Inteligencia colectiva: disfrutar de lo que no entendemos

by Julen

Vamos con un segundo artículo a partir de El libro de la inteligencia colectiva, de Amalio Rey. Ya comenté que escribiría más textos, tras el primer post, con 23 citas. Otra cosa no, pero os aseguro que su lectura mueve neuronas. Pues bien, es evidente que el libro hurga en los recovecos, en las cavernas, de lo que sucede cuando las personas se juntan para hacer cosas juntas y necesitan soportar su actividad en compartir lo que saben. Parece que tendremos que esperar a futuras entregas —porque sí, hay promesa de nuevo libro— para leer más sobre lo que se nos ofrece en el último capítulo. Como humanos, necesitamos entender por qué sucede lo que sucede. Aunque se trate de algo tan complejo como la interacción entre personas que unen sus saberes para construir algo de forma colectiva. Sí, pero…

Dice Amalio en esa última parte que se puede «diseñar para la emergencia». Eso sí, el «diseño no debe verse solo en su variante anticipatoria, sino que es un proceso adaptativo, incremental, exploratorio y, también, emergente«. La idea de fondo es que «lo deliberado y lo emergente no son atributos incompatibles». Se ve que no le cunde el desánimo al autor 😉

Sin necesidad de recurrir a la suma de personas, si fijamos la atención, por ejemplo, en un solo ser humano individual, hay ocasiones en las que se impone la evidencia. Somos personas que cargamos con una mochila en la que caben sus buenos litros de conocimiento tácito. Sabemos, pero no es tan fácil transferir ese tipo de conocimiento. Hace falta mucha carga afectiva —algo en lo que Amalio insiste una y mil veces— para que ese conocimiento fluya entre individuos. En su día lideré el proyecto de gestión del conocimiento en Maier y con el tiempo he creído saber explicar (no diría tanto como entender) algunas interioridades del conocimiento tácito en un contexto organizacional.

Como sé que Amalio ha intentado pulir mucho los conceptos que emplea y las definiciones de qué es qué en su libro, a mí, según lo leía, me entraba la duda de por qué no se refería con mayor énfasis al «conocimiento». Por supuesto, el océano en el que se ha zambullido el autor es de tal magnitud que ni con siete vidas para ir desgranando las posibilidades que se abren. Prácticamente, Amalio no hace mención a la clásica gestión del conocimiento, una ¿moda? que en su día nos ocupó largo y tendido. Al margen de idas y venidas en la terminología, hubo mucha investigación en torno a este asunto —supongo que la seguirá habiendo— y estoy convencido de que hay hilos conectores con lo que Amalio ha escrito en su libro.

De mi actividad profesional relacionada con el conocimiento allá en Maier salí con aprendizajes y algún que otro fracaso. Tened en cuenta que hablamos de una empresa industrial de cierto volumen, entonces con 2.000 personas en varias plantas productivas y con un centro tecnológico de por medio. Quizá uno de los aprendizajes más importantes tuvo que ver con la humildad. Esto, claro, lo digo pasados los años y con cierta perspectiva de por medio. ¿A qué me refiero con lo de humildad? A que hay muchos aspectos relacionados con el conocimiento que no soy capaz de entender. El diseño para la emergencia que comenta Amalio debería ayudarme a eliminar alguna de mis zonas oscuras, pero creo que a veces la magia colectiva no es, ni será, explicable. La veo como un cisne negro. Luego, por supuesto, pasados los hechos, explicaremos cómo y por qué sucedió. A toro pasado, claro.

Lo afectivo, lo emocional, las relaciones interpersonales o la química de los vínculos va a continuar en una zona nebulosa. La química —me refiero a la química como esa ciencia a veces denominada central— seguirá progresando y cada vez será capaz de explicar más y más comportamientos, también colectivos. La neurociencia más de lo mismo. Explicarán el después y tendrán tentaciones de predecir desde el antes. El diseño para la emergencia también. Pero ¿qué sería de nosotras, las personas que poblamos este planeta, sin lo inexplicable, sin la ilógica y lo imprevisto? Para lo bueno y para lo no tan bueno.

Me gusta pensar que hay cosas que pasan porque sí. Y me gusta pensar también, a la vez, que soy capaz de pensar y planificar de forma proactiva. Pero me veo limitado. Y también me gustan mis limitaciones. Porque la humildad me parece un valor fundamental.

