Antes, cuando éramos pequeños, los perros se llamaban Beltza, Lagun o alguna otra simplicidad del mismo estilo. El mío fue Lagun. Llegó un día y se fue otro. Ninguna de las dos fechas quedaron en el calendario de mi recuerdo. Fue un animal que nos acompañó a mi hermana y a mí. En aquellos tiempos en que perro y abuelo caminaban uno junto al otro, en aquellos tiempos. Allí estuvo. Luego, algún día, el perro desapareció, en fecha indeterminada. Y más tarde también nuestro abuelo dijo adiós. Hace mucho tiempo.
Lagun era un perro bobalicón, cobarde y humilde. Allí estaba, junto al resto de animales. Sin apenas estridencias, tranquilo, algo huidizo, un perro sin ambiciones. Se hizo su hueco en la vida familiar, revoloteando en torno a las vacas y a la burra, camino de hacer hierba, camino de sallar patatas, camino de donde fuera su amo. Porque él interiorizó rápido que tenía un amo. Luego nos tenía a nosotros, los nietos del amo.
Son tiempos casi perdidos en la memoria, desdibujados a la acuarela, con trazas apenas reconocibles. Surgen a borbotones y vuelven a la conciencia mediante pequeñas punzadas de recuerdos fragmentados. Una escena junto al manzano, con la hierba húmeda de la mañana. Una carrera alocada campa abajo. Otra escena en busca de algún ratoncillo: las más de las veces terminando en fracaso. Todo aspaviento y altanería, pero casi inocuo para los roedores. Vaya un perro ratonero.
El animal está inmortalizado en una fotografía junto a su amo. Desdibujada, extraña. El perro cobarde, agachado, pensando si aquella vieja cámara de fotos podía suponer alguna amenaza. El perro era Lagun. Forma parte de un pasado que ya casi no es de este mundo. Cuando las cosas no tenían porqués. Simplemente sucedían. Volver treinta y cinco años atrás supone, entre otras cosas, encontrar un perro bobalicón y tierno. Es otra escapatoria.
8 comentarios
Los perros también se llamaban Moro, y Neure. Y las perritas, Zuri y Linda.
A nosotros hace poco se nos marchó Gus. ¿Porqué los ratoneros desaparecen cuando ven de cerca su final? ¿Orgullo? ¿Miedo? ¿Los dos a la vez?
todos los abuelos se parecen o es el blanco y negro de las fotos?
Nunca tuve perro ni jugué con ellos. Ahora es demasiado tarde para comprender esas relaciones afectivas amo-perro. No me quedarán entre mis nostalgias recuerdos perrunos
El de mis recuerdos se llamaba Eguzki. Siempre me acompañaba cuando iba a la fuente a por agua.
El ‘mio’ Turc (Turco en catalán) 🙂 No desaparecen… los hacen desaparecer… eutanasia. Al menos en mi caso. Me lo dijeron ya de mayor.
muy bien, como sigan los post en esta línea, pronto tus colegas de eadminblog se tendrán que comer lo de «gruñón» que te dedican junto a «poeta», y se va a quedar sólo lo de «poeta», muy bien, vas camino de cursar ingeniería aeronáutica lingüística, no es broma
la inteligencia reconoce a la inteligencia… el poeta reconoce al poeta… el sensible reconoce al sensible…