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Como ya comenté ayer, tras el viaje en autobús, hoy hemos comenzado la ruta desde Luarca. Y para empezar hemos diseñado una etapa suave, tanto en kilometraje como en desnivel acumulado previsto. Vamos a ver si empezamos suave suave, porque enseguida nos vienen etapas serias. Siempre es un placer rodar de este a oeste porque por la mañana, que es cuando hacemos la gran parte del recorrido, el sol pega por la espalda. Las fotografías a primera hora lo agradecen. Y me da que en estas primeras etapas vamos a disponer de un buen número de oportunidades para captar instantes especiales. Bueno, siempre y cuando no amanezcas con una niebla de aúpa 😉
Ayer nos cenamos un cabracho y un rape, ambos a la plancha. A ver si me acuerdo de fotografiar semejantes manjares cuando lleguen en el plato, que Juan nos lo agradecerá. Habrá más oportunidades. Prometo reportaje gráfico.
El pueblo se veía animado, pero sin llegar a agobiar en plan multitudes veraniegas. Luarca luce una buena oferta de restauración y también hotelera, aunque alguno de estos hoteles haya pasado a mejor vida, como el Gayoso, en plena plaza principal.
La ruta nos ha llevado por el Camino de Santiago, con un tramo inicial hasta La Caridad en el que la costa aún quedaba algo lejos. Así que hemos aprovechado el paso por Navia para acercarnos hasta la playa y su Poza —por aquí también la llaman «Vega de Arenas»—, un pequeño lago de agua salada que vive al son de las mareas. Por lo que he leído no hay naviega ni naviego que en sus primeros años no haya chapoteado en esa poza. Eso sí, durante bastante tiempo ha estado al borde del desastre.
La plataforma ciudadana «Salvemos la Poza» reivindicó durante años soluciones para mejorar el deplorable estado en el que se encontraba el enclave natural situado en la desembocadura del río Navia, que llegó a ser una ciénaga a punto de secarse, en la que además de ser un lugar de ocio, es el hábitat de muchas especies, especialmente de aves como garzas, patos, cormorán y muchas otras.
Este primer tramo lo hemos compartido, cómo no, con una buena colección de peregrinas y peregrinos. Alberto hace años llegó hasta aquí haciendo el Camino de Santiago. Así pues, ya conocía el lugar. Ahora nos enfrentamos a la terra incognita, lo desconocido. Y lo desconocido ha sido un Camino de Santiago que apenas si se aleja unos pocos centenares de metros de la antigua Nacional 634, la de toda la vida, y que ahora se ve más tranquila porque a su lado, más al interior, le han construido un hermano mayor, la Autovía del Cantábrico. Sin embargo, los coches van deprisa y ha habido que cruzarla en varias ocasiones. Mal asunto.
Ha sido, por tanto, día de ir saludando a quienes peregrinan a pie hasta Santiago. En bici, en cambio, han sido casos contados. Nos hemos hecho unas risas con una chica de Castellón que le ha llamado a Alberto: ¡Felipe! ¿Eres Felipe? Pues nada, que Alberto tiene un doble llamado Felipe. Más adelante, ya pasado Tapia de Casariego, en un bareto hippy en el que hemos parado, también le han preguntado si no había estado antes por allí. Se ve que se les hace cara conocida.
En Tapia de Casariego, 25 kilómetros después de Navia, volvemos a la costa, aunque el mar siempre se ha intuido allá a la derecha de la ruta. Es 16 de julio, día de la Virgen del Carmen y el pueblo está engalanado. Todo el entorno del puerto luce sus mejores galas.
Por supuesto, había que cumplir el ritual y acercarnos hasta el faro para inmortalizarlo vía fotografía digital. La peculiariedad es que se encuentra en una isla, la de Tapia, aunque unida a tierra por un espigón de cien metros de longitud. Claro que luego, como podéis comprobar si seguís leyendo, tenemos repetición en Ribadeo. Este faro vio la luz en 1859. Más concretamente, una luz blanca que a día de hoy emite en forma de tres destellos cada 19 segundos con un alcance nominal nocturno de 18 millas náuticas. Ya sabéis, Wikipedia dixit.
Como curiosidad, aquí en Tapia de Casariego se escucha la fala. En este caso se trata del gallego asturiano, una variedad dialéctica del subgrupo gallego-portugués. Me ha recordado a otra fala, también con orígenes similares, que se habla en una comarca recóndita de Cáceres, por la que pasé cuando hice la TransIbérica, de Sagunto a Oporto. Allí, en San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, municipios del Valle de Jálama, junto a la frontera de Portugal, hablan un dialecto que se explica por asuntos que vienen del siglo XIII. Y por el aislamiento, por supuesto.
A la salida de Tapia la playa, con marea baja, estaba espectacular. Y qué decir, más adelante, de la de Penarronda, que se veía bastante concurrida.
Como hoy íbamos bien de tiempo, hemos jugueteado con la línea de costa antes de llegar a Ribadeo. Nos hemos acercado a la desembocadura de la ría para ver enfrente el cargadero de Ribadeo. Después ha habido que cruzar el enorme puente de la autovía por un estrecho paso lateral que tiene su aquel. Mejor no mirar abajo.
Al ser la etapa más corta que las vendrán a continuación, hemos aprovoechado para acercarnos hasta el faro de Isla Pancha (es la primera foto de este post, la que incluyelos datos de Strava). Una carretera pegada a la ría nos lleva primero al Fuerte de San Damián, junto al que se encuentra el Cargadoiro do Ferro, y luego hasta la misma puerta de acceso a la Illa Pancha. Allí construyeron el faro en 1857 y allí rompe el Panchorro, una ola gigante que en días de temporal sirve para que las figuras del surf —me entero de que a través de la modalidad de tow-in— demuestren su pericia. Van ya, según parece, por la tercera edición del Illa Pancha Challenge. Alberto, toma nota: en Mundaka tenéis una ola izquierda de fama mundial, pero aquí tienen el Panchorro.
Tras la visita nos retiramos a nuestros aposentos. Tenemos tiempo de cumplir con las obligaciones e irnos a comer a alguno de los restaurantes del centro. Así pues, a disfrutar de esta primera etapa algo más corta que las siguientes.
Kilómetros totales hasta esta etapa: 65,3.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 959.
📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.
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