Por cierto, creo que, en general, las organizaciones se empeñan demasiado en explicitar el conocimiento tácito. Es lógico, pero si conseguimos espacios densos de comunicación (supongo que es de lo que habla Amalio con su insistencia en la afectividad), el conocimiento tácito también fluye. Por eso lo defiendo.

Termino con otra mirada al pasado. Hace años colaboré en un proyecto transfronterizo Aquitania-Euskadi relacionado con la transferencia de conocimiento tácito. En su día compartí doce conclusiones. Al releerlas (aquello fue en 2009) las sigo encontrando de total actualidad. Cada una de ellas nos daría para un desarrollo específico, sea en modo de post o de capítulo de un libro. Mucho de lo que sucede en tácito no lo entendemos. Ni lo entenderemos. Menos mal. Aunque Amalio no se dé por vencido.

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3 comentarios

Amalio A. Rey 24/03/2022 - 09:14

De acuerdo con que «a veces» (lo dices bien, «a veces») «la magia colectiva no es explicable». Es así y punto. Esas limitaciones que tenemos para entender (y explicar) ―sobre todo en los casos de «IC espontanea»― el paso de lo micro a lo macro, una vez que múltiples micros se agregan, demandan humildad por parte del observador. Es algo en lo que insisto en varios puntos del libro. Pero, al final, se trata de probabilidades, y no de ser deterministas con el «diseño deliberado». Si diseñas bien los procesos de interacción aumentas las probabilidades de que el proyecto colectivo salga bien, pero no puedes garantizar nada. Ser humildes en esto, como dices, es importante.
En el libro sí se menciona la «gestión del conocimiento», pero es verdad que no de forma extensa. Es algo que trataremos, como bien comentas, en el volumen 2, que será más manualístico. Lo hacemos en el capítulo 8 de «Las Oportunidades”, cuando se habla de: «Conocimiento compartido: el gran cerebro compartido» (p-254). Además, en el capítulo 3 cuando tratamos de explicar la «Influencia de la inteligencia individual en la colectiva» (p-76) decimos que esa influencia tiene tres componentes: 1) inteligencia general, 2) habilidades sociales, 3) conocimiento. Esto es, si queremos mejorar la aportación de las personas, como individuos, a la inteligencia agregada, hay que trabajar esos tres vectores. El conocimiento es solo uno de ellos, y la ponderación de su impacto dependerá del tipo de tareas (p-77). Algunas demandan mucha «gestión (colectiva) del conocimiento», pero otras no.
En cuanto al «conocimiento tácito», hay una parte bastante grande que sí es «explicitable». Es aquel que no es, por decirlo de alguna manera, «profundamente tácito». Por ejemplo, procedimientos o estrategias para abordar problemas o tareas que se suponían habilidades únicas de individuos concretos y que hasta ese momento parecían un misterio. Las organizaciones deben explicitar lo más posible que puedan ese conocimiento para poder socializarlo. Pero, después, hay una capa muy idiosincrática, que está más cerca de los «afectos» que del «conocimiento», que conviene dejar tranquila. Si intentas «explicitarla» corres el riesgo de caer en la manipulación. «No me doy por vencido» solo en lo que me parezca explicable y porque, como sabes, es inevitable que el ser humano siempre intente explicar e intervenir en las situaciones que le afectan. Tú, yo, y todos lo hacemos.
Y muy de acuerdo con esta pregunta que te haces: «¿qué sería de nosotras, las personas que poblamos este planeta, sin lo inexplicable, sin la ilógica y lo imprevisto?». «Para lo bueno y para lo no tan bueno», como dices. A esto súmale algo que también comento en el libro: entender los mecanismos de agregación de ciertos fenómenos puede ser hasta dañino porque entonces se podrían manipular. Por suerte, tenemos todavía mucho de ingobernable en lo que nos pasa juntos, y que gracias a eso, nadie puede meter en un algoritmo opaco y propietario que maneje a su antojo.
Gracias, Julen, por el pingpong que me permites hacer del libro.

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Julen 24/03/2022 - 09:51

Un matiz: En cuanto al «conocimiento tácito», hay una parte bastante grande que sí es «explicitable»…
Si es tácito, es tácito. Es decir, creo que no se trata tanto de «explicitar»… lo que no se puede explicitar, sino de generar espacios de confianza para que fluya de tácito a tácito.
Esto da mucho juego, no tengo la menor duda jejejeje.

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