Reconozco que Noruega, como un destino que había idealizado demasiado, corría el riesgo de devolverme algún que otro revés. Es lógico: si la expectativa es muy elevada más fácil será la decepción. No voy a dramatizar porque es más que evidente que he disfrutado muchísimo de este viaje, pero también lo es que he encontrado algunas situaciones que no me esperaba. En este artículo comparto algunas pequeñas reflexiones. Si ayer escribía sobre mis «momentos mágicos», hoy lo hago para escarbar en algunas pequeñas «miserias» con las que me he encontrado.
1. ¿No hay cultura de viajar en bici en Noruega?
Noruega es un país con muchos kilómetros de carril bici. Seguro que, proporcionalmente, muchos más de los que vemos por estas latitudes. Bicis y peatones conviven sin problema en la ciudad. Durante el día que pasé en Oslo, todo él moviéndome en bici (incluso por zonas muy concurridas por peatones, como la zona del puerto, la Ópera, el museo de Edvard Munch o el parque Vigeland), nadie me puso mala cara al compartir espacios. Además, en las ciudades los coches, por lo general, van muy despacio. Nada que ver, lamentablemente, con lo que de vez en cuando se ve por aquí. Entonces, ¿por qué digo que no hay cultura de viajar en bici? Intento explicarme.
Las carreteras, incluso las principales, no tienen arcén o este es de dimensiones mínimas. A veces incluso esa zona lateral del asfalto incluye un corrugado muy incómodo para pedalear. O sea, que hay que irse hacia el centro, con el consiguiente peligro. Más grave me parece que los túneles «obligatorios» para las bicis (porque no hay alternativa) tampoco cuentan con arcén. Y ten en cuenta que el túnel puede suponer casi cuatro kilómetros. Ya te digo que agobia, vaya si agobia.
Para mi sorpresa, en las carreteras (es diferente dentro de las ciudades o en los núcleos habitados) la cultura de respeto al ciclista es similar, si no peor que aquí. Quizá es que no tengan tanta costumbre de ver ciclistas como nos pasa por aquí. Puede ser que la proporción ciclistas/coches sea mucho menor. Al menos por las zonas por las que he pedaleado. Supongo que en entornos cercanos a las ciudades, con tanto carril bici y con más población ciclista, el asunto es diferente. Quiero pensar que es así.
En cuanto a los transportes públicos, ha habido de todo. Los barcos y los trenes me han parecido una opción estupenda para moverse con la bici.
Bueno, con un lamentable error en la información que me dieron para reservar sitio para la bici en el tren Flåmsbana y que pude resolver, menos mal, en el momento. Me dijeron que debía hacerlo en el momento de coger el tren y que no habría problema. Fue el típico caso de dos organizaciones que prestan el mismo servicio, pero que decían cosas distintas. Según la la compañía de tren que realiza el viaje no podía reservar plaza para la bici, pero luego resultó que debía haberlo hecho de forma previa porque suele ser un servicio muy demandado.
Pero, ¿qué decir de los autobuses? Sorpresa mayúscula la que me he llevado. Porque el hecho de que en Trondheim, en un autobús vacío, a primera hora de un sábado, para realizar un recorrido de apenas 40 minutos, no me dejaran meter la bici, todavía es algo que tengo que digerir. Llevo un tiempo conversando con el servicio de atención al cliente de la compañía AtB. En buenos modos, pero hasta ahora sin respuesta satisfactoria. Por otra parte, tras usar autobuses en Kristiansund y Molde, mi sensación es que el servicio es como el que tenemos por aquí… si no peor. Quien conduce el autobús decide. Y las/os ciclistas le podemos caer bien, mal o fatal.
En este sentido, reconozco que, tras saber que las bicis no pueden pasar por determinados túneles, me había imaginado que el servicio de autobús para llevarlas estaría más desarrollado. Ni por asomo, nada de nada.
