16 recuerdos: balance de #KostaMTB

by Julen

Actualización.- E-book ya disponible de la ruta https://bit.ly/kostamtbRSS


Hoy domingo, mientras termino de escribir este post, que publicaremos mañana día 5 de septiembre, hace un mes exacto que terminé de pedalear la ruta allá en Badajoz. Quedó pendiente el post de balance y, por fin, cumplimos con las obligaciones. Además, en este caso, trae alguna novedad. Sigue leyendo y lo entenderás.

Poco me queda ya de litoral de la Península Ibérica por recorrer en bici. Bueno, lo cierto es que en esta ruta hemos hecho alguna que otra trampa. Ser fiel a la línea de costa en las Rías Altas y en las Rías Bajas supondría muchos más kilómetros de los que hemos pedaleado. Y mira que se han quedado zonas pendientes (Camariñas y Cabo Vilán, por ejemplo). En cualquier caso, el plan de recorrer en bici el litoral del occidente asturiano y Galicia al completo es muy recomendable. Ya lo podemos decir con conocimiento de causa. La costa portuguesa, por su cuenta, nos ha aportado otro perfil, más rectilíneo, pero también con playas de quitar el hipo. Además, hay algo que no he contado en las crónicas y que, pasado ya el asunto, puedo compartir.

1. La ruta en la que me atrapó el coronavirus

El día 21 de julio, en la sexta etapa de la ruta, luego de un par de días en lo que pensé que andaba con mis típicas alergias (mocos, ojos llorosos, dolor de cabeza…), di positivo en Covid. Por más señas, fue en Ponteceso, poco antes de llegar a Laxe. ¿Qué hacer? Estaba con Alberto, lo hablamos y con las debidas precauciones, decidí continuar. Pasé varios días malos. Las cinco horas de pedaleo diario suponían un buen reto en lo físico y en lo psicológico. La noche que pasamos en Muxía fue, con diferencia, el peor momento. La pasé bastante mal, con fiebre y fundido, pero aguanté y seguí adelante. El 4 de agosto en Badajoz me volví a hacer PCR y el resultado fue negativo.

Así pues, ha sido una ruta diferente por la covid. Habrá que darle las gracias a Alberto, con quien anduve compartiendo alojamiento en días complicados. Él también se hizo su prueba correspondiente y dio negativo. Menos mal. Entiendo que, aunque a veces no era tan fácil, las precauciones que tomamos funcionaron. Contado este pequeño secreto que no quise incluir en las crónicas, vamos con otros recuerdos que quedan fijados en la retina… y en el paladar.

2. Playas… al sol y en la niebla

La ruta es un festival de playas. Solo tienes que echar un vistazo al álbum de fotos para darte cuenta de ello. Y, ojo, porque muchas de esas playas son un regalo para la vista. Eso sí, las hemos visto con niebla y con sol. Algunas se intuían y otras se abrían en todo su esplendor. ¿Citar alguna en particular? Vaya compromiso. Quizá las de Santa Cruz en Portugal son de las que primero me vienen a la retina, pero en las rías Altas y en Asturias también las hay para regalar. 

3. El cabo Touriñán

Por lógica, entre los recuerdos de la ruta aparecen los faros, vigías para los navegantes que necesitan referencias con las que salvar los malos momentos que a veces ofrece la mar. A veces no es tanto el faro en sí, sino el entorno en el que lo encuentras. Es el caso, por elegir un ejemplo, del cabo Touriñán. Dabid me dijo que teníamos que pasar por aquí y, desde luego, se tiene que anotar ese tanto. La carretera de acceso, a través de un istmo, es fantástica. El lugar resulta evocador. Sí, podría compartir trono con otros muchos faros, pero el de Touriñán nos sirve de exponente.

4. Senderos junto a las rías

Las rías se retuercen a través de un litoral que ofrece, en función de la orografía de cada una de ellas, una manera específica de pedalearlo. No es lo mismo un terreno escarpado que otro en el que las mareas entran y salen dejando terreno practicable o no según el momento. Así que la ruta nos ha proporcionado bastantes oportunidades de pedalear tranquilos junto a esas zonas inundables. Jugar con las mil curvas de los senderos que se abren paso por donde pueden es una forma entretenida de avanzar sin prisa. Un ejemplo: a la salida de Cambados. Pero, insisto, habría otros muchos y bien variados.

