Lo mismo, pero completamente distinto

by Julen

¿Quién tiene el poder para decidir qué persona es válida para algo y quién no lo es?, ¿cómo sería el mejor sistema para decidir qué persona es adecuada? La primera cosa que me espanta es considerar que no quiero personas. Lo que quiero es un trozo de persona que me encaje lo mejor posible en un molde. Quiero un perfil, unas competencias, unas habilidades; no quiero personas, sólo trazos, características. Primero fue el puesto y después creamos a la persona para el puesto. ¿No fue al revés? No, Julen. Primero fue el puesto y luego a buscar personas posterizadas.
El segundo aspecto que me cautiva es el de juzgar. Porque juzgamos contra el molde del puesto. Es decir, juzgamos personas que si saben lo que sabemos van a comportarse como borregos, o sea, como el puesto les exige. Lo de siempre: «dime como me mides y te diré cómo me comporto». Ya dije en otro post que se lo oí a Goldratt y me pareció casi verdad universal. O sea, que todo el montaje de la evaluación de las personas no lo es tal, sino más bien es la evaluación de en qué medida eres como esta empresa, este trabajo, este jefe, esta miseria quiere que seas.
Sigo con las burradas: en todas las empresas hay listos y estúpidos, gente enrollada y pérfidos hipócritas, haya selección o no la haya. ¿Quién cree que en su empresa no hay una campana de Gauss con 10% de espabilaos, 80% de seres normales y 10% de indeseables? Tenemos que aprender a convivir y rentabilizar a los indeseables. Es duro, pero siempre van a existir. Tan sólo se trata de que no tenga excesiva influencia en el conjunto.
Un cuarto asunto que me mina la moral es saber que cada vez que alguien ha sido seleccionado, tenemos una cuadrilla de personas desmotivadas. Todos los que no fueron seleccionados son potenciales delincuentes laborales. Tienen el derecho porque el sistema no les reconoce la valía. El sistema no les considera «entre los suyos». Así, el sistema de selección/evaluación va creando progresivo descontento, basado en su todopoderosa capacidad de decidir quién sí y quién no.
¿No había por ahí quien decía que la diversidad enriquece?, ¿no había quien veía en «el consenso a través de la diferencia» el futuro?
Me da que estas líneas me conducen a una conclusión: los cimientos del proceso de evaluación están contaminados. Mi querido lindano de margen izquierda ha llegado a la base. Prefiero darle la vuelta a la tortilla. Que elijan a quien quieran. Y fíjate… que a veces pasa que el profesional de la selección y la ciudadanía eligen a las mismas personas. Sí, el resultado es el mismo, pero completamente distinto.
Seguiré desvariando.

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2 comentarios

Iñaki Pérez 16/05/2005 - 16:51

«¿Quién tiene el poder para decidir qué persona es válida para algo y quién no lo es?»: Lógicamente el que la necesita, la contrata y la paga, … digo yo.

Otra cosa es que esa persona también tenga el derecho a elegir si la empresa donde va a trabajar es válida para él o no, que desde mi punto de vista lo tiene.

Y es más, el fomento de las oportunidades de empleo debería ir encaminado a mejorar las posibilidades de elección de cualquier trabajador, del mismo modo que la formación creciente de las personas hace que la riqueza que estas aportan a las organizaciones donde se integran sea también mayor.

Por otro lado, aquellas empresas que se plantean la selección desde un punto de vista más global y positivo, cada vez piden más detalles y consideraciones más allá del perfil que se plantean como necesario para cubrir el puesto en cuestión, aunque en cualquier elección que hagamos en la vida (Unos y otros), tendrás que reconocer que siempre llega un momento en el que reducimos las variables a considerar o al menos nunca podemos tener en cuenta todas las que influyen.

Tal vez si nos planteamos la selección como un proceso bidireccional, es decir, un proceso en la que ambas partes buscan llegar a un acuerdo de colaboración para cubrir sus necesidades (Las de las dos partes), habría mitos asentados en el mundo del trabajo en nuestra realidad social que caerían por su propio peso (Esa reflexión ya la compartiremos en otro post ya que probablemente aquí tendríamos que hablar del contrato psicológico y otras cositas que dan para más blogs, posts y comments).

Desde este punto de vista además, la consideración de las cosas con el planteamiento de la campana de Gauss no tiene demasiado sentido, si cumplimos esa premisa del beneficio mutuo, estaremos bien situados, estemos donde estemos en esa campana,.. no se si me explico suficientemente bien.

El tratamiento de los «no seleccionados» tampoco sería tan desmotivador como dices, si hay oportunidades laborales para todos segun la empresa que busques, no has sido elegido en ese proceso, porque probablemente tu tampoco has elegido esta empresa como el sitio ideal para pasar un tercio de tus horas, no has llegado a un acuerdo, no pasa nada… hay otras (Y de este modo haríamos pensar a muchas empresas, ¿no crees?).

Cuando vemos el proceso de selección como un proceso consistente exclusivamente en una suerte de juzgar y elegir de modo reduccionista y unilateral, evidentemente no tiene ningún sentido en un sistema en el que la importancia de unos es equiparable a la de otros y efectivamente, chirria por todos los lados.

Para terminar no te puedo ni contar las luchas que algunos de nosotros tenemos con aquellas «empresitas» (Calificativo que no hace referencia a su tamaño) que realizan un proceso de selección con el pre-juicio de que son exclusivamente ellos los que eligen y los que tienen la sarten por el mango,…

Y no te quiero ni contar la rabia que me produce ver como en determinadas empresas-clientes se queman personas con un interés absolutamente increible de crecer y hacer crecer a una organización, por su «obtusismo», llegando a oir que es que las empresas consultoras somos todas muy malas porque todos los candidatos se les van, … toma ya!!

Seguiremos comentando.

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Alorza 18/05/2005 - 15:29

Pues no te falta razón, Julen. En una organización en la que estás transfiriendo poder a la base, tiene toda la lógica hacer que la base sea quien elija a quien promocionar.

Claro que esto sólo funciona en una cultura determinada. Por ejemplo, pienso en la gran empresa XX, donde cualquier proceso de elección por este sistema pondría al mando a los líderes sindicales.

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