La paradoja del camionero: el futuro niega el presente

by Julen

En los últimos tiempos hemos visto en los medios cómo el Reino Unido afrontaba una crisis debida, entre otras cuestiones, a que faltaban camioneros. El problema, no obstante, parece que no solo tiene que ver con el país del Brexit sino que es algo generalizado en la Unión Europea. Y eso quiere decir que aquí también nos toca nuestra porción de la tarta. ¿Por qué? Nada nuevo bajo el sol: en general se habla de salarios bajos y malas condiciones de trabajo. En este artículo, sin embargo, jugamos a la futurología del presente.

Las profecías de empleos en riesgo de extinción debido a los avances tecnológicos están muy de moda. No hay forma de esconderse al supuesto progreso tecnológico. ¿Quién va a querer humanos imperfectos y revoltosos cuando los puede sustituir por máquinas conducidas por la inteligencia artificial? El vehículo autónomo es una canción que lleva sonando mucho tiempo en nuestros reproductores a pesar de algunos problemillas desde el punto de vista ético.

El camionero (también hay mujeres, aunque según parece muy pocas, en torno a un 10%) es un tipo que, nos dicen, se va a extinguir. ¿Quién quiere un presente sin futuro? No parece muy atractivo, ¿verdad? Los gurús de todas partes te avisan: tu puesto de trabajo desaparece porque hay tecnología que lo hace mejor que tú, de forma más fiable y a un coste menor. Así que vete plegando velas, que aquí sobras. Pues dicho y hecho. La consecuencia: desabastecimiento porque los productos no llegan hasta el lineal del supermercado.

Entonces, ¿cómo le convencemos a alguien de que acepte un salario bajo, unas malas condicones de trabajo y la amenaza de que su puesto de trabajo tiene los días contados? Se me antoja que no es tarea fácil, ¿verdad? Hundimos el presente porque habrá un futuro mejor. Richard Sennett argumentaba en La corrosión del carácter que lamentablemente hoy en día quien dirige dirige una empresa «ha dominado el arte de ejercer el poder sin tener que presentarse como responsable; ha trascendido esa responsabilidad por sí mismo, poniendo los males del trabajo otra vez sobre los hombros de sus víctimas, que -vaya casualidad- trabajan para él». Es algo así como «no es mi culpa», el trabajo es así.

Según parece, hay que fiarlo a la tecnología. El presente se ahueca para convertirse en rehén del futuro. Llegarán los camiones autónomos y no nos harás falta. Pero, mientras tanto, como los costes no dan para grandes maravillas, tú, como peón camionero, tendrás que llevar el sueldo a casa. Tendrás que convertirte en operador de drones o en gestor de una flota de camiones que ruedan a su bola controlados por una sensórica omnipresente. ¿No ves que tu puesto de trabajo desaparece? ¿A qué esperas?

Insisto, es presente que desaparece porque nos venden futuro. Un presente repleto de precariado que solo tiene sentido como tránsito. No tiene sentido alguno que seas camionero. El futuro se carga el presente.

Mientras, las autovías van repletas de contenedores viajando en camiones conducidos por humanos. Es la realidad. Los hay a cientos, a miles. De vez en cuando ves alguna explanada inmensa a un lado de la carretera. Por si hay que recluir ahí en ese inmenso parking a cientos de ellos ante problemas de tránsito. Es la paradoja del presente. Lo que estamos haciendo es parchearlo con un poco de alquitrán aquí y allá. Dicen que no, que el presente no tiene futuro.

Imagen de Janet Meyer en Pixabay.

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