Sol de sangre, de Jo Nesbø #NovelaNegra 10

No hay duda de que Jo Nesbø es un auténtico superventas de la novela negra nórdica. Sus, hasta ahora, doce entregas del inspector Harry Hole, te dan para unas cuantas horas de lectura. Yo solo he leído tres de ellas: Petirrojo, Némesis y La sed. Y, bueno, qué queréis que os diga; sí, pero no. El típico macho alfa con su considerable dosis de tormento interior, un territorio demasiado explorado. Claro que, como en mis previsiones cicloturistas Noruega está entre ceja y ceja, leer a sus aborígenes es una manera de irle tomando el pulso a este extraño país. Seguro que leeré algo más de Nesbø, no me cabe duda. Por cierto, también puedo escucharle con su banda, Di Derre, o hasta ver El muñeco de nieve, una película basada en una de las novelas de Harry Hole. Eso sí, con no muy buenas críticas, que digamos.

Sin embargo, en esta ocasión comparto aquí la reseña de su último libro, por fin sin Harry Hole de por medio. Se trata de Sol de sangre (Roja y Negra, con traducción de Lotte Katrine Tollefsen), a la que precedió Sangre en la nieve, otra también sin el protagonista de siempre. Las dos forman parte de la serie Sicarios de Oslo. Habrá que ver si el amigo Nesbø no ha abierto la veda y tenemos otra buena colección de novelas por delante.

En esta ocasión estamos en Finnmark, la que era provincia más al norte de Noruega, pero que en enero de este pasado año 2020 cambió de estatus para juntarse con Troms. Hasta allí, a un pueblo remoto llamado Kåsund (lo he buscado, pero entiendo que es imaginario), llega huyendo Jon. Reconvertido en Ulf, la novela nos introduce dentro de una escena dominada por la fuerza de la naturaleza, sea la del ambiente duro y hostil de unas tierras tan al norte, o sea la de los seres humanos que las habitan. En medio, como siempre, miserias humanas y creencias religiosas que dan forma a una sociedad muy peculiar.

Si Claudia Piñeiro utilizaba la fe cristiana para sacar a pasear aspectos muy oscuros del alma humana, aquí Nesbø echa mano del laestadianismo, un movimiento conservador luterano con cierto arraigo en Finlandia, Suecia, Noruega, Rusia y Norteamérica. Es, además, territorio sami. Ahí tiene que intentar subsistir el protagonista, ayudado por una muy particular familia local en la que un niño, Knut, parece ser el apoyo principal. Pero, claro, no quedará ahí la cosa.

Sí, me ha gustado la novela. Bastante más que las tres que había leído de Harry Hole, la verdad. Al menos en esta viajas a un territorio que enseguida te engancha y la acción se sucede de forma ágil. Creo que te hace conectar bien con la dulce hostilidad de esas latitudes. El mar está ahí enfrente como medio de subsistencia, de tragedias y alimento, mientras que  tierra adentro parece que quedan los rebaños de renos y poco más. Construir una trama en ese entorno es invitar a saber más del lugar. Pero también hay que reconocer que los personajes dan juego.

Al sur queda Oslo, de donde procede la persecución. Es el otro mundo, que también existe, y que de vez en cuando sirve para colocar el contrapunto de lo que sucede en Finnmark. Ese pasado es presente e introduce retazos en una trama marcada por el supuesto aislamiento de Kåsund y su escasa población. Ahí cada personaje sirve para dibujarlo en su pequeño cosmos, pegado a sus atavismos y con esa eterna contradicción entre seguir allí y emprender la marcha hacia las tierras del sur… o cualesquiera otras que sirvan para aflojar la presión.

La imagen, de Hamninberg, en Finnmark, está tomada de la Wikipedia.