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Un domingo por la tarde en Mora d’Ebre es un fiestón. La gente se echa a la calle y cuesta abrirse paso entre la marabunta. Los bares están atestados y no hay forma de encontrar un solo hueco para tomarse algo. Todo es jolgorio y algarabía. O sea, que si quieres diversión, ya sabes, ni se te ocurra hacerte un verpertino dominical por aquí. Por aviso que no sea.
Nos acercamos hasta el castillo y luego bajamos al río. Allí aparecían las marcas correspondientes a las diversas riadas que han asolado el pueblo. Curiosamente muchas de las más destructivas lo fueron en años acabados en siete. Entre ellas la que parece que se lleva la palma al menos en tiempos recientes es la de 1907. En las escaleras de la iglesia se pueden ver placas conmemorativas de los desastres.
Pero el caso es que Mora d’Ebre cuenta con el triste logro de haber contemplado una de las batallas más sangrientas de la Guerra Civil española. Si quieres documentarte en lo básico, como tantas otras veces, te servirá la Wikipedia. Así, de entrada: 16.500 muertos, 64.000 heridos y cerca de 25.000 prisioneros. El episodio duró de julio a noviembre de 1938 y supuso combates en torno al Bajo Ebro, desde Mequinenza hasta Cherta. En Fayón, cerca de Mequinenza, se creó una asociación en torno a la batalla y, entre otras actividades, llevan a cabo el último fin de semana de julio de cada año una recreación de la misma. En fin, la guerra: triste y lamentable lo que los humanos somos capaces de hacer.
La magnitud del conflicto ha generado diversas iniciativas para mantener viva la memoria. Corbera d’Ebre era otro de los lugares que tenía anotados en nuestra ruta por su triste vinculación con la Batalla del Ebro. Aquí, en este pueblo, se puede visitar el Poble Vell. Si has paseado alguna vez por Belchite ya sabrás de lo que hablo. El pueblo antiguo desapareció y hubo que crear uno nuevo. Sin embargo, quedan para el recuerdo las ruinas de lo que fue. Por supuesto que hacen falta recursos para mantener a la vista lo que quedó. No debe ser fácil preservar los escombros y evitar su degradación a causa del viento, la lluvia o las temperaturas. En fin, un triste pasado que bien merece los varios centros de interpretación de la batalla en diferentes poblaciones de la Tierra Alta como Vilalba dels Arcs, Batea, Pinell de Brai y La Fatarella. Por su parte, el de Cordera d’Ebre se presenta así:
El Centro de Interpretación 115 Días, situado en Corbera de Ebro, recupera la memoria de aquellas personas que tuvieron que poner en juego sus ideales y su vida de manera trágica. La exposición permanente del centro está dividida en siete ámbitos que, a través de las sensaciones, transportan a los visitantes a los espacios de la batalla y sus factores militares y políticos. El centro, además, invita a reflexionar sobre la necesidad de recuperar la memoria democrática y la reconciliación con nuestro pasado.
Nosotros hemos pasado por allí a media mañana y luego también antes de llegar a Vilalba dels Arcs hemos parado en el cruce de Quatre Camins, un lugar estratégico en el que las dos partes en contienda habían excavado cada cual sus trincheras muy cerca unas de otras y con su buena dosis de ametralladoras. Allí han colocado uno de los numerosos monumentos en memoria de la batalla. Eso sí, un monolito bastante deteriorado, todo hay que decir.
Esta primera parte de la etapa de hoy nos ha enfrentado a unos buenos rampones. De los de echar el hígado por la boca. Pero se hacía entretenido, no hay duda. Pistas bastante rotas entre pinos, olivos y vides. Finalmente hemos conectado con la carretera nacional que da acceso a Corbera d’Ebre. Camiones a toda pastilla. Menos mal que ha sido un tramo corto.
La segunda parte de la etapa de hoy nos ha introducido en la comarca de Matarraña. Calaceite, Cretas y nuestro destino final, Valderrobres, nos sirven para entender eso de que estamos en la Toscana española. En Calaceite hemos callejeado un poco para luego bajar hasta la carretera y aplicarnos con el avituallamiento sólido del día.
Ha sido volver a pedalear y quitarse de encima chaqueta y manguitos. Quedaban poco más de veinte kilómetros para disfrutar de un laberinto de pistas con mil cruces de acceso a fincas. Nada más comenzar pasaba al lado del despoblado íbero de San Antonio, de entre los siglos V y II a.C., a la salida de Calaceite. Por lo que he leído, hay en toda la comarca numerosos yacimientos íberos. De hecho, hay una ruta que llaman de «los primeros pobladores» y que permite la visita a varios asentamientos y túmulos funerarios.
Ya en Cretas era obligado pasar por su Plaza Mayor, de los siglos XV y XVI. En ella destaca una columna central que estuvo ubicada en las afueras del pueblo, cerca de una ermita dedicada a San Roque, pero que desde 1962 le da prestancia al lugar. Ahí es nada lo que puedes ver encontrar en la parte alta de la columna.
Sobre la columna encontramos el antiguo escudo de la población, con los signos que nos hablan de su larga historia: la cruz de la orden de Calatrava, señores de la villa desde finales del siglo XII; el cordero pascual, símbolo eclesiástico posiblemente asociado al período de señorío del obispado de Tortosa; y las barras aragonesas que nos recuerdan su título de Villa real.
Para llegar a Valderrobres hemos cogido un pequeño tramo de la Vía Verde del Zafán. Luego la hemos dejado para tomar dirección de Valderrobres. Unas buenas granjas de cerdos amenizaban el camino.
La entrada se hace por la parte alta, junto al castillo. Foto en el puente porque hay que decirle a una compañera de la uni que es de aquí que ya estamos en su pueblo. Así que tenemos recomendaciones varias de primera mano. Habrá que aprovecharlas.
Kilómetros totales hasta esta etapa: 173,87.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 3.179.
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