5. Rectas interminables

Portugal ofrecía un contraste evidente respecto al pedaleo en Asturias y Galicia. Su costa, abierta al Atlántico, ha requerido que los humanos se protejan con plantaciones diversas. Las dunas plantean siempre un reto de conservación. Convivir con este ecosistema tan frágil tiene su complejidad. En la etapa más larga, una de esas que podríamos llamar «de conexión», me encontré con rectas interminables más o menos paralelas a la costa. Un asfalto a veces destrozado y a veces restaurado entretenía el pedaleo. Fueron rectas para dejar pasar el tiempo. Los pensamientos, a lo suyo. Rectas repletas de curvas en el pensamiento.

6. Las pasarelas de madera

No sé los kilómetros que habré pedaleado por este tipo de infraestructura, pero fueron unos cuantos. Era otra manera en que salvar los arenales, las dunas y los humedales. Barandilla a cada lado y tablas de madera en el suelo que, a veces, escondían alguna que otra sorpresa. Sí, son infraestructuras que necesitan mantenimiento. No es lo mismo ir a pie que en bici. El agujero que queda cuando alguna de esas tablas se ha roto no tiene las mismas consecuencias. En cualquier caso, son pasarelas que hacen muy amable el pedaleo.

7. El mejor banco del mundo

Seguro que hay competencia y muchos querrán subirse al cajón más alto del podio, pero bien podríamos pensar que poco antes de entrar en Ortigueira, hay un buen candidato. Los acantilados de la costa en las Rías Altas son un buen reclamo para ese «mejor banco del mundo». Hasta allí llegamos con las bicis y allí hicimos una parada. No todo es pedalear. Hay que dejar pasar el tiempo, aunque sea por breves instantes. El banco pedía foto.

 

8. El mirador y la garita de Vixía Herbeira

En una ruta que se pega a la costa no está mal ascender todo un señor puerto de montaña que te eleva hasta los 613 metros de altura. Hasta ahí se levantan los acantilados que presumen de ser los de mayor cota en la Europa continental. Eso sí, el mirador puede que lo sea a un mar de nubes y no a los acantilados en sí. El viento sopla fuerte arriba. La carretera, que comienza protegida entre arboledas, se abre a media subida y hay que esforzarse para hacer cumbre. El sitio, no hay duda, tiene su encanto.

9. Los mil Caminos que llevan a Santiago

Pedalear por Galicia supone tomar conciencia de la relevancia que Santiago de Compostela tiene hoy en día como destino. ¿Cuántos caminos conducen hasta allí? De verdad que pierdo la cuenta. No sé por cuántos habremos dejado huella con nuestras ruedas en esta ruta, pero os aseguro que son unos cuantos. Comenzamos por el Camino del Norte, topamos con los que pasan por Muxía y Fisterra, supimos del Camino Inglés en Pontedeume, del Camino Costero de Santiago y Santo Andrés, del Portugués de la costa… Pues eso, puntos suspensivos, porque la lista no parece tener fin.

10. Comer comer

Sí, este es un tópico si te vienes a Asturias o a Galicia. Las raciones son generosas y la materia prima suele ser de calidad y variada. No pudimos evitarlo: percebes, pimientos de Padrón (qué buenos) o pulpo. Pero, ojo, que cuando pasas a Portugal, ya puedes contener tus ansias con los dulces, porque la tentación siempre va a quedar cerca. Eso sí, la prueba del bacalao me salió rana. Un pequeño lunar en una ruta que bien podríamos organizarla sobre una base gastronómica.

11. El Miradouro do Monte da Muralla

Entre las «trampas» para evitar algunos kilómetros pegados a la costa gallega, elegimos la subida a este mirador, que proporciona vistas a las rías de Arousa y de Muros. Primero por carretera y luego por una ancha pista con unas cuestas de consideración, se sube hasta los 679 metros de altitud. Allí han construido un mirador muy fotogénico. Recuerdo que andaba con la covid encima y lo suyo costó llegar hasta arriba. Pero todo lo que se sube, se baja. Mereció la pena, no hay duda.

