¿El compromiso imposible que piden las cooperativas?

by Julen

Concepto básico: un proyecto compartido. La cooperativa siempre lo ha considerado un cimiento. ¿Cómo, si no, entender lo que hay de diferencial en su propuesta? La persona debe identificarse con el proyecto. Parece, por tanto, que el proyecto preexiste y es anterior. Existe, muestra un recorrido, tiene una historia. Ahí la cooperativa, en ese escenario, busca personas capaces de comprometerse.

Pues bien, hace unos días, cuando asistí a un reciclaje en torno al modelo de gestión avanzada que ha desarrollado Euskalit, se me encendió la duda. Este modelo ha sufrido un pequeño lavado de cara. La versión de 2018 ha dejado paso a la de 2023. En la sesión, que dinamizaron Galder Lasuen y Julia de León, repasamos, a través de unos ejercicios, los principales cambios introducidos. Entre ellos (copio literalmente):

Se incorpora la idea de “gestionar las formas de trabajo” en referencia a la diversidad de situaciones que se dan en las organizaciones (teletrabajo, diferentes jornadas, etc.).
Además, en relación a la conciliación de la vida laboral y personal, se anima a la búsqueda de enfoques personalizados, teniendo en cuenta la diversidad (género, edad, trayectoria, situación…).

¿Los tiempos actuales conducen hacia una primacía de la situación individual de cada cual frente a lo colectivo? Es decir, por mucho proyecto que hayas construido, ¿lo acepto solo en la medida en que seas capaz de entender mi situación particular, diferente a la de otras personas con las que trabajo e interactúo? ¿La empresa, como institución social, sea cooperativa o no, pierde peso como construcción colectiva?

Si seguimos la lógica de la situación particular de cada cual, ¿debemos aceptar diferentes niveles de compromiso con el proyecto compartido? ¿Aceptamos, sin más, que estamos ante un continuo en el que hay que ser posibilista y renunciar a un pleno de personas comprometidas? Conste que no estamos ante una novedad que ha llegado de repente, sin avisar. Hace un buen montón de años que Bernard Bass desarrolló su modelo de liderazgo transformador y allí ya encontrábamos la «consideración individualizada» como una característica básica. Es decir, eso de «trátame en mi especificidad» es, hasta cierto punto, pura lógica.

La duda de fondo es si este movimiento desde lo colectivo hacia lo individual daña el proyecto compartido. Aquí hemos escrito más de una vez sobre el «individualismo en red» que planteó Barry Wellman con la llegada del arsenal de herramientas colaborativas de la web 2.0. La sociedad progresa, la sociedad reconstruye lo individual, ¿lo endiosa? Y no hay que olvidar que en este «progreso», curiosamente, generamos más desigualdad. Progreso para todas y para todos, ese es el mantra. Todas ganamos. Pero también gana la desigualdad. Se lo escuché a Borja Barragué en una charla no hace mucho, con multitud de datos sobre la mesa.

Así pues, si lo trasladamos a nuestra idea de empresa cooperativa: ¿aceptamos que cada cual vive una circunstancia personal, familiar, íntima, única y diferente? ¿Cómo, entonces, se puede proponer «un» compromiso con «el proyecto» de la cooperativa?

Me temo que nos enfrentamos a una paradoja: cuanto más sea capaz «el proyecto» de ofrecer una carta de diferentes opciones de compromiso, más aceptación encontrará entre quienes trabajan en torno a él. Ahora bien, ¿eso supone naturalizar también niveles de compromiso bajos? ¿Existe un mínimo tolerable a partir del cual se crece en compromiso? Por contra, ¿por debajo de ese mínimo no es posible formar parte del proyecto cooperativo?

Existe, además, otro factor a considerar: la corresponsabilidad en torno al proyecto. Otra vez, ¿deberíamos admitir que no es un concepto aplicable por igual a todas las personas?, ¿existen diferentes niveles exigibles de corresponsabilidad? 

A veces me da por pensar si la «sobrecorresponsabilidad» también hace daño. Perdón por el palabro. Lo digo porque personalmente he visto situaciones en las que he creído percibir un compromiso con el proyecto compartido que manifestaba a todas luces cierto grado de toxicidad. Quizá, en el fondo, sea tan sencillo como reconocer que cualquier característica, en exceso, resulta nociva.

En fin, soy consciente de que manejamos situaciones complejas. Vivimos donde vivimos, en una sociedad que nos condiciona y en un momento histórico determinado. Es evidente que las propuestas de participación como modelo por defecto que ha ofrecido la economía social presentan matices. Sin embargo, la duda de fondo que me asalta es si no estamos caminando hacia una paradoja difícil de digerir: reconoce tu imposible y admite la personalización. No al proyecto compartido por igual entre todas las personas que trabajamos aquí. Sí a niveles de compromiso diferentes, incluyendo algunos con los que quizá no pensaste «tragar».

En estas dudas andamos…

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Imagen de Convegni_Ancisa en Pixabay.

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5 comentarios

Amalio A. Rey 31/05/2023 - 20:53

Interesante el dilema que planteas. Yo creo que vamos a tener que replantearnos lo que significa «compromiso» con un proyecto profesional-empresarial. No debería ser tan rotundo/binario como antes. Puede haber grados con unos mínimos aceptables, como tú mismo comentas. De lo que se trata, pienso yo, es que la gente: (1) crea en lo que hace, haya un propósito más allá de ganar pasta, (2) el tiempo que dedique a ese proyecto (el % de su tiempo que sea) sea de calidad, (3) construya colectivamente como proyecto. No sé si con esto basta para hablar de que está «comprometida».

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Julen 01/06/2023 - 05:18

En mi experiencia este tema del compromiso es de los complicados de digerir en el modelo cooperativo, que es donde centro la reflexión. Ha cambiado mucho el sentido que las nuevas generaciones otorgan al trabajo y el cooperativismo siempre lo ha colocado en un lugar central. Ahí nace una paradoja: ¿se puede estar «suficientemente» comprometida/o con el proyecto? Tiene que ver con la diversidad y la tolerancia, pero también es cierto que conduce a ciertas paradojas.

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Ricardo Antón 11/06/2023 - 00:15

Participo de muchas organizaciones, asociaciones, redes… cada una distinta en las posibilidades (formas y niveles) que ofrecen de comprometerse, implicarse, participar. Algo que a la vez, no es necesariamente igual a lo largo del tiempo, posibilitando que una misma persona pueda pasar por distintos roles y niveles de implicación. Creo que diversificar esas formas, diseñar el modelo organizativo para que posibilite esas diferentes maneras de estar, de implicarse, son claves, favorecen la resiliencia, son más realistas…

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Julen 11/06/2023 - 05:33

No hay duda. Estoy muy de acuerdo en esto: aquí la diversidad también es un elemento a potenciar.

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10 ideas sobre cooperativismo y Administración Pública en el ámbito de los servicios sociales – Consultoría artesana en red 14/06/2023 - 05:30

[…] afectado este principio por el paso de los tiempos, sigue disponiendo de una gran fuerza tractora. El compromiso se dibuja como un continuo que admite posiciones individuales diferentes. Pero el baile continúa. Hay sociedades, como la cooperativa, con unas formas jurídicas que […]

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