2. Servicios públicos de pago: a euro el pis o el cambio de pañales.
Debe ser algún tipo de progreso social que no soy capaz de entender. Lo he visto en varias partes, pero quizá la que más me llamó la atención fue en la estación de tren de Ringebu. Se trata de una estación pequeña, con su sala de espera junto a un bar que queda integrado en el mismo edificio. ¿Te meas? Paga un euro y asunto arreglado. ¿Tienes que cambiar pañales a la criatura? Paga. ¿Esto es un servicio público o qué es? Por cierto, en más de un establecimiento (privado) me he encontrado cambiadores con repuesto de pañales y toallitas. Semejante progreso junto a la contradicción de tener que pagar en otros lugares. No lo entiendo.
3. Amabilidad: de todo ha habido.
No me he ido del país con esa sensación de ¡qué amables son! Para nada. Si tengo que colocar en la balanza mi experiencia, creo que no queda claramente decantada hacia un lado u otro. He tenido contacto con gente borde (nunca he entendido que este tipo de personas trabajen en puestos de atención directa al público) y con gente encantadora. No obstante, en general no he sentido el «calor» de la empatía y el interés por la persona que acaba de llegar en bici. En otros lugares ese simple interés por de dónde vienes, a dónde vas o qué tal te va lo he sentido mucho más cerca. Tengo la sensación de que, cada cultura es como es, en Noruega no vas a encontrar muchos derroches de amabilidad.
4. El turismo masificado, por supuesto, se nota.
Noruega. ¿Qué te viene a la retina? Casi seguro que los fiordos encajados entre montañas que se elevan a través de paredes casi verticales a mucho metros de altitud. Conforman esa imagen de postal tan característica. Cuando estás allí y navegas por sus aguas lo entiendes. Claro que cautiva. El único problema es que somos multitud. Me incluyo, por supuesto. Yo también soy parte del problema. No se me tiene que olvidar. Yo he decidido ir a esos lugares a los que tanta otra gente ha decidido ir también. El turismo masificado se siente cerca. Me sucedió en el Flåmsbana o en el crucero desde Gudvangen hasta Flåm. Ojo, estoy hablando de finales de julio y principios de agosto. Quizá sea diferente en otras épocas del año. Hablo de mi experiencia en unas determinadas fechas.
El Flåmsbana, por ejemplo, subía abarrotado de turistas orientales organizados en grupos. La parada de cinco minutos para fotografiar la cascada de Kjosfossen fue de chiste. Todo el pasaje a la captura de la foto (un selfi es un selfi, compañera), como un rebaño bien amaestrado. Allí estaba yo, insisto. Uno más.
¿Qué acompaña a este tipo de turismo? Por supuesto, precios más caros y experiencias menos agradables. En mi caso, no obstante, pude ver las dos caras de la moneda. El barco de Kaupanger a Gudvangen tenía mucho encanto; nada que ver con el que cogí el día siguiente, de Gudvangen a Flåm. Además, el hotel de Gudvangen, caro, tenía su encanto, la verdad. Lo mismo puedo decir del hostel en Aurland. ¿Compensan los precios? ¿Pagar 150 o 110 euros por una habitación individual minúscula con baño compartido? Bueno, Noruega, evidentemente, posee un nivel de vida muy por encima del nuestro. Nadie nos ha obligado a ir allí; lo hacemos porque queremos, ¿no?
Otro momento «masivo» fue el de la llegada al hotel que había reservado junto al aeropuerto, el Comfort Hotel Runway. ¡Qué locura de recepción encontré! No sé si por el gentío que allí había, tampoco fue un recibimiento «amable». Quienes atendían en recepción supongo que bastante tenían con manejarse entre aquella marabunta. ¿Trato personalizado para alguien que llega con una bici en una caja y que quiere dejarla allí hasta que la vuelva a recoger tras 21 días de ruta? Olvídate.
Por último, algo que me ha sorprendido para mal es la suciedad que he encontrado en ciudades como Trondheim o en algunos lugares «idílicos» repartidos por la espectacular naturaleza del país. Me refiero a esas mesas y bancos de madera para disfrutar de vistas inolvidables… junto a papeleras desbordadas y basura esparcida por los alrededores. Recuerdo dos lugares en concreto que me llamaron la atención: la primera bajando hacia el fiordo de Årvåg, nada más entrar en el condado de More og Romsdal, y la segunda en la subida hacia Gamle Strynefjellsvegen.
