04 Balmaseda-Amurrio #MTB de cercanías

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Entre que tuvimos que lavar las bicis y esperar a que desfacieran un entuerto con la habitación del hotel, nos dieron las cinco y media. Había que hacer, además, buena colada, que veníamos impresentables de barro. O sea, que a las siete de la tarde estaba terminando de escribir la crónica de ayer. Un no vivir, un estrés ciclósofo difícil de llevar. Desde luego, qué ajetreo el del bloguero cicloturista de montaña.

Apenas si dio tiempo a una rápida escapada hasta el Palacio de Horcasitas y poco más en el pueblo. Se veía chavalería por todas partes. Como no hay clases y estamos confinados, las calles del pueblo se ve que eran suyas.

Decidimos darnos un homenaje en la cena porque no se puede vivir a base de barritas energéticas. Cena para dos a nombre de Julen; sí, a la carta, a las ocho está bien. Luego, en fin, tampoco fue para tanto. Sobre todo porque un wok de arroz integral con verduritas que pedí se convirtió en un arroz superpasado y hecho bola. Lo demás, bien, correcto. Desde luego que lo mejor de este hotel es su arquitectura y las estancias. Muy agradable.

Eso sí, a la ración de incompetencias hubo que añadir que costó que nos pusieran la calefacción en la habitación. Tres veces hubo que reclamarlo. No sé qué pensar: ¿dejadez?, ¿simple olvidó?, ¿racanería? En fin, pasamos página.

A las ocho dejábamos el hotel para desayunar en una tasca especializada en putxeras ferroviarias. Quizá un poco excesivas para horas tan tempranas, nos hemos decantado por un pincho de tortilla tras descartar unos también impresionantes torreznos de Soria. Comida internacional, ya veis. Cargados los depósitos de combustible, iniciamos la cuarta etapa #MTBcercanías. Por delante ocho puertos, ocho, de la ganadería de la TransEuskalherria.

Arrancamos por la carretera que une Balmaseda con Amurrio. Indica que son 23 kilómetros. Nosotros haremos 60 a base de vuelta y revuelta. Y, por supuesto, con la habitual ración de 1.600 metros de desnivel acumulado. Lo hacemos porque queremos y como camino a la mortificación, por supuesto.

Dejamos el asfalto para adentrarnos en pistas que nos dan acceso a barrios apartados. ¡Dios mío! Entramos en Burgos. El track de la TransEuskalherria se permite estos deslices. Todo sea por pillar buenos rampones. Porque la etapa de hoy presentaba este diseño especial: nada de subidas tendidas. Puestos a subir, qué menos que un 10% de desnivel, ¿no? A partir de ahí empezamos a hablar.

Encontramos, como ayer, alguna pista machacada por las máquinas de saca de pino. Menos mal que el monte está bastante seco. Si no, tela pasar por ahí.

Seguimos pasando cotas. Perdemos la cuenta porque el GPS de Alberto se empeña en marcarle una línea recta entre Balmaseda y Amurrio en vez del track original. Intentamos resolverlo pero el bicho se resiste. Así que voy con cuidado en los cruces para no perder al coche escoba. Eso sí, más adelante, ya cerca de Orduña, volverá la ruta al aparato. No obstante, lo hemos intentado de nuevo en Artzeniega, donde hemos parado un rato a tomar algo.

Pasamos por el conjunto palaciego-conventual de Quejana y llegamos al entorno del embalse de Maroño. Hasta Orduña solo queda una buena subida (bueno, quizá dos) pegada a los paradones de la Sierra Sálvada, con zonas muy entretenidas entre hayas y con unas vistas magníficas.

En Orduña nos colocamos como los caracoles al sol en una terraza para dar cuenta de una par de pintxos y ciclosofar un poco sobre qué tal ha ido el día. ¿Qué? ¿Subimos el puerto de Orduña? Ya me sé la respuesta: con 1.600 metros de desnivel acumulado basta. A otra cosa, mariposa.

Solo queda una pequeña subida hasta Delika para bajar por fin a Amurrio. La Itzulia anda por aquí pero hemos visto, justo al levantar la vista hacia la pantalla de la televisión, que andaban a casi 70 kilómetros por hora. ¿Qué prisa tienen? Nuestra media de hoy: 12,5 kilómetros por hora. Estamos mayores jeje. Sí, sí, poneos a ello a ver qué tal.