12. Los amigos

Se agradece que uno pueda organizar una ruta en la que aprovecha para quedar con amigos. Comenzamos el mismo día en que iniciábamos la ruta aprovechando la parada del autobús en Oviedo, seguimos con Iago e Isabel en la playa de Barrañán y añadimos un tercer encuentro con Santi en Cambados. La perspectiva local siempre enriquece lo que uno va encontrando en la ruta. Además, son momentos para dejar a un lado la bici (aunque siempre esté presente, de una u otra forma en las conversaciones) y dejar que la charla se vaya hacia otros derroteros. Pues eso, momentos agradecidos que no siempre son posibles y esta vez, por suerte, lo fueron.

13. La frontera

La ruta incluía tres travesías en barco. La primera era la que nos cruzaba la frontera de A Guarda hasta Caminha. Ya antes de llegar conocía la pequeña historia que tenía detrás, con barcos averiados e infraestructuras pendientes. A eso le añadimos una conversación con un trabajador de la compañía que prestaba el servicio y que me puso al día de otros detalles curiosos. El barco hoy ha sido sustituido por pequeñas lanchas que cruzan la desembocadura del río Miño en ambos sentidos. Claro que el que aporta mayor flujo de viajeros es de los peregrinos que vienen recorriendo el Camino Portugués hacia Santiago. Y ahí está el negocio. Y la picardía.

14. Las grandes ciudades: Oporto y Lisboa

La ruta nos hizo pasar por las dos grandes ciudades de Portugal, las dos rebosantes de turistas. Es lo que hay. Tras dos veranos de limitaciones de contacto social a cuenta del coronavirus, este 2022 supongo que ha sido un año de explosión viajera. La consecuencia es que me he encontrado con dos ciudades, para mi gusto, desbordadas por el turismo. Además, sucias, muy sucias. A lo mejor el estándar al que estoy acostumbrado aquí en Bilbao es otro (¡quién lo iba a decir!), pero no he llegado a sentirme cómodo en mi tránsito por estas dos metrópolis. Eso sí, menos mal que mis madrugones ayudaron a compensar el efecto.

15. El calor alentejano

Si #KostaMTB era una etiqueta que dejaba claro el sentido del viaje, las cuatro últimas etapas introdujeron un cambio radical. El verano en el Alentejo no tiene piedad. El calor es calor. Los 40 grados representan la normalidad. Por tanto, hay que adaptarse. Si no quieres dosis excesivas de sufrimiento, todo consiste en evitar ciertas horas del día. Pasado el mediodía se encienden las luces rojas. Eso sí, ante semejante escenario, fue fantástico descubrir cómo la sabiduría popular de las casas tradicionales ayudaba a mantener fresco lo que fuera era auténtico fuego.

16. Joaquim Agostinho y su museo

La casualidad quiso que, sentado en una terraza en Santa Cruz, muy cerca de unas fantásticas playas, viera un anuncio. En Torres Vedras se había puesto en funcionamiento un museo dedicado al ciclismo y, más en concreto, al campeón portugués Joaquim Agostinho. Reconsideramos el itinerario de aquella etapa y nos desvíamos hasta el museo para disfrutar durante un buen rato de cultura ciclista. Fue una visita en la que tenía todo el museo para mí. Nada de prisas ni aglomeraciones. Casualidades que conviene aprovechar. Los planes de ruta, a fin de cuentas, están para saltárselos. Bienvenida, también, la improvisación.


Bueno, pues hasta aquí las crónicas y el balance de esta nueva ruta en bici de montaña. Mientras termino de escribir el texto, estoy pendiente de algunas pruebas médicas. Al terminar en Badajoz, mientras estaba limpiando la bici (ya es casualidad que no fuera pedaleando), noté el típico pinchazo en la zona lumbar. Al de un mes de aquel episodio, el diagnóstico es bastante evidente: tengo pinzado el nervio ciático. Hay que ver de dónde viene el problema. Muy probablemente tenga que ver con una hernia discal en las vértebras L3-L4. Es algo que viene de atrás. En fin, toca esperar. Mientras tanto, ya estamos dándole vueltas a la siguiente ruta. Nos leemos.

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