La muerte es una vieja historia, de Hernán Rivera Letelier #NovelaNegra 08

by Julen

La muerte es una vieja historia, Hernán Rivera LetelierLa voz llorosienta, descachalandrado, achunchado, el perjudicador, los chistes fomes, el Muertito, apurona, chinchoso y la milagrosa gesta de los treinta y tres mineros de Copiapó. El motoquero, la garzona, empampado, abuenarse, pechoño, un sucucho a mal traer, Tarantino, Rambo, James Bond y don Memo. Todo un universo construido alrededor del Tira Gutiérrez, detective privado (denominación que impone más que investigador) y su ayudante, la hermana Tegualda. Sí, la monja. Estamos en el norte de Chile, en Antofagasta, con un pasado –quizá también un presente– vinculado a las salitreras. ¿Lo entendéis? Un universo en sí mismo. Lo diseña y fabrica Hernán Rivera Letelier –quien comenzó su carrera literaria pasados los 40 años– y ¡me encanta!

Hablo de la primera de las tres novelas que este escritor chileno ha dedicado a su atípica pareja de investigadores. Las otras dos son La muerte tiene olor a pachulí y La muerte se desnuda en la Habana, todas publicadas en Alfaguara. Por un lado, el Tira Gutiérrez, un investigador detective privado que obtiene su licencia a través de un programa de formación a distancia y que en vez de pistola usa una tostada con mantequilla en el bolsillo interior de la chaqueta. Por el otro, Tegualda, una monja inteligente, que maneja, y que echa mano de versículos del Nuevo Testamento para explicar lo que acontece.

En este primer caso de la pareja, la trama se enreda en torno a un camposanto. El cementerio alberga muchas almas que reposan en tranquilidad. Pero se han producido una serie de violaciones –perjudicaciones, en lenguaje de Tegualda– y se sabe, además, que hay un Muertito que habita entre lápidas, nichos y panteones. Así que hay que investigar. Y a eso se dedica esta peculiar pareja, sin prisa pero sin pausa y con cierto fatalismo, bien reflejado en la reflexión del Tira Gutiérrez:

No se preocupe, hermana, los casos se resuelven solos o no se resuelven.

Esta y otras dos novelas que he leído de Rivera Litelier te transportan a otro lenguaje, construido entre salitreras al norte de Chile, con expresiones a cual más curiosa. Aunque a veces parezcan giros imposibles, acudes a buscar su significado y ahí están: chinchoso en vez de quisquilloso, achunchado en vez de muerto de miedo o descachalandrado en vez de mal vestido. Como decía, el relato y el lenguaje te transportan a una realidad paralela. El cementario y los personajes que se nos van apareciendo a medida que avanzan las pesquisas son, por supuesto, de otro mundo. Esto es realismo mágico.

Por cierto, aunque no sea género negro (pero sí, desde luego, realismo mágico), os recomiendo otro libro suyo que me encantó: El fantasista. Ahí sí que viajas de verdad a las salitreras a través de una historia futbolística única. ¿El fantasista? Claro, alguien fantástico con el balón. Y a partir de ahí, un dulce delirio por un territorio onírico que resulta ser, por qué no, la cruda realidad de una vida no tan fácil de imaginar: la de lugares inhóspitos construidos alrededor de la sal al norte de Chile.

En fin, volviendo al libro que reseñamos hoy, vas a encontrar una narración deliciosa y única. Con un final ambiguo, no me queda otra que leer las dos siguientes novelas del Tira Gutiérrez y Tegualda. Lástima que parece que no es tan fácil conseguirlas en papel. Porque a Rivera Letelier, fíjate tú, prefiero leerlo en papel.

Imagen: Cementerio de la salitrera Rica Aventura. Fuente: Wikipedia.

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2 comentarios

Guillermo Guevara Pardo 04/11/2023 - 02:19

La hermana Tegualda no es una monja sino una predicadora de una secta cristiana. No estoy de acuerdo en que La muerte es una vieja historia, se pueda considerar una novela del realismo mágico. Por el contrario, Los trenes se van al Purgatorio, considero que sí está más cerca del realismo mágico de García Márquez.

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Julen 04/11/2023 - 07:17

Gracias por el matiz. Bienvenidas las opiniones diversas 🙂

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