Los gitanos

by Julen

Hasta tercero de EGB fui a las escuelas de Urioste. Desde nuestra casa hasta allí había un trayecto que hoy me parece ridículo, pero que entonces, de niño, no lo era en absoluto. Nosotros vivíamos en la última casa antes de cruzar el puente que hacía de límite con el municipio de Trapagaran. Nosotros, por cierto, siempre lo llamamos «El Valle». Para ir a las escuelas había que seguir la carretera que conducía al cruce de la que venía de Portugalete e iba hacia Ortuella. Luego, ya dentro de Urioste, subíamos una cuesta y llegábamos hasta el patio de la escuela. Al principio nos acompañaba mi madre. Solo al comienzo de cada curso escolar.

Antes de llegar al cruce y comenzar la subida, la carretera que venía desde nuestra casa hacía una curva y dejaba a la izquierda, algo más abajo del asfalto, una campa. Estaba delante de la casa de Rufina. Allí, de vez en cuando, acampaban los gitanos. Y a nosotros siempre nos dieron un poco de miedo. Era la misma cantinela de siempre: cuidado con que no te lleven los gitanos.

Eran gitanos que llegaban en su carromato de madera. Siempre venían con animales. Normalmente, eran burros, mulas o caballos. Lo sé porque mi abuelo a veces hablaba con ellos para negociar algún trato. Porque los gitanos eran tratantes de animales. Quizá por eso, aunque me daban miedo, me sentía relativamente tranquilo: mi abuelo hablaba con ellos.

Allá, en aquella campa, hacían sus hogueras. Aunque venían normalmente con niños, no recuerdo nunca jugar con ellos. Transmitían una sensación mágica y al tiempo lúgubre. Supongo que su estilo de vida, nómada, era algo que se alejaba tanto de la forma de entender nuestro pequeño mundo que no había forma de empatizar. Por lo que fuera, siempre nos dieron un poco de miedo. Pienso en ellos y me parece observar a seres de otro planeta. Es lo que creo que sentía. Seres en gran parte irreales.

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