Reconociendo sesgos cognitivos en clase (I)

by Julen

No cabe duda de que vivimos en tiempos de rabiosa infoxicación. Los datos, en una muy acertada expresión de Asier Gallastegi, ya no son lo que eran. De entrada, son más, llegan con más velocidad y muchas veces aparecen envueltos en un sospechoso papel de regalo. Nos lo han dicho tantas veces que creo que la batalla hace tiempo que terminó: los datos son la materia prima de los negocios. Los de hoy y los de mañana. Los datos son el maná. Punto y final. De momento.

Trabajar en la universidad la ética con un grupo de chicas y chicos que se entusiasman con los datos –porque para eso se han matriculado en el grado de Business Data Analytics– no es tarea fácil. Tampoco tenemos tantas horas asignadas y convivimos con la alegría de sus data sets, ese punto de partida para hacer magia y desarrollar algoritmos que predigan cómo serán las cosas. Si yo tuviera 20 años y estuviera matriculado como alumno seguro que miraba un poco raro al tipo este que viene de vez en cuanto a dibujarno un panorama con nubarrones. Será capullo.

De entre los temas que sí o sí tenemos que trabajar con las alumnas y alumnos el de los sesgos es fundamental. Primero porque deben analizar si sus datos de partida contienen algunos que vicien el trabajo en origen. Y, segundo, quizá aún más importante, porque tienen que mirarse para dentro e indagar con qué sesgos cognitivos caen más fácil. Por eso este lunes pasado estuvimos jugando a los sesgos, a entenderlos y a reconocerlos. Hoy publico este post y más adelante publicaré otro más relacionado con estas clases.

Quise comenzar con un experimento clásico. Porque en 2021 ponerse a trabajar un experimento que proviene de 1944 tiene su miga, ¿verdad? Quizá quienes andéis en torno a estos temas ya sepáis de qué estoy hablando. Se trata del vídeo que Fritz Heider y Mary-Ann Simmel mostraron a unos grupos de estudiantes para que explicaran qué era lo que estaban viendo: unas figuras geométricas que se movían por la pantalla. Hasta ahí todo en orden, ¿no? Por si os interesa profundizar en el experimiento original, esta es la referencia del artículo: Heider, F., & Simmel, M. (1944). An experimental study of apparent behavior. The American Journal of Psychology, 57, 243–259. https://doi.org/10.2307/1416950

Casi 80 años después, el experimento sigue sirviéndonos para explicar (en parte) cómo nos proyectamos ante un conjunto de datos. Como podéis ver en el vídeo, las figuras parecen comportarse como humanos e interactúan entre ellas. Sí, son figuras geométricas, pero eso no impide que construyamos historias a partir de lo que observamos. Necesitamos, según parece, dotarnos de un hilo conductor para explicar lo que está sucediendo. No es fácil quedarse fuera de la escena y es muy fácil implicarse emocionalmente. Es lógico, somos humanos y las historias nos han conmovido, nos conmueven y nos conmoverán. Los datos, en teoría, despojan de historia, eliminan la connotación. Son eso: solo datos. Pero cuando unas tristes figuras geométricas (un círculo, dos triángulos de diferentes tamaños y unas cuantas líneas rectas) se desplazan por la pantalla, muchos de nosotros necesitamos llenar la escena con lo que somos.

El experimento sigue arrojando, por simplificar, dos grandes grupos de respuestas: (1) aquellas que elaboran la escena y la dotan de una trama y (2) aquellas que priman el estricto sentido geométrico. La realidad es que este segundo grupo de respuestas es absolutamente minoritario. De hecho, en nuestra muestra con 36 alumnos no hay casi ninguna «pura» en el primer sentido. Quizá la que más se aproxima sea «varias formas interactuando en un espacio», aunque la expresión «interactuar» ya añade algo de acción a la trama. Hay quien, de hecho, formula la paradoja tal cual: «he visto una serie de figuras moverse como si de una historia se tratase.» Perfecto, esa es nuestra pelea mental: son lo que son, pero pudiera ser que se trate de algo que me conduzca a una determinada interpretación porque no voy a ser capaz de soportar que no haya historia.

Las explicaciones más recurrentes usan verbos que explican acciones en términos éticos (lo que está bien y lo que está mal): «el triangulo pequeño intenta proteger al circulo», «el circulo se comporta de una manera mas individual con el resto», «el triangulo pequeño trata de encerrar a uno de ellos dentro del rectangulo para separarlos y poder atacarlos facilmente», «el triangulo grande la toma con el triangulo pequeño», «el triangulo grande trata que todos entren en el rectángulo a la fuerza«, «el triángulo grande quiere quedarse con el círculo para sí en contra de su voluntad«, «3 figuras, 2 buenas y 1 mala«…

Luego hay interpretaciones mucho más globales. En nuestro experimento destaco dos, una de violencia familiar y otra deduciendo un comportamiento positivo: «he visto una familia donde el padre o la madre maltrata o abusa de su familia» y, por otro lado, «trabajo en equipo».

Decía que este es un primer post porque hicimos más experimentos. Este clásico fue el segundo que hicimos, pero nos dio mucho juego para intentar entender por qué no nos habíamos circunscrito a los datos. ¿Por qué necesitábamos interpretar y encontrar relaciones causales? El asunto, claro está, es que los datos nunca llegan ahí. Los datos nos aportan correlaciones, no causalidades. Por ahí iba este primer experimento.

Nota aclaratoria.- Los textos que incluyo son literales. En ningún caso estábamos buscando el análisis de respuestas individuales. Si los comparto aquí es por ilustrar nuestra necesidad (la suya y la mía también) de interpretar la realidad.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

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