11 Trancoso – Manteigas #PortugalMTB

by Julen

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Trancoso no es exactamente como él esperaba. Contaba con un pueblo de arquitectura aún medieval, rodeado de murallas, con una atmósfera de historia antigua. Las murallas están ahí, es antigua la historia, pero el viajero se siente rechazado […] una impresión de frustración que resumió de esta manera aproximada: «Uno de nosotros dos no ha entendido al otro».

Parece que Trancoso no le entró por muy buen ojo a Saramago. En fin, él sabrá por qué esa falta de entendimiento con la villa amurallada. Porque hay que decir que aquí en la capilla de São Bartolomé fue donde el omnipresente D.Dinis se casó allá por 1282 con Doña Isabel de Aragón. Poca broma, que el hombre por si acaso entregó como dote la aldea misma (no iba a ser menos que su colega Alfonso II) y, de paso, creó, eso sí, la feria franca, origen de la que hoy es la gran Feria de Trancoso, que se celebra, cómo no, a partir del 15 de Agosto, día de la patrona Nossa Senhora da Fresta.

De todas formas hay que decir que estamos ante otra de las aldeias históricas como Dios manda, aunque esta es de mayor dimensión. El barrio en torno al castelo es mucho más grande que el de Castelo Rodrigo y el de Marialva. Eso sí, la recetas es la misma: piedra para regalar, pelourinho, castelo, iglesias y capelas varias, calles estrechas… y casi ningún turista. Pues sí, es lo que hay.

Continúa Saramago:

De indiferente y callado no se puede acusar al castillo. Ni a la villa vieja, con las calles trepando pinas, ni a quien aquí mora. El viajero sube, y le dan las buenas tardes con tranquila voz. Hay mujeres cosiendo a las puertas de las casas, juegan por la calle algunos niños. El sol está de este lado del monte, golpea en las murallas del castillo con clara luz.

No vamos a explicarlo nosotros mejor, claro está. Si acaso decir que el castillo se lo anduvieron peleando moros y cristianos. Y, ojo, porque también hubo aquí una considerable comunidad judía. Algunas casas aún se presentan con dos puertas, una más ancha, de entrada en la tienda, y otra más estrecha, que da acceso a la zona de vivienda familiar. Eso sí, me quedo con la calle de las hortensias. Ah, y desde lo alto se veía, au que no con claridad, la Serra da Estrella, adonde vamos mañana.

Ayer el señor que me atendió en el bar de Marialva me decía que había muy poco turista. Tras diez días de pedaleo, puedo confirmarlo. Ya imaginaba que no me iba a encontrar multitudes, pero pensaba que en las aldeias históricas habría movimiento. Nada de nada. Para mí, estupendo, pero la gente de la hostelería debe de ser una buena faena.

Claro que si se portan como en los dos sitios en que, respectivamente, he comido y cenado, no es de extrañar. Pasamos página, allá ellos con su mal servicio y un carácter desabrido que era de todo menos amable. Menos mal que quienes estaban detrás, en la cocina, ni tan mal. Y he podido probar el postre típico: la sardinha doce a base de almendra molida con un ligero relleno de chocolate y luego frita con forma de ¡sardina! Muy rica.

Hoy hemos mezclado trazado oficial por el GR22 y otro track elaborado por servidora. ¿Por qué? Porque me apetecía pasar por la necrópolis de São Gens, que está a un par de kilómetros de Celorico da Beira con sus tumbas esculpidas en la roca y una piedrita de espectaculares dimensiones que mantiene un equilibrio que ni la bolideira.

Hasta la necrópolis ha sido un visto y no visto. Bajar, bajar y bajar. Primero por carreteras olvidadas y luego por pistas entretenidas que daban vista al valle con la Serra da Estrella al fondo. Celorico de Beira mostraba también su castelo amurallado, para no ser menos.

En Celorico cogemos una carretera nacional, pero enseguida la dejamos para empezar a subir hacia Linhares de Beira donde retomamos el GR22. Los dos torreones del castelo de Linhares se ven desde muchos kilómetros de distancia.

Dice Saramago respecto a Linhares da Beira que «en medio de la calle, hay una tribuna de piedra que antiguamente tenía cubierta y ahora no, y era donde se reunía el ayuntamiento: se sentaban en estos bancos, y en voz alta discutían los asuntos municipales, a la vista del pueblo, que oía desde fuera y desde las ventanas». Buen ejemplo de democracia directa, ¿no? Linhares se encuentra en el límite occidental de la Serra da Estrela y quién sino D. Dinis fue el que se encargó allá por el siglo XIII de reconstruir el castillo seguramente a partir de otro anterior de los moros. Vamos, lo de siempre, para qué empezar de cero si podemos aprovechar lo que dejó aquí el enemigo. De todas formas, el pueblo está literalmente construido todo él sobre piedra y el castillo, si cabe, más aún.

En Linhares me he tomado un cafelito y he descansado un rato porque viene una buena subida hasta los 1600 metros de altitud (venimos de los 400 de la necrópolis). De paso le he preguntado a la chica que atendía a ver qué tal estaba el camino para ir con la bici. Debería de estar bien. Pues vale, para allá nos vamos.

La primera parte es más llevadera. Se pasa por unas antiguas minas de cuarzo perdidas al fondo de un barranco de las que todavía queda alguna construcción. Más arriba, en un paraje más abierto, me cruzo con la pista que me llevó a Folgosinho (queda a la derecha ahí abajo) cuando hice la TransIberia hace 5 años. ¡Qué recuerdos! En fin, seguimos hasta coronar un primer puerto con un columpio impactante.

Llegamos a una carretera por la que descendemos un kilómetro y volvemos a coger una pista a la izquierda. Las señales del GR están perfectas. No hay forma de perderse. Solo quedan 400 metros de desnivel hasta la cima, pero vaya cuestas. Buff, tela subirlo montado. Un par de veces o tres ya ha habido que claudicar. Eso sí, los parajes imponen. Al fondo de ve el punto más alto del Portugal continental, por donde pasaremos pasado mañana.

Seguimos la ruta ya con tendencia a bajar hasta Vale do Rossim, donde hay un embalse. Mira tú por dónde, aquí están los lugareños pasando el día. Pedalinas, chiringuito, baños, solete de verano. Como en cualquier parte. Hacemos avituallamiento líquido y para Manteigas, que es topabajo. Decido coger la carretera, que nos proporciona 20 kilómetros de descenso, en vez de la bajada más directa por el GR. Una gozada. Se aprecia perfectamente el valle -de origen glaciar- que conoceremos en un par de días.

Derechito al hotel. Hoy ha sido buena tunda. Aquí estaremos dos noches. Mañana sabréis por qué.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 791,15.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 14.996.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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2 comentarios

Alberto 28/07/2021 - 17:06

Que yo me hubiese bañado en Vale do Rossim, fijo, ya tú lo sabes

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Julen 29/07/2021 - 08:25

Ya he visto pozas mejores

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