Las revistas científicas y los derechos de autor: el negocio es el negocio

by Julen

Marcos Merino publicaba este pasado martes un artículo en Genbeta, uno de esos blogs que uno sigue desde que gateaba en esto del Internet y que me parece de lo más digno que puede haber. Lo titulaba así: Bibliotecas universitarias con software espía para proteger los derechos de autor: así es la propuesta de las revistas científicas. Es un tema recurrente este de las editoriales defendiendo su negocio a capa y espada. El acceso al conocimiento científico hay que pagarlo y no se hable más. A ver quién lo va a negar. Claro que una cosa es la teoría y otra la realidad porque me temo que a día de hoy no se puede negar el uso ampliamente extendido de Sci-Hub. A día de hoy este servicio es accesible, entre otras alternativas, desde esta URL. Lo comento porque de vez en cuando se va denegando el acceso y hay que buscar nuevas vías. Que acaban llegando, no os preocupéis. Sci-Hub lo dice claro:

The first pirate website in the world to provide mass and public access to tens of millions of research papers.

El artículo de Marcos describe la última iniciativa que, según parece, se les ha ocurrido a los negociantes de la propiedad intelectual y los derechos de autor. Tela marinera el asunto: se trata de que las bibliotecas de nuestras universidades actúen a modo de Gran Hermano para vigilar lo que hacemos. En un congreso que se llevó a cabo recientemente no se cortaron un pelo:

El ponente, Corey Roach, experto en seguridad de la Universidad de Utah, puso sobre la mesa nada menos que la opción de implementar software espía en los servidores proxy usados por las bibliotecas universitarias para permitir acceso a sus servicios online.

Roach describió un software capaz de recopilar «datos biométricos, como la velocidad a la que [los usuarios] escriben o cómo mueven el ratón», para así diferenciar e identificar a los usuarios individuales, usuarios que de otro modo quedarían anonimizados por los servidores proxy de sus universidades.

Dicho eso, por supuesto que ha habido revuelo y quien no está de acuerdo. En realidad, desde mi punto de vista, el asunto es muy sencillo. Para investigar necesitas acceder a las publicaciones académicas, no hay otra. ¿Qué ocurre? Que esas publicaciones suponen pasar por caja, tanto para quien produce como para quien consume. Buen negocio, ¿verdad? Vale, pero, ¿de qué cantidades estamos hablando? Y aquí viene gran parte del problema: el negocio es el negocio. Las cifras son absolutamente desproporcionadas. Si te interesa el tema, solo con hacer una búsqueda en Internet sobre el «negocio de las editoriales académicas» puedes encontrar material suficiente para comenzar una tesis doctoral. No obstante, para ahorrarte tiempo, te recomiendo este artículo de Francisco Castejón publicado hace un par de años en ctxt.

Sci-Hub, como decía, es absolutamente popular entre la gente que leemos material académico. Y sí, es pirata. Y sí, claro, ya sabemos que estamos delinquiendo. Pero, ¿cuál es la alternativa? Desde luego que tendrías que acceder al material a través del conducto oficial: tu universidad. Olvídate de poder acceder como ciudadana de a pie a este tipo de material. No hablamos de 5 euros la revista, no. Mira lo que nos cuenta Fernando en el artículo que te citaba en ctxt:

Leer un artículo en la web de la revista puede costar entre 20 y 50 euros. Y las suscripciones pueden oscilar entre 2.000 y 20.000 euros anuales.

¿Qué te parece? Pues así está el mercado. Supongo que la artillería de las editoriales académicas estará disparando fuego a discreción contra Sci-Hub. Mientras, la gente de a pie que queremos leer material científico ahí seguiremos, asistiendo a la batalla por hacerse rico del todo a base de controlar derechos de autor. Ahora hay quien propone que las universidades nos vigilen. Pues bien. Todo va a mejor, según parece.

Imagen de Frantisek Krejci en Pixabay.

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