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Hoy he pedaleado la cuarta y penúltima etapa de este recorrido en torno a la sierra del Montsec. Como os comentaba ayer, me hospedaba en un hotelito que queda a las afueras del pueblo, en la salida hacia Andorra. Hay otro en el centro, pero lo cierto es que tiene unas críticas muy negativas. Así pues, he conocido el extrarradio de Ponts.
El hotel en cuestión es como de otra época. Creo que quedó an lado en los 70 del siglo pasado y ahí no le saca nadie. Eso sí, tiene su encanto. Atentas al equipamiento telefónico de la recepción.
Por otra parte, en los viajes que hacemos a Andorra hemos parado muchas veces en el Bar Fonda Cadí. Siempre nos ha parecido un lugar con cierto punto surrealista. No sé, un lugar de esos que sientes especial. Es un establecimiento en el que los lugareños acostumbran a engullir alimentos contundentes a media mañana. Toda una tradición, no cabe duda. Por un momento pensé si alojarme allí, pero no me queda claro que siga funcionando como fonda. Al menos ni en la web municipal ni en otros portales específicos del sector aparece. Eso sí, el cartel sigue anunciando: Habitaciones Comidas Fonda. Mi idea era haber cenado allí, pero cerraba, como muchos otros restaurantes de Ponts.
Por terminar con este curioso lugar, se dio la casualidad de que nosotros, que somos muy aficionados al género negro, lo encontramos citado en el libro que recientemente Carles Porta ha publicado en torno al secuestro de la farmacéutica de Olot. Cerramos capítulo. Si quieres, lee el libro y entenderás la referencia.
Ponts es un pueblo con mucha historia detrás. Aunque hay testimonio del paso de íberos, romanos, vasos y sarracenos, parece que es en el siglo X cuando el pueblo como tal adquiere identidad. En la web de turismo de Ponts se puede hacer un recorrido muy instructivo desde la prehistoria hasta los tiempos actuales. Muy entretenido, la verdad.
Ponts parece un pueblo bastante activo en cuanto a eventos deportivos. Entre ellos destaca desde luego la reciente Hutchinson Ranxo Gravel 2022, una prueba del calendario de las UCI Gravel World Series que se celebró en septiembre de este año. Ahí es nada el enfoque de la prueba:
La Hutchinson Ranxo Gravel no habla de clasificaciones, sino de sostenibilidad y responsabilidad. Klassmark sigue fiel en la idea de no dejar huella detrás de su paso . De hecho, desde la organización creen que es un deber. El entorno natural en el que vivimos está en peligro. Nadie puede negar el cambio climático y sus efectos. Es el momento de cambiar las reglas del juego. La apuesta por el residuo 0 y el consumo local ha quedado palpable durante todo el fin de semana; Klassmark compensa incluso las emisiones de CO2 provocadas por el desplazamiento de todos los participantes. Éste es el único modelo a seguir si queremos compartir con familia y amigos, fines de semana como el de la Hutchinson Ranxo Gravel. Los que han pasado por el Parque de la Roca del Call de Ponts saben de lo que hablamos. Qué nunca falte la fiesta, la cultura popular y ‘Lo Ranxo’ , la escudella ancestral que ha revivido los participantes a su llegada. Muchos piensan ya en la tercera edición.
Eso sí, cuando me pongo a pensar en este tipo de pruebas y lo que representan, y lo comparo, por ejemplo, con proyectos como el del Montsec Bikepacking Loop, ¿qué queréis que os diga? Me quedo cien veces antes con este tipo de iniciativas a las que siento mucho más conectadas con una puesta en valor real del territorio. En fin, sé que soy un poco alérgico a las multitudes y quizá deba haber de todo, pero no hay color si tengo que elegir. Mejor cinco proyectos como Montsec Bikepacking Loop que uno como la Ranxo Gravel y sus patrocinios mediáticos.
Volviendo al pueblo, la tarde me dio, cómo no, para pasear por su Calle Mayor, que en un tramo luce unos buenos soportales, o para acercarme hasta el verdadero centro neurálgico del pueblo, la plaza de San Cristofol, donde confluye la carretera de Balaguer hacia Andorra, la C14, con la que baja hacia el sur, en dirección a Cervera e Igualada. Eso sí, casi todo cerrado. Menos mal que conseguí apalancarme con un té en la típica cafetería repleta de tercera edad, ese grupo social que está a la vuelta de la esquina para quien escribe esto.
Me dijeron que el hotel cerraba a las 20:30 y cuando volvía desde el pueblo, pasadas las nueve, solo esperaba no encontrarme con Norman Bates en los pasillos. Dios, qué sensación de abandono y decrepitud. Reíros, reíros, ya os quería ver allí alojados casi como únicos huéspedes un día de los Santos Inocentes. ¿Sería esta la gracia? Resultó que, al llegar, el bar estaba hasta las trancas con el típico autobús en el parking. ¿Habrían cambiado planes sobre la marcha o me habían gastado una inocentada? En fin, que tampoco pude saludar a Norman Bates.
Otra noche de sueño reparador. A las 7:30 había quedado para desayunar, a la espera de que, poco a poco, fuera amaneciendo. Esta vez, sí que sí, el bar estaba desierto.
Nada más salir, la ruta se pega al río Segre y pasa por una zona acondicionada para piragüismo de aguas bravas. No será el caso ahora; toca echarle imaginación.
Toda esta zona inicial de la etapa de hoy lleva la referencia del Segre y del canal de Urgell. Se hace entretenido y muy llevadero. Eso sí, la niebla, como en días anteriores, no da tregua.
Por fin, poco antes de llegar a Anya, se deja el Segre por unos cuantos kilómetros, aunque se vuelve a retomar a la entrada de Artesa, tras cruzarlo por un puente empedrado bien hermoso. Atravieso el pueblo, que muestra ya cierta animación a pesar de que es pronto todavía.
Tomo dirección hacia Montsonis, que presume de castillo. El pueblecito luce coqueto con su Calle Mayor empedrada con grandes losetas. Una botiga me sale al paso y no hay manera de resistirse a tomar un cafelito bien caliente.
Por fin, un par de kilómetros después, el sol gana definitivamente la partida y lo hará hasta terminar la etapa. Al principio, como otros días, para verlo hay que ganar elevación, pero a medida que el día avanza acaba por imponerse.
Cómo digo, el día se abre. Paso Cubells e inicio el descenso hacia Camarasa. Los kilómetros pasan deprisa. Voy al encuentro del Noguera Pallaresa, que ha recibido las aguas del Segre un poco más arriba. Sigo un sendero que va a dar a la carretera y que me cruza al otro lado del río, que por aquí va embalsado. Ohhhhhhh, vistas fantásticas.
Antes de comenzar la que será subida final hasta Vilanova de la Sal, aparece una curiosa formación de rocas que simulan una gran pared. Cómo no, se ve gente escalando.
Con buena letra y poco a poco pedaleo para salvar los más de 400 metros hasta la ermita rupestre de Sant Cap, que fue, según parece, el lugar inicial en el que San Joan d’Organyà fundó lo que hoy es el Monastir de Les Avellanes, que es, por cierto, donde me hospedo y que queda unos kilómetros más abajo. Cada 3 de febrero hay romería. Si venís en bici, ojo, una cuestita primero encementada y luego al natural os dará una estupenda bienvenida.
Mañana será la última etapa. Anuncian lluvia. A ver qué tal termino. Hoy, para qué engañarnos, he acabado bastante fundido. Cosas de no estar en forma, claro está. Y del repecho final.
Kilómetros totales hasta esta etapa: 275,27.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 4.640.
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2 comentarios
Aún con esa sensación de envidia sana, espero, que me da leerte todas las tardes, parece que estás disfrutando, ¿no? Las fotos lucen bonitas. Pregunta, ¿has visto a alguien andando en bici o estás en modo único? Nos vemos.
No he visto a nadie con alforjas o de ruta. Sí me he cruzado con gente en MTB y con bici de carretera. De todas formas, quizá no es época en la que se anime la gente. Yo, al final, como vi que no hacía mucho frío y no llovía, me he animado. A ver mañana, que anuncian algo de lluvia. La zona, eso sí, es fantástica. A ver si venimos en otra época.