comentarios de mal gusto. Se lo apresaba viendo, pensando y sintiendo. Las groserías no ayudaban a vislumbrar un camino con claridad ni a interpretar las pruebas mejor, sino que ocultaban la verdad tras el miedo.
A la investigación de ese asesinato, ocurrido en el sótano de la Sociedad Literaria e Histórica, se le añade la revisión de caso anterior, el arresto de Olivier Brulé como culpable del asesinato del Ermitaño Jakob. Las dos tramas sirven para hurgar en una fractura social que se hace omnipresente: la que se produce entre las comunidades francófona y angloparlante. El separatismo es tema de conversación, por ejemplo, entre Gamache y su mentor, un policía ya jubilado, que se declara proclive a la independencia de Quebec.
Reconozco que Canadá no es de los países de los que más sepa y menos aún del conflicto entre Quebec y el resto de Canadá. No es que Enterrad a los muertos sea una novela histórica, pero desde luego que dedica muchas páginas a escarbar en un conflicto que arranca allá por el siglo XVII. Esta lectura supondrá, por tanto, una buena oportunidad para saber algo más de los gélidos carnavales quebequenses:
La nieve crujía bajo sus pies, con un sonido que llevaba casi ochenta años oyendo. Uno que no cambiaría por la caricia de las olas del mar en la costa de Florida.