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20 recuerdos de un Tour del Pirineo diferente – Consultoría artesana en red

20 recuerdos de un Tour del Pirineo diferente

by Julen

Esta ha sido una ruta diferente por motivos variados, unos previos a llevarla a cabo y otros debido a los imponderables que van aconteciendo mientras estamos en la faena y que hay que aceptar con deportividad.

Tras un pequeño calvario previo relacionado con mis queridas vértebras L4 y L5, ya era un logro en sí mismo poder pedalear con cierta normalidad. En mayo comencé a trabajar con un nutricionista/entrenador. Esto en sí ha sido la novedad más relevante. Compartí con él mi plan inicial de 20 etapas y metió mano en su diseño colocando cuatro días de descanso. Mi idea era seguir su plan, pero…

En el día duodécimo, un viernes 4 de agosto cualquiera, la zona lumbar de nuevo protestó. Parece que fue una sobrecarga o algo así. No sé muy bien, la verdad. Fue a primera hora de la mañana, en ese típico momento en el que vas a atarte los cordones de las zapatillas. Me asusté porque pensaba que era ese latigazo más o menos incapacitante que ya conocía de experiencias previas y que en los días posteriores me dejaría en la miseria. La sensación: agobio. Agobio gordo.

Luego resultó que la evolución fue mucho mejor que en ocasiones anteriores. Aquel mismo día, a media mañana, ya me di cuenta de que andando a pie era como mejor estaba. Podía andar y podía hacerlo más o menos bien. Pero, lo más importante, me sentía a gusto y con la zona lumbar relajada. Así pues, ha habido también caminatas. No solo de pedalear vive el hombre.

Vamos, por tanto, con un balance de la ruta que tiene en cuenta también esa particular circunstancia. Vamos con veinte recuerdos que se quedan conmigo en este particular Tour de los Pirineos (y Prepirineos).

1. Aguas Tuertas, meandros de altura

Las imágenes que había visto de Aguas Tuertas antes de subir hasta allí con la bici me recordaban paisajes islandeses o escoceses: una curiosa mezcla de colores, nieblas, un aire mágico, un valle perdido. Después de una larga subida desde Siresa llegó la recompensa. Creo que es de esos lugares del Pirineo a los que sí o sí hay que ir. 

¿Islandia?, ¿Escocia? Algo parecido, ¿no? Valle de Aguas Tuertas.

2. Tor, quién te ha visto y quién te ve

La crónica negra de los Pirineos pasa, entre otros lugares, por Tor. Los asesinatos que ocurrieron allí fueron investigados por el periodista Carles Porta, quien contribuyó a que conociéramos el caso. El lugar, con el paso del tiempo, se ha transformado, hasta cierto punto, en lugar de peregrinación para moteros. Aquel Tor que conocí hace años no tiene mucho que ver con el actual. 

Tor: la iglesia de Sant Pere y el puente sobre el río Sàlies

3. El balneario abandonado de Benasque

Dejó de funcionar en 2019. Para llegar hasta él hay que enfrentarse a una buena cuesta por una carreterita que traza varias curvas de herradura. Arriba quedan los manantiales de aguas termales a 37 grados. A su alrededor se puede disfrutar la majestuosidad del Parque Natural Posets-Maladeta. Hoy el edificio es un fantasma que hace de vigía a la espera de que, quién sabe, quizá algún día vuelva a la vida.

Dejó de funcionar en 2019 y hoy le queda un aspecto fantasmagórico

4. Transpirenaica en el ambiente

Moverme en bici por los Pirineos se traduce enseguida en rememorar las dos veces que pedaleé la Transpirenaica. La primera vez en 2004, en su mitad oeste; y la segunda, al completo, en 2011. Zuriza me permitió una bonita comparación entre 2004 y 2023 desde el punto de vista de los artefactos ciclistas que empleamos. Qué tiempos aquellos de cartografía impresa para llevar en el portamapas del manillar.

