Trás-os-Montes, de Julio Llamazares #LiteraturaViajes 1

Bueno, está bien descansar un poco de la reseña de novela negra semanal que veníamos publicando desde que comenzó el año. Pero como el vicio de leer lo tenemos bien arraigado, he pensado que de vez en cuando dedicaré los martes a publicar alguna que otra referencia de literatura de viajes. Será una contribución modesta, casi siempre vinculada a mis proyectos de #RodamosSuaveSuave. Por cierto, en breve os contaré que este territorio del blog, el relacionado con las rutas de larga distancia en bici de montaña va a tener otro escaparate. Quizá alguien ya me haya descubierto, pero lo contaremos más adelante, en la medida en que este nuevo proyecto del que hablo se consolide un poco más.

Viajar es una actividad que puedes practicar presencialmente, pero también lo puedes hacer con la imaginación. Leer literatura de viajes forma parte de esta segunda manera. Cuando preparo un viaje en bici de montaña me gusta cada vez más documentarme no solo desde la perspectiva del territorio físico que por el que rodaré, sino también leer otro tipo de literatura. Si hablamos de viajes y literatura, no tengo duda alguna: tenéis que leer a Iván Marcos Peláez. Nadie como él le ha dedicado tanto cariño y esfuerzo a este género.

Este mes de julio, si los astros no se ponen en nuestra contra, pedalearemos por Portugal. Ya escribí no hace mucho respecto a este proyecto y cité tres referencias: Viaje a Portugal, de José Saramago, Galveias, de José Luis Peixoto, y este libro del que os os comento alguna cosa, Trás-os-Montes, de Julio Llamazares. De hecho, desde que publiqué el post hasta hoy estoy casi decidido a cambiar la primera parte de la ruta que había planificado para hacerla coincidir más con el recorrido que allá por mediados de los 90 del siglo pasado llevó a cabo el viajero Llamazares, como así se describía en el relato (al igual que Saramago).

Trás-os-Montes es un libro encantador. Julio Llamazares va recorriendo la región en un viaje que le lleva por los pueblos principales de la región: Braganza, Chaves, Vila Real, Peso da Régua, Mirandela, Macedo de Cavaleiros, Mogadouro, Mirando do Douro y Vimioso. Sí, esas son las poblaciones con más habitantes, pero son otros muchos detalles los que hacen apetecible el viaje a través de las páginas del libro: la piedra Bolideira, el plátano de Alijó, el paseo en barca por el Duero, la vista a la tumba de Tomás Morga en Santo Martinho de Anta o la vida salvaje de Camilo Castelo Branco.

Insisto que a mí el libro me parece delicioso. Hay que viajar también el tiempo, 25 años atrás, para entender su discurso. Solo fueron cinco jornadas en coche acompañado del soporífero calor de agosto. Por lo que he leído, se fue publicando por entregas en El País y luego se recopilaron todos los artículos en este libro. Estamos ante un Llamazares que se ve a sí mismo queriendo, todavía, ser joven. Aunque con un guiño a la vejez.

El viajero es aún muy joven (o al menos eso quisiera), pero a veces, como ahora, le gustaría ser viejo. Así no tendría que andar vagando de un lado a otro y podría quedarse para siempre aquí sentado, mirando pasar la vida, sin tener que andar todo el día persiguiéndola inútilmente.

Esta será, como digo, una de las referencias para el viaje a Portugal en bici de montaña: un libro que se deja leer y releer para coger cariño a sus efímeros (o no tanto) personajes. Pedalearemos por las tierras que Llamazares describió. Buscaremos seguir algunos de sus pasos. Nos preguntaremos si siguen ahí las personas que cita, ajenas al paso del tiempo, si han conseguido ser eternas porque el viajero así las entendió:

María Fernanda, la de la tienda, Clotilde, la de Vinhais, Emilio Artur Queiroz, el guarda del castillo de Monforte, María Helena, la encargada de las termas de Vidago, los fruteros de la Vila, Salvador Pinto (en su Café Excelsior), Enriqueta y Herculano, los guías de Vila Real, los bombeiros voluntairos de Sabrosa, el barquero de Pinhão, Zé Carlos, el de la porca, Angie, la canadiense, Francisco, el seminarista, María da Luz, la francesa, Margarida, de Sendim, el guarda de Caçarelhos, los herreros de Carção, el judío de Argozelo y O Menino, el famoso Menino Jesus da Cartolinha que, desde que lo vio en Miranda, se le ha vuelto aparecer a cada paso, ahora en forma de un enano, ahora en forma de cigüeña, ahora en forma de barbero, sustituyendo a don Manuel Costa sin que el viajero se diera cuenta…

Imagen: Turismoenportugal, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons.