Liderar un sector es una manera de competir, pero no la única

by Julen

En nuestro mundo actual, hay que competir. La economía global, algo que nos dicen es «el único sistema», exige pelear. La dimensión épica, la lucha y el esfuerzo están asegurados. Hay que ganar cuota de mercado, hay que liderar las ventas, hay que desarrollar mejor tecnología que los rivales. La tensión por estar en cabeza es tremenda. En ello nos va el futuro. Es la evolución, solo sobreviven los mejores. Darwin es mucho Darwin.

Arriba, solo hay un sitio. El lugar más alto del podio está reservado a quien gana. El resto quedan por debajo. El partido, ya sabes, lo ganas o lo pierdes. Y tú no quieres ser una perdedora. No, no quieres ser un perdedor. Es la cultura de la excelencia, la cultura de la élite, del mayor rendimiento posible.

Creo que cada cual tiene que mirarse para dentro e interiorizar qué postura asume respecto al peldaño más alto del podio. La estadística nos dice que muy pocos viven del liderazgo. Insisto, allá arriba solo hay sitio para uno. El resto, la inmensa mayoría, no estamos —ni estaremos nunca—ahí. Así pues, hay que convivir con el relativo fracaso de no ser líderes. Hay que aprender a convivir con los defectos propios, con lo que no hacemos tan bien.

El primer lugar del cajón es un territorio plagado de esclavitudes. Tienes que serlo y parecerlo. Tienes que conseguir la suficiente tensión interna para buscar solo a los mejores. Sabes que en la pelea vas a encontrar dopaje, trampas y, en general, malas prácticas. Allá arriba demasiadas veces el fin justifica los medios. El camino, eso de lo queremos disfrutar, pierde el sentido. Haremos lo que haga falta para llegar al primer puesto. Es nuestra pulsión, es nuestra razón de ser. ¿Cuántas visiones empresariales no juegan con el deseo de ser líderes? Por favor, sean consecuentes entonces.

Ser segundo es un fracaso. Pudiste ser primero y no lo conseguiste. Te recordarán como aquel que fracasó. Serás un Poulidor toda tu vida. 

Richard Sennett tiene un libro dedicado no a la competencia, sino a la cooperación: Together: The Rituals, Pleasures, and Politics of Cooperation.  Tiene que ver con la lógica que nos compete a todas y cada una de las personas, a todas y cada una de las organizaciones: construir un futuro conjunto se impone. ¿A quién quieres ganar?, ¿de qué nos beneficiamos como sociedad cuando exhibes la fuerza de tu liderazgo? Frente a competir, cooperar. Y para quienes viven en la paradoja: coopetir. Lo tenemos todo; no tenemos nada.

Me da que cada empresa dispone de una carga genética diferente respecto a su liderazgo competitivo. La ambición de una empresa corre paralela a la ambición de las personas que trabajan en ella. Pero la cultura que se va destilando con el paso del tiempo la ubica, indefectiblemente, en una determinada posición en la carrera de la rata. Porque la carrera no tiene fin, es circular. Cuando estás arriba caes en la cuenta de que no ha servido para nada porque nadie te garantiza permanecer en ese supuesto lugar de privilegio. A la mañana siguiente, vuelta a la pelea. Y si no hay competidores no pasa nada, ya nos hemos convencido de que competimos contra nosotros mismos.

Es complicado y cansino, pero, insisto, el posicionamiento va por barrios. Menos mal que no todo el mundo quiere pelear por lo máximo. Hay otras zonas en las que se es suficientemente competitivo. La pulsión por ser primero es complicada. Muchos no la llevamos encima. En el equipamiento de serie que recibimos al venir el mundo hubo a quien le tocó menos cantidad. Claro que hay otras muchas empresas que debieron de caer en la marmita del druida cuando eran pequeñas. Astérix nos encanta, ¿verdad? La competencia, en cambio, a veces nos ciega. No buscamos dentro, sino que vivimos esclavos de lo que pasa fuera.

El director general, estresado y nervioso por un día agobiante de trabajo, encontró aquel día la suerte que había estado buscando durante tantos años de esfuerzo. Era ya tarde cuando encontró una lámpara maravillosa. Estaba claro: era una lámpara mágica y, frotándola, saldría un genio. Podría pedir tres deseos. Así que… la frotó y allí estaba: era el genio de la lámpara. Enseguida el genio le habló: «Has tenido suerte; soy el genio de la lámpara y te concederé un deseo. Lo que me pidas». ¿Cómo?, ¿un deseo? No puede ser… son… siempre han sido tres deseos; no uno… ¿Por qué no puedo pedir tres deseos? El genio se disgustó por lo que oía. Le dijo entonces al director general de aquella cooperativa que tanto tenía que pelear por su cuota de mercado: «Además, debes saber que al director general de tu principal competidor le daré el doble de lo que tú me pidas. Pero, insisto, a ti te daré lo que me pidas». Aquello destrozó al gerente. Empezó a dar vueltas y vueltas pensando qué pedir. Pensaba y sudaba. Se iba poniendo nervioso. El genio le apremió: «Pide el deseo; mi tiempo se agota». Entonces, el director general, con voz quebrada y despidiendo odio por los ojos, le dijo: «Pues… ¡déjame tuerto!, ¡déjame tuerto!, ¡déjame en paz!».

¿Competir? ¿Respeto por los demás? Una pelea esencialmente paradójica. Sí, nos puede servir nuestro querido mundo del ciclismo. Terminamos con el equipo de Enduro de Orbea. Saca tus propias reflexiones.

There can only be one first | Orbea Enduro Team

Imagen de mostafa meraji en Pixabay.

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