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Siempre que cojo la bici para pedalear por alguna ruta de larga distancia me gusta documentarme sobre los lugares por los que pasaré. Revisando literatura portuguesa actual, eran varias las referencias que apuntaban a un autor en concreto: José Luis Peixoto. Entre otras obras, una en particular me venía de perlas: Galveias. Es una novela en la que el autor recrea la vida de su pueblo natal, aquí en El Alentejo. Por ella desfilan personajes en un momento particular: estamos a comienzos de 1984 y algo extraño ocurre. No se sabe nunca muy bien qué es, solo sabemos que se han escuchado explosiones y temblores, y que todo queda contaminado en el pueblo por un profundo olor a azufre.
A partir de ahí Peixoto nos va dando cuenta de quienes habitan en el pueblo. A veces con historias tiernas, otras con relatos crudos, a veces con escenas inverosímiles, a veces tristes y melancólicas. La ruralidad y un cierto sentido poético lo impregna casi todo. Galveias es un pueblo al sur de Ponte de Sor, la capital en la que he dormido esta noche pasada.
Ayer allí en Galveias miraba a un lado y a otro para ver si me encontraba con alguno de los hermanos Cordato (ahí es nada, 50 años sin hablarse), a Miau, el tonto del pueblo, al cartero Joaquim o a Isabella, panadera y dueña del burdel. Bueno, esta última no, porque sabemos que muere, pero ¿los demás? ¿Es ficción?
Dejamos en el recuerdo Galveias y vamos en busca de Cedillo. Mañana os contaré cosas de este pueblo extremeño. Hoy hemos disfrutado de nuestra última jornada en Portugal. Ha. Sido 18 etapas para conocer Trás-os-Montes, el entorno de la Serra da Estrela y nueve de las doce aldeias históricas, además de Galveias, claro está.
La tarde en Ponte de Sor me trajo la desagradable sorpresa de que el pie izquierdo me dolía bastante al caminar. Desde que tuve la lesión en la rodilla izquierda el médico siempre me dijo que era una reacción normal, una derivación lógica. La rodilla más o menos sanó, pero el pie a nivel de ligamentos del tobillo me da guerra. El caso es que me da miedo hacer caminos en los que en un momento dado haya que andar o portear la bici. A la vuelta tengo que mirar bien esta historia otra vez en el médico. No sé puede estar así. De todas formas, toco madera, que en la bici pedaleando no molesta.
No sé si por eso o porque las jornadas van pasando factura, me encontraba bastante bajo. A las nueve ya estaba en la cama. Ni leer ni nada de nada. Tengo también un herpes en el labio, que siempre me suele avisar de cuando ando flojillo. Bueno, hasta aquí mis miserias.
Salimos de Ponte de Sor por su puente sobre el río Sor. Para qué complicarse la vida pudiendo llamar al pueblo de la forma más obvia posible: tenemos río, tenemos puente. Entonces, ¿cómo queréis que llamemos a nuestro pueblo de ahora en adelante? Perfecto. Por aclamación popular será Ponte de Sor. Se acabó la discusión.
Comenzamos la etapa por las típicas carreteras olvidadas de la mano de Dios. Alcornoques y encinas nos hacen compañía. Texugueira da pie a dos «Vales do Bispo»: Vale do Bispo Fundeiro y Vale do Bispo Cimeiro. Le siguen Vale de Açor, Sume y por fin Monte da Pedra, donde hacemos la primera parada. Llevamos poco más de 30 kilómetros. Si antes decía que encinas y, sobre todo, alcornoques, eran la tónica, cada vez aparecen más explotaciones de eucaliptus. La tradición parece que no hace tan buen negocio como el eucalipto. Aquí veis al fondo los nuevos negocios.
Sentado en la típica terraza silla cutre de plástico pegada al bar, veo pasar a la gente que va al trabajo en sus medios de locomoción: un tractor de cuando el hombre llegó a la luna, una motocicleta de cuando había grandes premios de 50 centímetros cúbicos, una camioneta con la última ITV del 83, una bicicleta regalo de la Caixa de Crédito Agrícola con la promoción de ingreso a plazo fijo del 90… todo vintage. Vergüenza de bici la que uno lleva. En fin, cruzamos otro puente y tiro porque me lleva la corriente.
Poco más de 20 kilómetros después estamos de nuevo en Nisa, como ayer. Qué bonito su centro histórico. Me repito. Y dejo ejemplos.
De Nisa sale una carretera que va hacia Montalvão. Tras un subebaja de 16 kilómetros, este último pueblo antes de llegar a la frontera, nos da la bienvenida desde su lado más vintage, museo de por medio. Luego nos obsequia con una buena cuesta hasta la iglesia y su correspondiente castelo. Es el último de este viaje a Portugal que me llevo a la memoria. En realidad solo son los restos. Eso sí, como tantos otros, con una buena perspectiva por si los del otro lado del Tajo se ponían tontos. Ciao, Portugal, me voy para la frontera.
Entrar a Cedillo desde Portugal tiene su aquel. La frontera es privada. Iberdrola construyó una central hidroeléctrica justo en el lugar en que confluyen los ríos Tajo y Sever. Pues bien, solo abre el paso para uso público los fines de semana, de sábado a las diez de la mañana hasta domingo a medianoche. Eso significa que alguien que, como yo, llega en jueves, tiene que buscar a alguien que te pase al otro lado. Pero para eso estaban Joaquina y su hijo Carlos. Joaquina fue vecina cuando yo era niño y ahora, después de volver a vivir a su pueblo natal, lleva una casa de turismo rural. Hablé en su día con ella para alojarme aquí y gracias a su hijo he podido cruzar el Sever en barca para llegar, por fin, al pueblo.
Así que a las cuatro de la tarde había quedado para que me cruzaran. En la presa había gente trabajando (lo que no sabía es que una de esas personas era Carlos). Cedillo en parte es hoy lo que es por esta infraestructura. Llegué pronto (ya nos conocemos) y estuve esperando a la sombra hasta que llegara mi transporte.
Montamos la bici en la lancha y cruzamos la frontera, donde quiera que estuviera. Al otro lado Joaquina ya me estaba esperando. Finalmente en vez de subir hasta el pueblo montado en bici insistieron en hacerlo en el todo terreno. Y yo, me dejé.
Hoy paso la noche en un albergue rural que está en las afueras del pueblo y mañana lo haré ya en la casa de turismo rural. En fin, a ver cómo seguimos porque a pie la cosa pinta mal, la verdad. En cambio, en bici de momento no siento molestias. ¿Un o una fisioterapeuta en la sala que me dé luz?
Kilómetros totales hasta esta etapa: 1.417,31.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 25.305.
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2 comentarios
Ánimo muchacho, ya solo te queda tirar para el norte, no diré subir.
No te había contestado. Ya estamos en territorio conocido