5. Norwegian o quien sea: la caja de cartón de la bici ¡destrozada!
¿De quién es la responsabilidad? A saber. El caso es que cuando vi salir la caja por la cinta de equipajes voluminosos ya me di cuenta de que no llegaba como la había enviado. Menos mal que soy de los que la protejo todo lo que puedo con plástico de burbujas. Quizá sea cuestión de plantearse otro tipo de equipaje si continuo con mi idea de viajar con la bici en aviones. Bueno, como digo, no tengo por qué achacar el problema a la gente de la compañía aérea. ¿O sí? El caso es que ponerte manos a la obra para reclamar iba a ser un buen incordio. Al final, no obstante, conseguí recomponerla para el viaje de vuelta a base de la milagrosa cinta americana. No veáis la magia que se puede hacer con ella para devolver la vida a una caja de cartón rota por varios sitios. Funcionó, vaya si funcionó.
Hasta aquí una pequeña colección de «momentos cascarrabias». Insisto en lo que decía al principio. Puede que todo tenga que ver con la expectativa que había colocado. Noruega: sí, país con un elevado índice de desarrollo humano según la ONU. Pero no vamos a ponerla en un pedestal.
2 comentarios
Hola Julen, recorrí Noruega hace 2 años de norte a sur con una autocaravana durante un mes en julio, y supongo que el hecho de estar más “protegido” en el medio de transporte hace que mi percepción de este país sea bastante diferente. En primer lugar destacaría que en pocos lugares hemos conducido de forma tan relajada y disfrutando tanto del trayecto, y teniendo en cuenta que en muchas ocasiones las carreteras son las que son. Indicaría el profundo respeto del país hacia las señales y normas de la carretera y hacia otros vehículos. Cierto que bicicletas vimos muy pocas, y yo que también ando en bicicleta no me pareció que estuviera muy preparado, no..
Sobre la masificación, efectivamente estoy de acuerdo en que en los lugares más emblemáticos (Geiranger, …), puede haber bastante gente, pero me pareció bastante soportable y fácilmente evitables comparando, claro, con otros destinos y cada vez más, donde el tema ya está rozando el fuera de control. En mi caso me tocó un grupo de españoles para las fotos y visitas de rigor, y fueron momentos no adecuados para los que sufren de vergüenza ajena…
Por último, sobre las personas, las esperaba todavía más frías y menos simpáticas que nosotros, que ya es difícil, y para mi sorpresa nos encontramos con gente que se fía de otras persona y en general agradables. Eso sí, excepciones también nos encontramos.
No sé si los has comentado o no, pero lo que sí me parece muy reseñable y digno de análisis, es la contradicción de un país que apuesta por la electrificación (creo que habrá pocos lugares con tantos TESLA), y que viva en gran parte de la venta del petróleo.
Un abrazo
Gracias por compartir reflexión, Aitor.
Empezando por lo último que comentas, esa fue precisamente una de las primeras contradicciones que me llamó la atención. Escribí de ello casi desde que comencé a preparar el viaje.
En cuanto a la conducción, yo distinguiría entre lo que pasa dentro de las poblaciones y las carreteras abiertas. En el primer caso, trato exquisito para mí, que voy en bici. En cambio, en el segundo caso se dan dos circunstancias: no hay arcén para ir con la bici y en ciertas carreteras encontré mucho tráfico.
La amabilidad que hemos percibido supongo que es muy subjetiva. Podemos haber tenido más o menos suerte, pero me da que hay un claro desplazamiento, como en tantas otras partes, a prestar servicios «sin humanos» de por medio. Quizá esos humanos, cuando los tenemos enfrente, están mal remunerados o sus condiciones laborales no son las mejores. No sé, hubo de todo.
Por último, respecto al «respeto» a las señales, dos datos. Me encontré una carretera cortada en un puente. ¿Qué había hecho la gente? Abrir un hueco en la valla «a lo bestia» para poder pasar. Estaba cortada para los vehículos, pero la ciudadanía de a pie se ve que no estaba de acuerdo. Y otro, curioso, que he leído ayer mismo: Una serie de calamidades en el triatlón más esperado arruina la fama de Noruega y su civismo: «En un día así no estás orgulloso de ser noruego».
Por lo demás, preciosidad de país que tienen, ¿verdad? Sssshhh… no descarto volver jejeje.