Ya, soy poco tolerante con las multitudes, lo reconozco. Hace unos cuantos años que no voy a un gran concierto o incluso a un supuesto memorable partido de fútbol. Las fiestas de verano tampoco son lo mío. Y esto de peregrinar a Santiago en estas fechas del año por el Camino Francés, hay que reconocerlo: es multitudinario. Y también un poderoso motor económico, claro está. Pero por eso mismo puedes encontrarle algunos inconvenientes. Ahora, de hecho, la cola para la bendita compostela será de al menos 50 personas. Las cosas como son.
Tiene que ser divertido esperar en la Plaza del Obradoiro para ver de qué diferentes maneras se accede a este final de la peregrinación. Jolgorio, en tropel, silencio, casi llorando, diversas formas de llegar al punto final, si es que así lo podemos considerar. Bueno, que se me va la pinza, cuento algo de la etapa.
Salgo de Sobrado con otros cuatro chicos en bici, que veo que me siguen por detrás. Hoy sí que sí, día de mucha gente pedaleando. Subebaja como es costumbre hasta que noto que la cadena salta en los piñones centrales. Y es que un par de hierbas bien prensadas se han quedado a vivir entre los piñones. Pues nada, a quitarlas. Conste que la bici chirría de lo lindo y por más que he probado diferentes puntos de engrase no doy con la solución. Al menos me sirve para avisar a los peregrinos de a pie cuando me acerco, ¡sin necesidad de que haga sonar nada! La bici suena ella sola.
El último tramo del Camino del Norte hasta Arzúa es entretenido aunque con un exceso de carretera. A partir de aquí es donde comienza esa otra «dimensión» del Camino, la que comentaba como multitudinaria al empalmar con el Camino Francés. Quizá es que cojo muchos grupos que han salido de Arzúa porque paso por ahí un poco después de las nueve de la mañana y puede ser hora de gente dormilona que se pone en marcha. Me tomo un té en un bar, lo que me sirve para entablar conversación con un lugareño sobre la cogorza que lleva una cuadrilla de chavales que se apoyan como pueden en la barra. Reflexión del local: ya aprenderán, a base de hostias ya aprenderán. Punto. Me callo, no vaya a ser que lleve yo una. El típico buen ambiente mañanero, ya sabéis.
Desde Arzúa veo bastante gente en bici. En general con buenas alforjas y paso tranquilo. Tengo la sensación de que voy molestando. Compartimos la ruta con la gente a pie y, claro, vas más rápido. Así que todo el rato haciendo que la gente se aparte. Que vale, que lo hacen con educación y sin ninguna mala cara, pero eso no me quita la impresión de que voy molestando.
Los caminos son agradables. Sin embargo, cuando pasé por aquí en el año 2000 mi sensación fue diferente. No sé si porque había menos gente o porque fue mi primera ruta de larga distancia, pero la memoria se esconde. Me topo incluso con gente que en pleno camino reparte folletos publicitarios de alojamientos en Santiago. Y monjas que ofrecen sellar la credencial. Hay que captar clientes. Hay que captar fieles. The same old story.
El cielo ennegrece y augura tormenta. Al final serán solo cuatro gotas aunque por momentos los nubarrones anunciaban otra cosa. También el arbolado denso contribuye a que estas primeras gotas apenas si toquen el suelo. Junto a estos tramos se suceden otros que atraviesan aldeas donde las vacas son omnipresentes. Ruralidad asaltada por hordas de peregrinos. Quién se lo iba a decir a esas vaquitas.
El aeropuerto de Lavacolla anuncia la cercanía de Santiago. Queda subir al Monte do Gozo y la bajada final. Llueve algo más y como veo que el monte en cuestión está abarrotado de humanos, sigo para Santiago. Antes de entrar en la plaza, paro en un bar a la entrada y observo el continuo paso de peregrinos. Un vistazo al Twitter, recomposición de chubasquero, funda de lluvia para cubrir la mochila y hacia el destino final.
Cuando llego en la plaza hay montones de gente en grupos y se respira algarabía. Junto a ambas escaleras de la catedral se observan sendos pequeños altares con recuerdos hacia los fallecidos en el reciente accidente de tren de Lavacolla. Por lo demás, gente haciéndose fotos, abrazándose, riendo, llorando. Emociones, como decía antes.
Y aquí estoy con dudas de si hacerme la cola para la compostela o pasar de ella. El merchandising del Camino me tiene entretenido. Paraíso del consumo kitsch. Y yo también caigo, faltaría más. Bueno, mañana por la tarde ya desde casa prometo resumen del viaje en un último post. Nos leemos. Ah, cómo llueve ahora ahí fuera.
Distancia recorrida: 61,34 km. Desnivel acumulado: 1030 m. Tiempo de pedaleo: 4h 15min.
Enlaces: fotografías en Flickr, fotografías en Instagram y tweets del Camino.
9 comentarios
Pues sí que se ha puesto protestona la bici en esta ruta, ¿no?
Me solidarizo con la fobia a las multitudes, entiendo que es lo que procede en esta época del año pero cuando se disfruta la Plaza del Obradoiro es el resto del año. Me hace gracia lo que comentas de la captación de clientes, no es a la primera persona que se lo escucho y siempre pensé que no es un acierto.
Impresionante la colección de cuños 🙂
Pues habrá que volver a la plaza… en otra época del año, Isabel.
¡Feliz final y buen regreso!
Gracias, Txetxu. Ya estamos de vuelta en el botxo 🙂
oleyoleyole!!!
felicidades campeón!!!
gracias x compartirlo… lo he vivido casi en mis propias piernas ; )
nos vemos pronto!
abrazote!
aNa
Me ha gustao mucho este post, Julen. Muy completito el relato y las reflexiones. Todavía me pregunto cómo eres capaz de recordar tantos detalles si no puedes tomar notas mientras pedaleas. Yo sin algún soporte para escribir «en tiempo real» lo olvidaría todo. Llevo fatal los nombres, que siempre los confundo. Chapeau, maestro 🙂
En casa Noe siempre dice que yo tengo ese tipo de memoria… y en cambio me falta otra como la de recordar nombres de personas o rasgos físicos. Cada cual con lo que tenemos. Aunque, claro, seguro que el hecho de que le dedique un montón de tiempo a preparar el viaje juega a mi favor 🙂
Me ha gustado tu forma sencilla de relatar tu experiencia en ése viaje, Estoy pensando en hacer el camino las últimas etapas,(soy de Cantabria, aunque vivo en A COruña), lo que siempre me ha hecho pensarlo tanto son las aglomeraciones, no me gustan, creo que se ha masificado, pero es un inconveniente que tendré que aceptar. Quedarme con lo positivo, será buena cosa, Iré con mi hijo en bici de montaña, pero también me «incomoda» dar la «lata» pasando con mi bici, pero.. Un saludo
Gracias, Jose. La única masificación que conocí este verano fue en el momento final, al confluir con el Camino Francés. El resto de la ruta, por el Camino del Norte y luego cogiendo el Camino Primitivo fue muy llevadera. Ánimo con la ruta, que la disfrutéis.