Una Orbea Oiz en 2023 y una Specialized Stumpumper en 2004

5. Caminos tradicionales a la sombra

El latigazo en la zona lumbar me obligó a cambiar durante algunos días el pedaleo por las caminatas. Entre ellas, anduvimos recorriendo «los pueblos del Solano» en torno a Castejón de Sos. Una buena parte del paseo nos permitía descubrir los caminos tradicionales que se empleaban para ir de un pueblo a otro. Un viaje en el tiempo muy agradable porque nos daba sombra. A pesar de que la ruta anunciaba «solano» 😉

Camino hacia Sos por un sendero sombreado entre muretes a ambos lados

6. La perfección de Sant Climent

Cuando llegas a su lado, sobrecoge la esbeltez de su campanario. Paseas alrededor de la iglesia y te quedas absorto contemplando esa mezcla de sencillez, pureza y tranquilidad. Prototipo de iglesia románica: planta basilical, tres naves separadas por columnas, cabecera con tres ábsides y torre campanario. Es toda una maravilla a preservar.

Digna de admirar

7. Agua y electricidad: el progreso que fue

El río Flamisell y otros como él dieron pie a que el ser humano aprovechara la fuerza de sus aguas para transformarlas en electricidad. Las centrales fueron poblando los valles. Se sometía la naturaleza al dictado de la ciencia y de la industria. Aquel pasado se mantiene, pero también sucumbe en parte ante la eficiencia de nuevas formas de energía. Pero sí, marcó una época. Nacieron incluso minicentrales, como la de Sossís.

Minicentral hidroeléctrica de Sossís, muy cerca de La Pobla de Segur

8. Congosts, un trabajo paciente

Los ríos han trabajado durante años para abrirse paso en su camino. Podían encontrar más o menos resistencia en el terreno por el que transitaban. Las huellas de su trabajo en el territorio son bestiales: los congosts (desfiladeros) dan fe de la obra hercúlea de los cursos de agua. 

Uno de tantos desfiladeros, esta vez en el río Aragón Subordán

9. El embalse de Sallente

La Vall Fosca es una valle que pudimos pedalear en toda su extensión. El río Famisell nace como desagüe del embalse de Sallente, por encima de los 1700 metros de altitud. Allí arriba aún hay un teleférico que permite un acceso fácil a la zona de lagos que queda por encima. Un entorno transformado, por tanto, por la mano del hombre, pero con cierto aire cautivador.

La mano del hombre en el entorno natural

10. Una librería en La Pobla de Segur

Me llevé una agradable sorpresa al descubrir una librería de verdad en una esquina de la Plaza Mayor de La Pobla de Segur. Junto a la entrada de la Calle Mayor, lucía un escaparate con alguna que otra joya. Como quiera que en el viaje incluíamos una visita a la familia en Andorra, no pudimos dejar pasar la oportunidad y compramos un libro como este (pero no solo, claro está).

Fotografía de una Andorra que desapareció

11. El yayo y los Pirineos de otra época

Otro de los momentos «librería» del viaje ocurrió en Castejón de Sos. Esta vez no era, como tal, una librería solo de libros. El establecimiento ofrecía la típica mezcolanza de artilugios que le dan sentido en un pequeño pueblo. Sin embargo, echando un vistazo a los libros, enseguida me identifiqué con uno que aludía a mi condición de abuelo. 

Las historias del abuelo

12. Alojamientos con historia

En Siresa, Aínsa y La Pobla de Segur disfruté de alojamientos que podían presumir de historia. En un momento en el que casi todo pasa por el altar de la competitividad en precio, daba gusto sentir que aquella gente que te atendía tenía una historia que no querían olvidar. Que siguieran al pie del cañón se convertía en un buen ejemplo de resiliencia. Un placer haber pernoctado allí.

El actual mesón L’Ainsa en 1870

13. Aneto bien merece una peregrinación

Encontré Aneto en el mapa. No el pico Aneto, sino el pueblo Aneto, que hoy en día pertenece al municipio de Montanuy. Cosas de familia otra vez, actuó como imán para pedalear en peregrinación hasta allí. Una ruta que luego me permitió de nuevo transitar por territorio Transpirenaica. La toponimia de Aneto admite dos versiones: la que tiene que ver con ser el pueblo en línea recta más cerca del pico Aneto o la que se fija en la proliferación de eneldos de la zona.

En la plaza de la iglesia

14. La Bal de Chistau y sus mujeres

Plan para mí era su caravana de mujeres. Allá por 1985 ocupó las portadas de la prensa no solo nacional, sino también de algún medio internacional. Pero con la bici de monte, subir hasta el refugio de Viadós o coger la pista que sube a la cabaña de Pardines eran motivos más agradecidos para pedalear por allí. Casi a dos mil metros de altitud disfrutamos de vistas aéreas.

