El tren es aburrido y quince horas son quince horas… y lo hacen un poco más aburrido. Me ha dado tiempo a percibir cómo, en buena parte, las vías del tren atraen buenos montones de mierda a sus aledaños. Ginebra está en obras y el Camino de Santiago brilla por su ausencia. Así que organizo la huida de la gran urbe tras una foto obligada a ese pedazo chorro de agua, el jet d’eau.

Aquí en las aduanas ya no trabaja nadie. Yo que quería un sello de la frontera entre Suiza y Francia para mi credencial, me tengo que quedar con las ganas. Ya en Francia, en una cuesta de las de tomar, se me arrima un lugareño mientras yo avanzo a pedoburra. Me da palique y, claro, se queda de una pieza cuando le explico que acabo de comenzar en Ginebra y que voy a Bilbao. Yo creo que piensa que me he explicado mal… por el careto que pone, más que nada. A ello ayuda, digámoslo todo, mi oxidado francés, que todavía no se ha desperezado. Vaya sufrimiento para hilvanar cuatro frases seguidas.

Con 34 grados a eso de la una del mediodía, me he dado un baño de afrancesamiento. Café Bar Le Commerce, camarera rubia de botellón requetefinolis y croque-mensieur. Bueno, esto último porque era lo único que tenía para comer. Ahí queda eso.

Tenía mis dudas por el calor, pero tras comer he rodado mejor, a pesar de que hemos llegado a los 37 grados. He llegado bien a Yenne, mi destino planeado para el día. Pero tras 96 kilómetros, ¡sorpresa! No hay una habitaci´n disponible en todo el pueblo. Se trata de un pueblo canoe-kayak, con fêtes populaires, circo Zavata… y no hay nada que hacer. La chica de la oficina de turismo me echa un cable y buscamos alojamiento en Belley, a 15 Km de Yenne. Un estupendo Ibis, tan cutre como tantos otros.

Así que me obsequio con 15 kilómetros de regalo, que hoy me he portado requetebien. Total, que en el día hacemos la nada despreciable cifra de 108 kilómetros a mayor gloria de la France. Y todo ello con unos agradables 37 grados para esta parte final del trayecto. Un lujo. He tenido que doparme a base de un par de plátanos y otras tantas nectarinas. Y al final, para llegar a Belley una estupenda cuestita. Dios aprieta hasta casi ahogar.

Ya en el hotel, ducha gloriosa, lavar la ropa y a buscar un sitio para bloguear. Pero pas d’Internet en Belley un sábado a las seis de la tarde. Qué te has creído. Aquí tienen horarios europeos y bien decentes. Por tanto, mi primer intento termina en sonoro fracaso. El pueblo también está medio en fiestas, con puestos de venta ambulante en las calles peatonales.

En fin, ya veremos cómo sigue esto de bloguear, que no parece demasiado fácil si usas recursos públicos. Voy a ver si me piro de esta pizzería porque me están comiendo las moscas.

Distancia de la etapa: 108 Km

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.