Nuestra salud y el ánimo de lucro: el enorme negocio de la sociedad medicalizada

by Julen

Ahora que la carrera por presentar a la opinión públicas las vacunas contra la covid19 está en los titulares, nos enteramos de que los precios, según parece, variarán de manera sustancial. No se trata tanto de olvidar los costes de desarrollo, sino que lo que se pone sobre la mesa es una cuestión ética: ¿el precio podría provocar que, simplemente, haya países (mejor: di personas) que no se puedan permitir determinado tipo de medicamento? ¿Una cuestión como la que la humanidad enfrenta ahora mismo debe pasar, también, por el ánimo de lucro? Me temo que en 2020 nuestra sociedad hace tiempo que perdió la batalla importante: la economía manda y el dinero se convierte sigue siendo el motor que mueve nuestro planeta.

Las diferencias entre las tres vacunas son abismales: la desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca costará unos tres euros por dosis; la de la multinacional estadounidense Pfizer y la biotecnológica alemana BioNTech superaría los 15 euros por dosis, cinco veces más; y la concebida por la empresa estadounidense Moderna y los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU alcanzaría los 21 euros por dosis, siete veces más que la de Oxford.

La cita está extraída de un artículo de Manuel Ansede que El País publicaba ayer (por cierto con una infografía muy ilustrativa sobre cómo actúan las vacunas), pero si haces una búsqueda en Internet verás que el tema arroja muchos resultados en las últimas horas. Además del marketing de la eficacia de la vacuna comenzamos a conocer otros detalles sobre cómo se distribuirá y administrará. Y ya que estamos ahora con todo esto: ¿no sería buen momento para volver a poner sobre la mesa el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿De verdad es un derecho que aplica o una simple quimera en un mundo atravesado por la economía como vector fundamental de progreso?

“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.”

Me temo que la desigualdad ante el derecho es sangrante. Como digo, los negocios mandan. Y creo que a nadie se le escapa que uno de esos sectores por los que siempre suelen aguas muy turbias es el de las farmacéuticas. Elisa Pont firmaba hace unos días un artículo en La Vanguardia que te puede proporcionar una visión general del asunto: ¿Cómo funcionan las empresas farmacéuticas? Al leerlo, no hay duda, puedes elegir entre quedarte con la aportación a la investigación y el progreso que implica su trabajo, pero también puedes pensar en lo peor cuando, por ejemplo, Civio informa de que ocho de cada diez euros que las farmacéuticas gastan en médicos son opacos… por poner solo un botón de muestra.

Supongo que el mercadeo que se deriva de la puesta en el mercado de las vacunas contra la covid19 es inherente a la forma en que está diseñado nuestro mundo: gana quien llega primero, si puede bajo la ley de que the winner takes it all, y hará caja hasta donde le sea posible. Nada nuevo bajo el sol. El (supuesto) derecho universal a la salud es una simple declaración de intenciones, muy lejos de convertirse en realidad.

A todo esto, es evidente que la salud y el bienestar en general se han convertido en un enorme mercado. El envejecimiento de la población lo hace crecer año tras año. Así pues, tonto eres si como emprendedor no ves ahí una gran oportunidad. Pero entrar en el juego es también hacerse algunas preguntas de carácter ético. Supongo que las farmaceúticas lucirán comités de bioética y cosas similares. Desarrollarán campañas de ethicswashing con toda la artillería disponible. Necesitan un marketing que les consiga clientes y otro marketing que las posicione ante la sociedad como garantes del progreso humano. No son precisamente, por los requerimientos de medios para investigar, pequeñas compañías locales. Este mercado es para las grandes. Si no, repasa cifras y luego saca tus conclusiones. Vivimos en una sociedad medicalizada.

En fin, las vacunas llegarán. A un precio unas y a otro precio otras. Nos explicarán que los costes son los costes y que no pueden defraudar a las expectativas de sus accionistas. El mundo está organizado de esta manera. Nosotras aquí en el primer mundo (bueno, en parte de él) podemos hablar de sanidad universal y de unas determinadas prestaciones que recibimos del sistema público de salud. Por mejorar, pero ahí están. Sin embargo, el mercado manda y las farmacéuticas subirán en bolsa porque ahí es donde se refleja la expectativa de hacer caja. Nada nuevo bajo el sol.

Por eso, la pregunta es: ¿la salud debería dejar de funcionar bajo criterios de ánimo de lucro?

Imagen de Zahid H Javali en Pixabay.

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