Jornada de vistas aéreas sobre la Bal de Chistau

15. Necesitamos esconjuraderos

El cambio climático nos puede abocar a un futuro muy negro. En la antigüedad el clima también era motivo de preocupación. Para ello, en algunas partes del Pirineo, se crearon esconjuraderos. Había que echar mano de la magia, de la fe o de lo que fuera para minimizar las consecuencias del clima adverso, sobre todo el que provenía de las tormentas.

El esconjuradero de Guaso

16. Una foto: la iglesia románica de Vió y su fondo de pantalla

Quizá fuera una de esas fotos que encuentras solo en la medida en que fuiste capaz de llegar hasta allí. Una vez ascendido el Collado de Vió, un desvío permite al acceso al pequeño pueblo que da nombre al paso de montaña. Su iglesia románica de San Vicente luce tranquila, como protegida por unas cumbres que se empeñan en completar la belleza del lugar.

Preciosa la iglesia con las cumbres pirenaicas detrás

 

17. Arriba, arriba, hasta el Barranco de Igüer

Una escena que se repite: comienzas a subir junto a un río. La civilización ha asfaltado, mejor o peor, el camino. Luego se transformará en pista, luego en algún tipo de vereda y, finalmente, acabará fundida con las grandes montañas. El Barranco de Igüer es un buen ejemplo. Tras un guiño al progreso al haber encementado una buena cuesta final, descubres que el esfuerzo valía la pena. 

Tras un buen repecho, las cumbres

 

18. El reencuentro con la bici de carretera

Cuando llevas a cabo una travesía y vas en plan autosuficiente, hay que elegir: es evidente que pedaleas solo sobre una bici. En cambio, cuando (como ha sido esta vez) dispones de un coche que te sirve de medio transporte hacia tus bases de operaciones, te puedes permitir el lujo de llevarte contigo dos bicis. En mi caso, con alguna que otra reflexión de por medio –hay que cambiar desarrollos para subir con más cadencia puertos de entidad–, me ha permitido reencontrarme, hasta cierto punto, con la bici de carretera.

La bici de carretera junto a una turbina de las muchas que se emplearon en las centrales hidroeléctricas de la Vall Fosca

19. Incidentes mecánicos varios

El primer día me cargué el tornillo de cierre de sujeción de la tija. En la ruta por la Bal de Chistau fui incapaz de reparar un pinchazo porque mis dos cámaras de repuesto perdían aire. En la última etapa hacia Tor tuve que reparar otro pinchazo en la rueda delantera. Además, esta rueda ha vuelto completamente descentrada. Bueno, cosas que pasan por dar pedales. Gajes del oficio, no pasa nada.

La Orbea Oiz, que nos ha dado guerra, luce hermosa en Port de Cabús

20. Somos muchos

Me he sorprendido por la cantidad de gente que he visto. Aínsa, los parkings de algunos refugios, Tor o Benasque, por poner algunas ejemplos, daban fe de ello. Yo soy, claro está, uno más que contribuye a esa cantidad. Las fechas son las que son; no disponemos de otras. Lugares en los que la sensación era la misma: estamos demasiada gente por aquí. El turismo es signo de los tiempos. Y aquí, en el Pirineo, también masificado, por supuesto. ¿Tiene que ser así? Dicho lo anterior, pedaleando sabes que puedes escapar.

Subiendo desde Tor hacia el Port de Cabús


Hasta aquí las crónicas y este post de balance. En un tiempo, como ya es costumbre, reuniré todos los posts en un e-book que añadiremos a la colección. Tenemos ya 12 publicados, todos ellos disponibles para su descarga gratuita en esta página.

Algunos datos de resumen:

  • Días de ruta en bici: 16 (11 con MTB y 5 con la bici de carretera)
    • Desnivel acumulado: 19.552 m.
    • Distancia recorrida: 946 km.
    • Tiempo empleado: 56h 50m.
    • Etapa de mayor distancia y desnivel: Peregrinación a Aneto. 98,60 km y 2.298 m de desnivel acumulado.
  • Días de descanso: 3. 
  • Días de caminatas: 3. Distancia andada: 28,44 km. Desnivel: 892m. Tiempo: 7h 09m.

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1 comentario

De Fago a Tor, los asesinatos ya no son lo que eran – Consultoría artesana en red 15/08/2023 - 07:03

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