01 L’Espluga de Francolí – Mora d’Ebre #BajoEbroMTB

by Julen

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L’Espluga de Francolí gira alrededor de la plaza que hace de guardián de las dos iglesias, la vieja y la nueva, una frente a la otra. Allí se esparcen las terrazas y los niños dan patadas al balón. La iglesia vieja lucía sus mejores galas porque tenía lugar un concierto de piano. ¿Tienen entrada? Pues va a ser que no. Así que echamos un vistazo rápido y continuamos ruta siguiendo las indicaciones de la cueva, la oficina de turismo y el museo del vino. Luego tocó subir hasta las ruinas del castillo. Un pequeño paseo para hacer hambre. Todo en orden.

Al volver al hotel, después de cenar, en uno de los salones estaban celebrando un fiestón «de los 50». A saber el sentido de esa expresión. El caso es que estaba en ebullición. Menos mal que nuestra habitación daba al otro lado. A las diez en la cama. Felices sueños.

Por la mañana, tras un potente desayuno, frescoooo. Menos mal que los primeros 18 kilómetros eran en subida. Hemos vuelto a acercarnos hasta el Monasterio de Poblet, desde donde parte una encantadora carretera que serpentea en mil curvas hasta alcanzar los mil metros de altitud antes de bajar hasta Prades. Subida muy tendida, carretera estupenda, vistas, tranquilidad: una estupenda manera de comenzar la ruta.

Pero pronto el día se ha cerrado y ha comenzado a chispear. En la plaza de Prades todavía no lo sabíamos, pero íbamos a mojarnos lo suyo. Allí, en una terraza al abrigo de los soportales, no estaba la cosa para bromas. El Garmin ha marcado una temperatura mínima de 5 grados y una media de 9.

Eso sí, hoy ha sido el primer contacto con la ruta y nos ha traído, en general, por un camino muy entretenido. En esta etapa inicial tenía marcadas dos grandes referencias: Siurana y el pueblo en que finalizamos, Mora d’Ebre. Comentamos sobre la primera; la segunda ya tendrá su hueco en el post de mañana. Aunque cada uno de estos pueblos fija su importancia histórica en momentos muy diferentes, los dos, a fin de cuentas, tienen que ver con algo tan triste y de tanta actualidad como las guerras. Siurana es un lugar fantástico: el emplazamiento de su castillo de origen árabe es espectacular y el pueblo que vive al lado tiene cierto aire de ensueño.

El castillo está donde está porque consiguió relevancia en la época de la Reconquista. Pasó a dominación cristiana en 1153, tras caer Lleida y Tortosa, pero fue el último reducto árabe en Cataluña. Hoy reluce su iglesia románica. Cristianos y árabes tuvieron sus buenos siglos de pelea en la península. Guerra. Y, sobre todo, la leyenda del Salto de la Reina Mora: Abd-el-azia decidió que mejor saltar con su caballo por el precipicio antes que dejarse atrapar. Para que tomes nota.

Todo esto os suena fantástico, ¿verdad? Nosotros hemos llegado con lluvia, tras un tramo muy agradable por una pista en constante sube y baja entre bosques de encinas y pinos. Nos dejaba muy cerca de Siurana, adonde se llega por una carretera que poco a poco nos iba anticipando la masificación turística. Menos mal que llovía y hacía frío. Si lo pillamos con buen tiempo, nos aseguramos un baño de multitudes. Parking 1, parking 2, parking 3. Gente, gente y gente. Y el sitio, por supuesto, impresionante. Pero me da que todo tiene un límite.

Vamos con asuntos más amables. La mayor parte de la ruta ha transcurrido por la comarca del Priorat. Vino, aceite y el Parque Natural del Montsant. Y es que por aquí presumen de enoturismo, con su denominación de origen cualificada, y también de ruta del aceite, también con denominación de origen protegida Siurana. Para un abstemio como yo, la decisión es obvia, aunque, claro, hay que tener en cuenta que el parque natural ofrece buenas rutas para la bici de montaña. Con ese plan, por mi parte voy bien servido: buen aceite y buenas rutas en bici. O sea, felicidad.

La bajada de Siurana hacia Cornudella de Montsant es espectacular. Claro que con lluvia no es lo mismo. Así que hemos decidido seguir ruta hacia Falset para comer algo allí y luego ya hacer los últimos kilómetros hasta encontrar el río Ebro.

Todos estos pueblos cuentan, cómo no, con su celler. La bodega, con su cooperativa detrás, presume de vinos. De hecho, a lo largo de toda la ruta ya hemos visto más de una obra de arquitectura de postín repartida por las laderas de las montañas, todas repletas de bancales con sus vides dispuestas en perfectas hileras. Así hemos sabido de la viticultura heroica. Nada de máquinas, la vendimia, a mano.

En Falset, como decía, ha caído un tentempié. Un bocadillo a medias de tortilla de jamón con Alberto. Simple, ¿no? Añádele el típico pan untado con tomate, tuesta el pan, mete un poco de buen jamón y luego me cuentas. Gloria bendita.

Así pues, con energías renovadas hemos bajado hasta el Ebro entre viñedos. La temperatura subía y era de agradecer. Para las tres de la tarde estábamos en Mora d’Ebre. Primera impresión: pues eso, domingo por la tarde, nada de nada. Mañana os cuento más.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 88,93.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 1.428.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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